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domingo, 27 de diciembre de 2009

Aguas quietas de Tami Hoag

Cuando Elizabeth Stuart buscaba un lugar tranquilo y pacífico para vivir con su hijo, Arroyo Quieto le pareció ideal. Enclavada en le corazón de exuberantes granjas de una comunidad amish, esa pequeña e idílica población de Minnesota le permitiría dejar atrás un desgarrador divorcio. Por eso, cuando el cadáver de un hombre asesinado cae literalmente a sus pies, se desencadena para ella una serie de conflictos… en especial con Dane Jantzen, el arrogante sheriff cuyos ojos azules dan la impresión de penetrar sus secretos más íntimos. Lo que ninguno de los dos imaginaba era la pasión arrolladora que los envolvería en cada uno de sus encuentros.

Muy pronto Elizabeth refutaría todas las suposiciones de Dane, sobre todo la de que él está muchísimo mejor y más feliz sin amor. Pero mientras ambos arriesgan todo para descubrir la verdad, la maldad reinante amenaza con arrastrarlos en su remolino.

Arroyo Quieto, donde transcurre la historia, es sin duda coprotagonista de la novela, un pueblo idílico, en el que nunca pasa nada. Sus habitantes, en apariencia, son gente buena y tranquila que se conoce desde siempre. Los “ingleses” conviven con los amish sin mezclarse y los turistas visitan la zona para ver a esos extraños personajes que visten como en el siglo XIX, se pasean en calesas, trabajan de sol a sol, y para los que comprar un tractor, es un pecado imperdonable. Solo un terrible suceso puede romper esa placidez, el asesinato de un destacado miembro de la comunidad.

El sheriff Dane Jantzen, nuestro protagonista masculino, es digno descendiente de aquellos noruegos que colonizaron Minnesota, jugador de fútbol retirado (cómo me gustan los deportistas) y niño mimado de la localidad. La autora nos lo describe como un dios vikingo alto, de hombros anchos y muslos poderosos de jinete (¿qué me pasará a mí con los muslos poderosos?) Dane, como nadie es perfecto, tiene un defecto, no quiere compromisos, ya que su mujer le abandonó cuando por culpa de una lesión, tuvo que dejar la vida glamourosa del deportista rico y famoso. Por eso, en cuanto aparece Elizabeth, desconfía de ella, viene a turbar su comodidad.

Elizabeht Stuart, se acaba de divorciar de un conocido empresario de Atlanta. Apabullada por las mentiras que su marido ha vertido en la prensa, decide trasladarse a Arroyo Quieto, acompañada de su conflictivo hijo adolescente y precedida por su mala fama. Lleva toda la vida metiendo la pata en sus relaciones. Poco después de llegar, tropieza con un hombre degollado. ¿Por qué le iba a acompañar la suerte en esta ocasión? De ninguna manera, sobre todo cuando por casualidad, descubre que el muerto, un despreciable usurero, prestaba dinero a algunos de sus convecinos para fines poco claros y lo archivaba todo en una libreta que no aparece por ninguna parte.

Tami Hoag sabe elaborar estupendas tramas policiales, complicadas y minuciosas, con el valor añadido del atractivo de sus protagonistas masculinos. Es como si a un libro de Sandra Brown le hiciéramos unas cuantas correcciones, profundizando en el carácter de sus personajes y en el entorno en el que se desarrolla la historia. Sin que me oiga Sandra, que es una de mis autoras favoritas, las novelas de Tami Hoag me parecen mejores, más serias.

Aguas Quietas es una buenísima novela, probablemente la más romántica que ha escrito esta autora junto con Falsa alarma. En sus otros libros: Pecados nocturnos, Culpable como el pecado, El incinerador y Una línea sutil aunque también hay una bonita historia de amor, la trama policial tiene más peso. Yo las recomiendo todas.




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