Un retrato inolvidable de unos personajes atractivos y contradictorios.
Una historia con las características de las grandes narraciones de las últimas décadas.
Lauren Willig, cuyos bestsellers aparecen siempre en las listas de los libros más vendidos del New York Times, teje en Ashford Park una red de deseo, poder y pérdidas que nos lleva desde los cerrados círculos de la sociedad británica hasta los rascacielos de Manhattan y las arenosas colinas rojizas de Kenia, y desde la Primera Guerra Mundial hasta el mundo de hoy.
Ashford Park es una novela de la que no te puedes despegar aunque lo intentes, porque la autora tiene una narrativa estupenda que no decae en ningún momento, con giros y personajes interesantes y bien perfilados.
La historia nos relata los más oscuros secretos de una familia. Como es lógico, esos secretos salen a la luz años después, dando paso a unas situaciones comprometidas.
Addie sufre la pérdida de sus padres en 1900 siendo ella una niña pequeña. La envían a vivir con un tío con título nobiliario al que no conoce. De inmediato se da cuenta de que no es bien acogida, ella nada tiene que ver con esa familia y siente que no es bien recibida, sobre todo por su tía. Sin embargo, sí hay una persona que le muestra su apoyo, su prima Bea. Es gracias a ella que encuentra un poco de paz en un lugar inhóspito y tan diferente al que hasta ahora ella conoce.
La dos niñas se crían juntas, se llevan bien, pero son muy distintas, Addie siempre va a remolque de su prima, aceptando todo cuanto ella dice. El tiempo pasa y Bea, por su forma de ser, acaba cayendo en el escándalo, algo que atormentará a Addie por diferentes motivos.
Saltamos en el tiempo para conocer a Clemmie, la nieta de Addie, que está poniendo todo su empeño, y a punto de conseguir, formar parte del bufete de abogados donde trabaja. Vive centrada en su trabajo y al mismo tiempo trata de olvidar que acaba de romper su compromiso. En su lucha por triunfar, abandona un poco a la familia y solamente cuando en la fiesta del 99 cumpleaños de su abuela la ve tan mayor y enferma, se da cuenta de su error. Y es cuando empieza a preocuparse de su abuela y cuando comienza, como consecuencia de una conversación con el hijastro de su tía Anna, a tratar de descubrir secretos de la familia antes de que sea demasiado tarde. Secretos del pasado, encubiertos pero nunca olvidados.
No voy a contar más del argumento, pero sí me gustaría decir que es muy fácil meterse en la piel de los personajes. La narrativa, en general, es fluída y muy amena y está escrita de una forma que casi se pueden ver los gestos de los personajes, los lugares y sus sentimientos. Es casi como si estuvieras a su lado y, a veces, hasta te dan ganas de echarles una mano o apuntarles alguna cosa. Es cierto que ha habido ocasiones en las que las descripciones me resultaban excesivas y los saltos en el tiempo, contando innumerables cosas entre medias, resultaban un poco agobiantes. No obstante, era imposible abandonar la lectura por la imperiosa necesidad de querer saber lo que venía a continuación.
La novela no está catalogada como novela romántica y desde luego no lo es, así que si alguna espera encontrar una historia similar a la de los otros libros que hemos leído de esta autora, que se olvide. Lo que sí encontramos es el buen hacer de su escritora, la cuidada documentación y el esmero que la caracterizan. A pesar de no ser una novela romántica, sí la recomiendo a todas aquellas que quieran, hartas ya de leer libros vacíos de contenido, algo interesante, bien escrito y con sustancia. Yo lo he disfrutado. No sé si por el salto en la época, porque evoca un pasado oscuro y un misterio o porque estaba necesitada de una lectura diferente e inteligente.
Tiene misterio, sí y aunque resulta bastante previsible, no por ello le quita interés. Como ya digo, romance hay más bien poco, pero es una novela del todo recomendable.
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