viernes, 18 de mayo de 2012

Donde siempre es otoño, de Ángeles Ibirika

Como cada otoño, Ian O´Connell, afamado escritor de novelas de amor, se aísla en su apartado refugio de Crystal Lake para escribir su nuevo éxito. En su desesperada búsqueda de la inspiración que por primera vez le ha abandonado, encontrará a Elizabeth Salaya. En ese entorno idílico, mientras la va convirtiendo en la protagonista de su novela, el amor comenzará a entretejerse entre los dos sin que él sea consciente. Un amor que nunca creyó que existiera más allá de los libros, y que, junto al gran secreto que esconde Elizabeth y por el que intentará alejarlo de su lado, le harán dudar de todo lo que hasta entonces había creído firmemente.
En la hirviente Manhattan, envuelta en el ardor de los candidatos en plena carrera hacia la Casa Blanca, los caminos de Ian y Elizabeth volverán a cruzarse. Pero en medio de intrigas, ambiciones y cadenas de favores que amenazan con tambalear los cimientos de la alta sociedad neoyorquina, será enfrentarse a sus sentimientos y miedos lo que cambie sus vidas para siempre.

  CONTIENE SPOILERS 

 Quizá esta sea la crítica más difícil que he escrito nunca, y he dudado mucho, mucho, en si hacerla o no. Acabo de terminar el libro y me siento fatal. Y no, no es porque me haya removido por dentro, me haya hecho sufrir y haya llorado a lágrima viva, que no ha sido el caso. Tampoco porque durante su lectura haya vivido las emociones que esperaba encontrar, que no las he vivido. Me siento fatal porque estaba convencida de que esta autora iba a ofrecerme lo que me ofreció con su primer libro, un libro que leí mucho antes de que se publicara y del que hice su crítica apasionada y henchida de gozo y placer por la delicia que había encontrado entre sus páginas cuando aún no se sabía que se fuera a publicar. Un libro por el que aposté ya que me emocionó, que me pareció fresco y sensible, que destilaba amor y ternura por todas sus hojas, una novela de amor palpable y creíble, escrito con la sencillez y la pureza de los sueños que están por cumplirse y en el que se veía (se sentía) que estaba puesta el alma en cada palabra. 

 Ya con el segundo me desilusioné. No digo que no me gustara, pero gran parte de la novela me pareció artificial (comparada con la primera), no vi a la escritora que me había cautivado con Entre sueños. Vi más odio y más rencor que amor, y a un protagonista modelado, en muchos trozos, para tocar la ternura y la sensibilidad de las féminas. Todo ello me dejó una sensación agridulce que no me gusta sentir cuando acabo una novela romántica. Pero pensé que no es lo mismo escribir algo siendo una completa desconocida y sin saber si te van a publicar algún día, que escribir sabiendo que tienes ya un público que te está esperando para leerte y que esa presión puede quitar frescura, sobre todo, cuando se supone que después de un novelón, tú misma te has puesto el listón muy alto. 

 Por eso estaba como loca por leer esta tercera novela en la que creía que me volvería a reencontrar con la Ibirika que descubrí una vez, donde imaginaba hallar… ¡yo qué sé qué imaginaba! Pero desde luego no lo que me he encontrado. 

Vale, ya sé que la editorial no ha publicado el libro como novela romántica, por tanto era de suponer que iba a ser distinta ¿pero a mí que más me daba si al fin y a la postre lo que iba a hacer era leer la historia que había escrito alguien que me pareció magistral en su día? Y si todo el mundo hablaba de una preciosa historia de amor, ¿cómo no iba yo a esperar eso? 

Lo siento en el alma pero la novela no me ha gustado nada. Me ha parecido estar viendo una película de clase b, una de esas que te ponen en la sobremesa en la que pasan cien mil cosas y que tan pronto das cabezazos abandonándote al sopor que invita a una siesta, como estás pendiente de la pantalla para ver qué vuelta de tuerca se le ha ocurrido al guionista. 

Un protagonista infiel. Infiel a su novia, infiel a su esposa, infiel a la mujer de la que se ha enamorado. Y no, no me han convencido los argumentos que se esgrimen para justificar los hechos porque durante toda la lectura me he sentido manipulada y llevada de la nariz para que me creyera los motivos que le empujaban a hacerlo. 

Un amigo del protagonista infiel también. Sí, pero este estaba enamorado de su esposa, lo que pasa es que separaba las churras de las merinas: “a mi esposa la amo, a esta me la cepillo porque está a tiro”. 

Una protagonista que se enamora a la primera de cambio. Y yo todavía no soy capaz de comprender por qué antes de la página 60 se había colado por los huesitos del protagonista, ciega e irremediablemente. 
Pero es que a la protagonista no la entiendo de ninguna de las maneras. No comprendo que con ese amor tan profundo que dice sentir, consienta y siga viviendo con su marido (no me creo las explicaciones pertinentes que luego se dan) después del palizón que éste manda dar al amor de su vida donde hasta le parten los dedos de la mano con la que escribe. No entiendo ese tipo de matrimonio que lleva, no entiendo su sufrida personalidad, no entiendo que siga sintiendo cariño hacia su marido... No entiendo nada. Y sí, se dan explicaciones, muchas, pero no me las creo porque, como reza el dicho, hechos son amores y no buenas razones. 

La mujer del protagonista. Esta pobre chica me ha dado pena. Enamorada hasta las trancas, sabiendo (o intuyendo) que su novio, y después marido, le estaba siendo infiel. Intentando salvar un matrimonio que hacía aguas desde antes de casarse. Al final, cuando se separan, se corta las venas. Lo estaba viendo venir, pero no podía pensar que me lo fuera a encontrar. 

Y la trama política que es el hilo conductor a través del cual se va desarrollando la novela pues, orquestada (lógico, claro, es un libro, pero aún así lo veo tan forzado…) para que una pieza encajara con la otra, y el protagonista tuviera un motivo para estar cerca de Elizabeth, y el amigo también para que fuera informando de lo pertinente. Ha llegado un punto que más que un protagonista enamorado he visto un hombre obsesionado, casi de manera enfermiza, y que pasa de no creer en el amor a comportarse más como un adolescente que como un hombre. Lo del robo del pañuelo me ha superado, ¡por favor, que es un hombre hecho y derecho! 

No seré yo la que ponga reparos a que los hombres lloren. En un momento determinado emociona sí, pero es que esta novela lloran todos, caray, hasta el amigo (¡y en plena faena sexual!) pensando cómo se sentiría si algún día le faltara su mujercita (sí, esa a la que le ha puesto los cuernos en más de una ocasión, por deporte, que no por falta de amor). 

El protagonista llora y llora un porrón de veces, y yo solo he entendido y he justificado sus lágrimas hacia el final y por la enfermedad terminal de ella. Y llegados a este punto de la enfermedad, bueno, por circunstancias que no vienen al caso, tengo que decir que tampoco es ni creíble ni me parece aceptable el desarrollo ni la resolución. Solo diré que en esta parte de la trama, ha llegado un momento en el que si durante toda la novela estaba loca por acabarla, aquí ya miraba las páginas que faltaban porque todo me superaba. 

Cuernos, secretos, palizas, campañas políticas financiadas con fondos ilegales, una periodista que por conseguir sus objetivos se acuesta con quien haga falta y hasta se entera de lo que hay entre los protagonistas para poder jugar su papel, guardaespaldas del senador auténticos matones, intento de suicidio, ex maridos y ex mujeres tan amigos de quienes tanto daño les han hecho, una protagonista que sufre en silencio su cáncer y su agónico amor imposible, un protagonista que de la noche a la mañana siente un amor que le ahoga y no para de repetirlo, un desenlace final que, desde mi punto de vista, debería haber acabado como parece que acaba, pero que da una vuelta de tuerca que sé que habrá contentando a muchas pero que no concibo salvo para redondear la novela. Y todo eso aderezado con párrafos y más párrafos de descripciones y explicaciones de los sentimientos de todos los personajes para llevarte, como digo, de la nariz para que comprendas un argumento que ni he comprendido, ni me ha convencido, ni me ha emocionado, ni me he creído, y que me ha parecido frío y carente de toda la sensibilidad que un día creí encontrar en la autora de manera espontánea y no forzada como aquí he sentido que era. Me ha parecido un folletín manipulador creado para arrancar emociones. Demasiadas. Tantas, que en mi caso no lo ha conseguido. 

La escritura, más o menos ya lo he apuntado, es diferente, más fría, menos fresca, mucho menos sensible. Y sí, el libro está bien escrito, porque sí, Ángeles sabe escribir, pero ese mérito es el que se espera de un escritor, y aunque se agradece en los tiempos que corremos donde todo vale si vende, no es consuelo.

Desde luego, para mí, y en eso estoy de acuerdo con la catalogación de la editorial, esto no es una novela romántica. Y me da igual que haya historia de amor, algo que en muchos libros hay y no por eso se encuadran en la categoría de románticos. Solo sé que no me ha gustado. Como también sé que estaré en minoría y que habrá quienes no compartan mis opiniones. A lo mejor soy una insensible, o demasiado realista, o escéptica, o poco proclive a que me metan con cucharón tantas historias juntas para tocarme la fibra. Y sé que tardaré mucho en dejar de sentir una pena y una desilusión tan grande como la que siento en este momento porque me he llevado un enorme chasco. 

 Mi única buena nota se la doy a la edición del libro, perfecta, cuidada y preciosa en todos los aspectos.

 

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