No sé por dónde empezar a contar mis sensaciones leyendo esta novela. Necesitaría varias páginas porque han sido tantas que continúo acelerada… y flotando.
El diario encontrado junto al cadáver de un francés, componente de la expedición a la selva peruana donde, según la leyenda Francisco de Orellana buscaba El Dorado, es la punta de iceberg de una aventura increíble.
Un grupo desaparecido en el que se encuentra el hijo de un multimillonario que hará todo por recuperar a su heredero; un periodista sorprendente, que consigue desvelar unos cuantos secretos; un fotógrafo especializado en reportajes de guerra, que pone chispa a la expedición; una mujer que, lejos de ser ratón de despacho, demuestra que se desenvuelve en otros campos; un sacerdote capaz de cualquier cosa con tal de ayudar a desentrañar el misterio, aunque sea saltándose las normas; narcotraficantes que tienen cuentas pendientes con un grupo especializado de mercenarios, Hydra, encargados de encontrar al hijo de LeVu. Un psicópata que pone los pelos de punta… Pero hay más, mucho más entre esas páginas.
Adquirí la novela porque el argumento me llamaba y me encanta la narrativa del autor (Wilbur Smith se me ha quedado en segundo lugar), pero reconozco que no esperaba encontrarme inmersa en una aventura de este calibre. Porque no es solo un viaje a través de la selva visto desde la comodidad de nuestro sofá. Esta novela es sudar, sentir miedo, necesidad de salir a escape en algunos tramos. Se vive con tanta intensidad que te encuentras dentro de la historia, eres un miembro más del grupo, te aterras con el «demonio negro», abres los ojos como platos cuando descubres una ciudad perdida, se te pone la carne de gallina cuando encuentras algo increíble y alucinas en colores cuando sabes quién lo ha construido.
Alberto sabe combinar las emociones, el misterio y la aventura. Y hasta pone un toque de romanticismo que completa una paleta de colores fascinante.
Solo puedo recomendar esta novela. Son 870 páginas de adrenalina al cubo.
Nieves
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