miércoles, 19 de agosto de 2020

Una extraña locura, de Laura KInsale

Siete años de correspondencia sencilla y agradable entre Follie Hamilton y el primo de su esposo, el teniente Camboume, acaba por convertirse en una pasión para la joven. Su desbordante y fantasiosa imaginación la hace verle como un héroe, aguerrido y fascinante.

Él no tiene idea de la escondida pasión de la muchacha.

Follie enviuda y el teniente regresa al hogar, a Londres. Y lo que para ella ha sido un hombre de ensueño se transforma en un sujeto extraño, casi demente, que consigue atemorizarla… y embelesarla.

Hace tiempo vi una película que me recuerda en parte a esta novela. También hay una correspondencia de por medio, pero en la pantalla eran versos preciosos los que se intercalan los protagonistas. A pesar de la diferencia no he podido dejar de acordarme de la otra historia.

También me ha recordado otra novela, no recuerdo el título, en que el protagonista vuelve de la guerra destrozado anímicamente, justo lo que la chica no espera después de habérsele imaginado aguerrido y triunfante. Son por tanto dos coincidencias. Pero debe aclarar que no me han obligado a menospreciar esta novela ni por un momento.

La historia empieza cuando, casi accidentalmente, Robert Camboume tiene que escribir una carta sobre algunos asuntos de bienes y esa carta es contestada por la esposa de su primo Charles, una muchacha muy joven e inocente.

Poco a poco, las cartas que empiezan siendo inocentes se van convirtiendo en algo más, se conocen a través de ellas y Robert acaba enamorándose de Follie hasta el punto que en una de esas misivas lo revela llamándola mi dulce locura.

Pasa el tiempo, Follie ha quedado viuda al morir su esposo, el primero de Robert, y éste regresa al hogar. Follie está ilusionada por que él le cuente sobre la India y loca por ver al que ella imagina como un caballero andante, un soldado de prestigio, un hombre ideal.

Lejos de mostrarse como un inventivo hombre de letras, Robert regresa serio, extraño y casi amargado. Además, trastoca los pensamientos de la protagonista porque tan pronto le deja notas exquisitas como se comporta frío y distante. Incluso llega a decirle a ella que se ha quedado a cargo de su hijastra, Melinda, que o acatan sus órdenes o no les pasará dinero.

Algunas veces piensas que está loco. Como es normal, Follie empieza a temerle, aunque a fascinación que siente por él puede más que su extraño modo de comportarse.

Robert es un personaje fascinante, tierno y frío, sensible y distante, misterioso, intrigante. Un enigma total que te atrapa. Está enamorado de Follie, pero ha tenido una experiencia nefasta anteriormente y no quiere volver a sufrir por una mujer, de ahí que su comportamiento no se entienda. Pero simplemente tiene miedo. Miedo de sentirse atado, de no dar la talla. Esto le hace más humano porque vemos la batalla interior y sus sentimientos encontrados.

Folie es una muchacha deliciosa, modesta, con fuerza, deseosa de que un hombre la ame de verdad porque en su matrimonio no fue el caso. Por eso las cartas intercambiadas con Robert le acercan a él y acaba enamorándose de un hombre al que realmente no conoce.

Los diálogos me han parecido estupendos, ingeniosos.

El único punto en contra que he podido encontrar es que, a mi modo de ver, le sobran páginas, porque el tema podría haber quedado resuelto mucho antes.

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