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miércoles, 22 de abril de 2009

Imagen en el espejo de Sandra Brown


Muy pocas veces ocurre que al releer una novela, ésta te despierte las mismas sensaciones que la primera vez que la leiste. Con Imagen en el espejo me ha sucedido ésto exactamente, ha sido como si la leyera por primera vez, y además no ha perdido ni un ápice del suspense en que te atrapa una vez comienzas a leer.

Poco se le puede reprochar a Imagen en el espejo. Como ya dije en otras ocasiones, la combinación de suspense y romance me parece perfecta. Si nos ponemos un poco exigentes con la trama -no es mi caso, ya que yo me creo cualquier cosa que lea siempre que esté bien narrada- es un pelín fantástica y previsible, pero el realismo bien se lo podemos dejar a los novelistas del siglo XIX, que lo hacían muy bien. Sandra Brown demuestra una gran técnica narrativa al contarnos una historia con un tempo perfecto, todo sucede y está contado cuando tiene que suceder, los personajes no son planos y además esconden y revelan secretos en función del argumento.

El resultado es un libro de suspense romántico perfecto, al que no le falta de nada: sus buenas escenas de sexo, mucha química entre los protagonistas y su dosis justa de intriga y misterio... lo suficiente para que el lector disfrute hasta el final y se sorprenda llegado el momento. Un sobresaliente y una lectura obligada para las amantes del género.
La ambientación es muy eficaz. Sin ser excesivamente detallista, la autora te adentra en el mundo de las campañas políticas en EEUU de la mano de su protagonista, Tate. Aunque no es la base de la historia, funciona muy bien como acompañamiento de la trama principal, esto es, la relación Avery/Tate, y su interacción con el resto de secundarios.
Los personajes están muy bien retratados y resultan muy humanos como suele suceder con los personajes de Brown, realistas hasta el punto de que casi ensalza sus defectos. Yo creo que cualquier lectora romántica elegiría a Tate como su personaje favorito. El protagonista masculino parece sacado de las fantasías de cualquier mujer: atractivo, sexy, inteligente, carismático, justo, leal y por si fuera poco candidato a senador de los EEUU (ya sabeis aquello de la erótica del poder ¿no?) Está hecho adrede para que te enamores de él desde la primera línea en que aparece.

Las escenas de sexo, por su parte, son muy buenas. Yo me quedaría con la del coche justo antes de entrar a la fiesta. Sin ser demasiado explícita pero llena de sensualidad consigue despertar sensaciones en el lector que muchas autoras no consiguen con páginas y páginas de descripciones. Muchas veces no cuenta cuánto contamos sino cómo lo contamos. Sandra Brown es una maestra y para muestra un botón.

Mi valoración de la novela es muy buena.

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