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lunes, 20 de abril de 2009

Juegos de azar de Lavyrle Spencer




Agatha Downing es una joven sombrerera cuya vida no puede describirse de otro modo que solitaria. Desde muy niña quedó coja a consecuencia de una caída por las escaleras. En la actualidad no le queda ningún familiar vivo; su existencia es gris y vacía.

Regenta una pequeña sombrerería en Kansas y vive en un apartamento, situado encima de ésta. Desde su humilde tienda ha visto pasar la vida sin lograr ninguno de sus sueños y, aunque aún es joven, se siente una anciana atrapada en un cuerpo joven pero lisiado.

Cuando Scott Gandy compra la sala de juegos que colinda con su sombrerería, siente una inmediata animadversión hacia el hombre. Agatha odia el juego, el alcohol… los ve perniciosos para los hombres, tentándoles hacia la mala vida y cómo una fuente de desgracias y sufrimiento. Scott representa todo lo que aborrece por razones que no quiere desvelar ni compartir con nadie.

Casi sin percatarse se une a un grupo de mujeres que luchan porque Kansas sea declarado estado seco, aboliendo la venta de alcohol. Desde ese momento se declara una guerra entre el atractivo e irreverente Scott Gandy y la tímida y remilgada Agatha Downing.

No obstante, poco a poco va conociendo a su vecino y percatándose que es un hombre de contradicciones, o al menos no tan terrible como en un principio pensaba de él. Scott Gandy nació y se crió en el Sur, pero tras la guerra civil perdió a su familia. Incapaz de soportar la vida en su devastada plantación, se decantó por vivir despreocupadamente, sin ataduras ni responsabilidades. El juego se convirtió en su forma de vida y a lo largo de los años conoció a un grupo de personas con las que ha llegado a formar una familia adoptiva: exprostitutas, antiguos esclavos, un músico mudo…

A medida que va tratando con ellos, Agatha empieza a encariñarse y considerarlos sus amigos, y a notar cómo su presencia y su cercanía va acabando con su soledad; a la vez va tomando consciencia de que siente algo por Gandy que no logra controlar.
Cree que él nunca verá más allá de su aspecto remilgado y anodino, no será capaz de ver la mujer que se esconde debajo de sus ropas almidonadas y elegantes y pulcros vestidos. Sin olvidar que ambos batallan en bandos opuestos: para Scott Gandy el alcohol es una forma de vida, para Agatha la causa de su soledad.

La aparición de Willy, un pequeño huérfano, propicia que una relación casi familiar se establezca entre los tres. Ambos adultos se encariñan por el niño y velan por su bienestar. El roce del día a día despierta en ellos la certeza de que ninguno se corresponde con la primera imagen que se forjaron el uno del otro, y la sensación de que algo inesperado los une más allá del cariño hacia ese huérfano.

Enmarcado bajo la implantación de la Ley Seca, Juegos de azar es una novela de inconfundible tinte humano y social. Aborda no sólo una historia de amor, maravillosamente entrelazada con el resto de subtramas, sino una novela de inconfundible cariz social.

Ésta es la tercera novela que leo de esta autora, y si bien las anteriores me encantaron (no puede decir menos que eso) con Juegos de Azar no he podido dejar de constatar que Lavyrle Spencer es una narradora inigualable. Logra conjugar en las páginas de un libro infinidad de sentimientos y realidades, logra enlazar de un modo indescriptible la vida de los personajes que aparecen, como los hilos de un tapiz, que vas distinguiendo según lees.
No encuentro otro modo de describir la escritura de esta autora.

Indudablemente Juegos de azar es una novela que aborda una realidad histórica, y la autora logra retratarla magistralmente a través de los ojos de Scott y Agatha, situándolos en bandos opuestos, con sus convicciones y dudas, con virtudes y defectos.

Aunque había leído muchos comentarios positivos sobre este libro nunca me había atraído demasiado, tenía la concepción preconcebida de que me encontraría con una novela dramática y lacrimógena, la verdad es que es algo que he pensado durante mucho tiempo de los de esta autora. Pero he descubierto una historia sencillamente preciosa, humana y muy cercana, que si bien es cierto que tiene un trasfondo dramático, eso no lo hace menos romántica ni humana. Está muy equilibrado dando como resultado una novela que destila sensibilidad. Me he encontrado muchas veces con un nudo en la garganta a medida que leía, casi diría que sintiendo lo misma soledad de Agatha.

La ambientación me ha parecido minuciosamente descrita, tanto en los capítulos que transcurren en Kansas como los que tienen lugar en Misisipipi. Logras visualizar las calles, la triste y solitaria sombrerería, la bulliciosa sala de juego… ver la plantación de Waverley florecer y volver a la vida, los campos, casi oler las flores.
Ésta es una habilidad de esta autora que no deja de maravillarme, como transmite las emociones a través de cualquier detalle, no sólo las palabras utilizadas en los diálogos, sino los gestos, las miradas entre los personajes, la relación de estos con los lugares en que tiene lugar la acción. Es casi como si hablaran a través de ellos.

En cuanto a los personajes, todos, absolutamente todos, me han parecido reales y creíbles, como si se tratara de personas conocidas, cuyas historias pudieras constatar.
La relación entre Scott y Agatha, si bien en ocasiones me ha parecido un poco lenta, en el sentido de que sus silencios y la negación de sus sentimientos me exasperaban, es preciosa. Pero esa excesiva prudencia, esa lentitud en reconocer sus sentimientos también la dota de esa incertidumbre que te mantiene en vilo página tras página. La historia entre ellos me ha emocionado muchísimo. La evolución de sus sentimientos, la madurez con que los afrontan, el miedo con que los rechazan o el momento en que se reconocen a sí mismos la existencia de ellos, puedes señalarlos con nitidez por el modo en que quedan reflejados en las palabras.

El resto de historias secundarias me han gustado, aunque no tanto como la principal, pero es que ésta la encuentro muy difícil de eclipsar.

Al margen de Agatha y Scott, tengo que destacar el personaje de Willy porque confiere a la novela de mayor ternura si cabe. Los vínculos que van naciendo entre él y Agatha y Scott son conmovedores.
Creo que es un mérito muy grande lograr transmitir sentimientos como los que este niño despierta, dulzura, compasión, risa… sin resultar empalagosa. Pienso que están descritos en su justa medida, y esto es algo que no pensaba encontrar antes de leer la novela, razón por la que me ha costado tanto decidirme a leerla.

No me enrollo más, sólo añadir que en mi opinión Juegos de azar es una de ésas novelas para la que no parece pasar el tiempo. Merece leerla.







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