martes, 4 de marzo de 2014

El juego de la inocencia, Marisa Sicilia

Después de tantas novelas románticas como llevo a mis espaldas tengo muy claro lo que me gusta y lo que no. En primer lugar, quiero que la novela que haya elegido para leer esté bien escrita. Y El juego de la inocencia, sin duda alguna, lo está.

Ya sé que para muchas lectoras lo importante es la historia, pero saber narrarla marca la diferencia de lo que es literatura y lo que no. Y si me venden una novela quiero una novela. Sinceramente, ha sido una gozada poder disfrutar de esta hermosa historia sin la distracción constante de tropezarse con palabros o expresiones que no corresponden a la ambientación de la obra o ahogada por el exceso o la falta de signos de puntuación. Y más aún, poder dejarme llevar por su ritmo ágil y fluido, con su perfecto equilibrio entre diálogos y descripciones y su lenguaje sencillo. Ay, qué fácil y ameno resulta leer, si el escritor sabe hacer su trabajo y así se lo propone.

Y al igual que quiero que una novela esté bien escrita, necesito creerme sus personajes. No me basta que me digan que son tal o cual, tengo que sentirlo. Necesito que sus reacciones respondan a una lógica.
Pues bien, en El juego de la inocencia no he tenido mayor problema para "ver y sentir" a sus personajes. Louis de Argenteuil es y reacciona tal cual lo presenta su autora. Sí, es odioso y como tal he llegado a odiarle. De la misma forma que Hèlene es inocente y buena, con lo que se ganó mi corazón desde el primer momento. Pero lejos de convertirse en representaciones estáticas de cartón piedra, cuando el devenir de los acontecimientos les instó a evolucionar crecieron ante mis ojos. Pude observar su transformación, entender sus motivos, compartir sus dudas, gozar y sufrir con ellos.

De igual importancia que lo anterior, es la capacidad que tenga la autora de provocar mi interés. Quiero, necesito historias que me enganchen, y un lechuguino de marca mayor como Louis te pega a las páginas con loctite. Primero, porque buscas con ahínco ese rasgo de bondad que él parece empeñado en no mostrar, y una vez que te das cuenta de que no lo vas a encontrar, porque ardes en deseos de que reciba unas cuantas cucharadas de su propia medicina (y en algunos momentos, hasta el frasco entero).

Y en cuanto a las escenas de amor carnal, a las que tanta importancia se les concede en los últimos tiempos, necesito que me transmitan también sentimientos. Me da igual las posturas o inclinaciones perversas que me presenten siempre que tras ellas perciba: deseo, duda, necesidad, amor...¡algo! Si no es así, me aburren hasta el infinito y más allá. Así que después de tanto manual de mecánica como ponen en el mercado, encontrar una novela como esta ha sido un placer. Incita, pero también emociona; describe, pero también da margen a imaginar, a reflexionar y, sobre todo, a sentir.

Sorpresa, enfado, sufrimiento, deseo, emoción, provocación....He pasado por muchos estados y el resultado final no podía haber sido mejor. Son muchas las novelas que he leído y, muchas, las que mi memoria ha borrado. Pero El juego de la inocencia es una de esas novelas que consiguen hacerse inolvidables. Preciosa historia, original propuesta... ¡Qué gozada!

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