La antigua institutriz Jane Wood tenía poco tiempo; no
quería que terminase su cuento de hadas en el continente. Por eso esperaba la
llegada de su jefe, Richard Farren, duque de Aston, con miedo...
Para el viudo Richard, la imagen de la tímida y mansa
señorita Wood le parecía irreconciliable con la de la apasionada y
despreocupada Jane. Ver Venecia a través de sus ojos le abrió la mente y el
corazón a la vida y sus placeres.
Sin embargo, una siniestra amenaza pendía sobre su
felicidad; para proteger a Jane, Richard tendría que superar los demonios de su
pasado y persuadirla para que se convirtiera en su esposa...
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Sinceramente, por la presentación de la sinopsis, esperaba
un tipo de novela distinto al que al final resultó tras su lectura. En su favor
cuenta con una sencillez narrativa, un personaje masculino un tanto atípico y
una ambientación distinta. Sin embargo, y aunque me ha reportado una tarde
entretenida, no ha llegado a convencerme.
El amor que surge entre los protagonistas se me ha hecho
meteórico y un tanto incomprensible. Después de 10 años en los que Jane Wood ha
trabajado como institutriz de las hijas del duque sin que en ningún caso
surgiera la mínima chispa entre ellos, me ha resultado increíble ver como este
duque, viudo y aun enamorado de su difunta esposa, vuelve los ojos hacía Jane y
acaba enamorado como un chaval en poco más de una semana. Sin duda Venecia debe
de tener una atmósfera especial ya que a la seria y práctica Jane le ocurre lo
mismo, consiguiendo que, en pocos días, se olvide del decoro y llegue al punto
de entregar su virtud con relativa facilidad. Claro que no debería sorprenderme
después de comprobar que ha casado por la vía rápida, esos sí, enamoradísimas,
a sus dos pupilas. Y si a esto aun hay que añadir a un pretendiente italiano
con la extraña fijación de conseguir arrebatarle a la protagonista su
virginidad, y la inesperada reacción de las hijas del duque cuando los
descubren en la cama, y ....
En conclusión: creo que sobra decir que esta es una de esas
novelas que es mejor leer sin reflexionar. Solo así se puede disfrutar de la
evasión que procura su sencilla lectura y sus, un tanto atípicos protagonistas.
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