Libro 13 de la serie Malloren.
Dulce seducción pertenece, según su autora dice, a la serie "Malloren y amigos", llamado así porque empezó con cinco libros sobre la familia Malloren, que está regida por el marqués de Rothgar. Desde entonces ha escrito ocho libros relacionados de una u otra forma con los Malloren.
Peregrine Perriam (Perry) ha sido nombrado por su primo heredero de la propiedad familiar Perriam Manor. Sin embargo, para que pueda disfrutarla, han de darse una serie de condiciones, la primera de todas casarse con Claris Mallow. El problema es que Perry no quiere casarse con nadie, pero tampoco quiere perder la propiedad. Una propiedad que la rama de su familia está loca por volver a recuperar y, muy especialmente, su tirano padre.
Claris Mallow tampoco tiene ningún interés en casarse. El recuerdo del horrible matrimonio de sus padres es motivo suficiente para negarse a perder su libertad. Siendo apenas una niña, y tras la muerte de su madre, se hizo cargo de sus hermanos gemelos que ahora tienen ya once años. No tiene una vida maravillosa, de hecho su economía y su casa dejan mucho que desear, pero ha luchado mucho para proteger su vida y la de sus pequeños hermanos, y está relativamente satisfecha con el hogar que ha creado para ellos y que comparte con su abuela y una amiga de esta.
Perry está desesperado por casarse y así conseguir Perriam Manor, y Claris se da cuenta de las ventajas que obtendría de realizar este matrimonio. Plantea sus demandas para dar su consentimiento a la boda y Perry accede a todas. Para los dos es un arreglo perfecto.
Jo Beverley escribe historias maravillosas, muy bien pensadas y trabajadas que nunca me decepcionan. Sea cual sea el tema que plantea, sus investigaciones son tan minuciosas que siempre aprendo cosas nuevas con ella. La ambientación de esta novela, como siempre, es excelente y es tal la capacidad de esta autora para contar, para narrar, para explicar, que casi puedes ver las casas, los espacios, el entorno, las situaciones y la ropa que visten los personajes.
Hay un montón de personajes secundarios muy bien dibujados: la abuela (un mujer intelectual de la nobleza que no tiene ni pizca de instinto maternal y que abandonó a su marido y su hijo para vivir su vida y sobrevive haciendo remedios caseros a base de hierbas), la adorable amiga y compañera de la abuela, el padre horrible y tirano de Perry... y, por supuesto, los cameos de adorados Malloren, Rothgar, Ashart y otros.
El quid de la historia y lo que la hace diferente a otras es una maldición, y si bien los dos protagonistas saben que creer en tal cosa es ridículo, sí les sirve (o les obliga) para investigar en el pasado de la tía y la madre de Claris. Esta circunstancia les coloca en situaciones que provocan el acercamiento entre ellos, la resolución de sus problemas y madurar ambos como personas y pareja, a pesar de todos los defectos, miedos y carencias de los dos.
Claris es una heroína fuerte y tenaz, pero a la que cuesta mucho trabajo cogerle cariño y comprenderla de primeras. Es muy cabezota y demasiado dura con Perry. Me ha resultado una mujer muy difícil, aunque entiendo sus miedos a perder su libertad y a ser controlada. Perry es un héroe de novela adorable, pero diferente a los protagonistas que estamos habituadas a leer. Es el hijo menor de un conde que vive gracias al estipendio que le da su padre, a las relaciones que tiene gracias a su familia y, por supuesto, a su trabajo para el rey. No es hasta que se enamora de su esposa que se plantea hacer frente a su padre, aun a riesgo de perderlo todo.
Al final, la relación entre Perry y Claris que empezó como una aventura y un intercambio de intereses que favorece a ambos, termina siendo una bonita historia de amor, ilusión y esperanza.
No es esta una novela para leer con prisas o queriendo acabarla en un suspiro. Es una novela trabajada y larga, pensada y confeccionada para leer dedicándole tiempo. Lo cierto es que a mí esta autora me gusta mucho y desde que inicié su lectura me quedé pegada a sus páginas. Me ha encantado.
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