Está estupendamente narrada y las descripciones son tan vívidas que me ha parecido estar dentro de esa iglesia, oler la putrefacción y notar que mis pies se hunden al caminar. Hacía mucho que no sentía esa sensación inquietante de que algo maléfico te está rodeando mientras tus ojos pasan rápidos por las letras de un libro. Con esta novela he tenido la piel de gallina en muchas ocasiones.
Los personajes, bien descritos, consiguen llegar al lector que, sin darse cuenta, hasta charla con ellos. Podría hablar de todos y cada uno de ellos, porque lo merecen, pero destacaré solo a unos pocos: el padre Félix, con una fe inquebrantable que le hace arriesgar la vida; el padre Ernesto, al que esa fe le ha abandonado y quiere colgar los hábitos, pero que reacciona a tiempo; J. Antonio, un padre de familia que ve cómo su mundo se viene abajo y es capaz de todo con tal de salvar a los suyos; Fernando, un jefe de obras mal hablado pero directo, de los que dicen lo que piensa y que me ha caído genial; Said, un musulmán que da la sorpresa al final, para mí el personaje más tierno de todos.
Una iglesia maldita, el descubrimiento de una cripta, la aterradora talla de un Cristo, prácticas antiguas que intentaron vence al Mal, un misterioso libro, la extraña muerte de un sacerdote, una niña poseída, un acérrimo seguidor de la palabra de Dios…
La novela, además, habla de amor, de entrega, de la situación de los profesores ante alumnos conflictivos, de secretos que deben seguir siéndolo. Hace, en fin, que nos replanteemos muchas cosas que nos enseñaron de pequeños.
Una novela que recomiendo al 100%
Ojalá la llevasen a la pantalla, porque lo merece.
Gracias, Alberto, por hacerme pasar una horas deliciosas… y acongojantes.
Nieves
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