martes, 21 de mayo de 2013

Un verano que nunca volverá de Judith Kinghorn

En el verano de 1914 la inocencia de la joven Clarissa Granville está a punto de llegar a su fin. Criada en el lujoso y confortable ambiente de la aristocracia inglesa, Clarissa ha sido bendecida con la abundancia y la felicidad. En vísperas de su decimoséptimo cumpleaños, la propiedad rural de la familia se engalana para celebrar una excitante fiesta. Y es allí, en el escenario de sus juegos de niñez, donde Clarissa ve por primera vez a Tom Cuthberth, el hijo de la ama de llaves. Apuesto, enigmático... y plebeyo, Tom es un hombre decidido a conseguir lo que quiere, y lo que quiere, en el mismo momento en que sus ojos se cruzan con los de ella, es a Clarissa. Pero las rígidas convenciones sociales y la madre de Clarissa maldicen su amor. Cuando las autoridades políticas anuncien el inicio de la Primera Guerra Mundial Clarissa y Tom se verán arrastrados por las terribles circunstancias del momento y tratarán de mantenerse fieles a sí mismos y a un amor que nació al cálido abrigo de un verano que nunca volverá.

Desde que leí la sinopsis de esta novela este libro me llamó poderosamente la atención. Tal vez por el escenario en el que se desarrolla la historia y quizá también por la necesidad de darle la oportunidad a una autora nueva que me dio muy buenas viblaciones. Lo que no esperaba encontrar era lo que para mí, por lo general, suele ser un plus añadido: está escrito en primera persona.

La sinopsis detalla muy bien lo que nos vamos a encontrar, así que, salvo abundar un poco en ella, poco más puedo contar sin desvelar la trama y quitarle emoción.

Es Clarissa quien nos cuenta su historia desde el día en el que conoce a Tom y hasta que al final consiguen estar juntos. De su mano vamos viendo cómo su acomodado mundo se va desmoronando a consecuencia del paso por su vida de la Primera Guerra Mundial. No solo va perdiendo las ilusiones, sus sueños y la feliz existencia que hasta ahora había tenido, sino también a sus seres queridos, trozos de su alma y la posibilidad de vivir su gran historia de amor.

Pero vamos por partes.

Clarissa es una niña bien, educada para hacer un buen matrimonio, respetar los deseos de sus progenitores y hacer lo que se espera de una mujer de su posición. Desde que conoce a Tom él es todo su mundo.

Tom es el hijo del ama de llaves, pero a pesar de su posición estudia en la Universidad de Oxford y tiene, además de carisma y tesón, grandes sueños y muchas ambiciones. Desde el mismo instante en el que pone sus ojos en Clarissa, ella es todo lo que quiere.

Ambos saben que su amor es imposible debido a su diferente estatus social. Pero por si ellos no lo tuvieran lo suficientemente claro, la madre de Clarissa se encarga del asunto.

Estalla la guerra y todos los jóvenes se marchan a luchar en ella. A partir de ahí, el mundo que Tom y Clarissa conocen se hace trizas y su historia de amor, llena de sueños, promesas y de por sí difícil, se vuelve inalcanzable.

Con una bellísima prosa, una ambientación estupenda y real, una sensibilidad infinita y un ritmo de escritura vivaz pero con un deje de melancolía, vamos descubriendo la historia de amor imposible de esta pareja, enamorada más allá de todo, separada por los convencionalismos sociales y por las circunstancias del tiempo que les toca vivir. Vemos como sobreviven y reconstruyen su existencia por separado, cada uno con los pedazos que les quedan pero siempre con el recuerdo del otro, con la esperanza cada vez más lejana, con la tristeza, la angustia y el vacío.

No es esta el tipo de novela romántica que estamos acostumbradas a leer. Aunque el eje central de la novela es la historia de amor de Tom y Clarissa, en ese eje se encuentran también los años en los que se ambienta la historia, la diferencia de clases, los cambios sociales, las vidas y secretos del resto de personajes cuyo papel es importante y fundamental para tejer la trama. Es la historia de una época, de una juventud perdida, confusa, rota y devastada por por las circunstancias, de unas gentes que se adaptan como pueden a una vida marcada por los acontecimientos.

Es una historia con música de charlestón y jazz. Es una novela para leer despacio, para escuchar a Clarissa contarla, para verla en blanco y negro con esa interferencia que cruza y parpadea en la pantalla cuando ves una peli antigua y desgastada. Una historia para sentirla, sufrirla, vivirla y suspirar feliz, por fin, con el deseado dulce final.

A mí me ha encantado.


  

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