Libro 2 de la Serie "Coleman"
Han pasado ya veinte años desde el dramático viaje a Texas narrado por Sandra Brown en “Un largo atardecer”. En aquel entonces, el nacimiento de Banner unió para siempre los destinos de Lydia y Ross. Ahora Banner es ya una joven atractiva y sensual, que despierta encendidas pasiones en los hombres. No obstante, su primer intento de boda acaba en desastre: el novio, ya ante el altar, es reclamado por una antigua amante que espera un hijo de él. Banner, despechada, se fija entonces en Jake, un curtido y maduro cowboy, capataz del rancho de sus padres e íntimo amigo de la familia. Pero a causa de la diferencia de edades y de los celos de anteriores pretendientes, el idilio transcurre por tortuosos derroteros.
Puede contener spoilers
Muchas lectoras de Un largo atardecer me habían dicho que una vez que leyera este libro tardara un poco en leer esta segunda entrega de Los Coleman. También muchas de ellas me habían dicho que el primer libro era mucho mejor este. Desde que supe de estas dos novelas siempre vi que existía una cierta rivalidad entre las defensoras del primer libro y las que se decantaban por el segundo. Pues bien, yo me los he leído los dos seguiditos y los dos me han encantado.
Vamos por partes.
Un largo atardecer es una auténtica joya de la novela romántica del oeste. Hay que ser una estupenda escritora para desarrollar toda la trama en un escenario tan escaso como es un viaje en una caravana y que dé como resultado una historia trepidante y buenísima. Hay que echarle muchos bemoles para, una vez conseguido eso, hacer una segunda parte con prácticamente los mismos personajes 20 años después, y conseguir también un novelón. Pero, sobre todo, hay que tener un par de ovarios para, concluyendo la novela, rizar el rizo de tal forma que las lectoras que quedaron prendadas del primer libro y enamoradas de la primera pareja, quieran seguir leyendo las novelas de esta autora y no la borren para siempre de su lista de autoras de novela romántica. ¡Caramba con Sandra Brown! Menos mal que yo ya iba avisada…
Han pasado 20 años y Ross y Lydia Coleman se han establecido en las tierras que a Ross le cedió el viejo que muchos años atrás le ayudó a iniciar una nueva vida. La familia ha prosperado mucho y aquella pareja que sufrió mil y una vicisitudes, ahora tiene al fin un hogar feliz.
Mamá y el menor de sus hijos se han ido a vivir con Los Coleman después de que Mamá haya perdido a otros dos de sus vástagos y además haya quedado viuda.
El hijo de Ross, Lea, aquel a quien Lydia amamantó en su día, tiene ahora una preciosa hermanita, Banner, de 18 años que está a punto de casarse con un joven al que adora. Banner es la niña de los ojos de Ross y si bien es cierto que ni él ni Lydia hubieran elegido a ese muchacho para su hija, puesto que consideran que su carácter es demasiado débil para la impetuosidad de la joven, también es verdad que tiene un negocio muy rentable y que a Banner no le va a faltar de nada, además de que la niña está colada por él.
Priscilla, aquella muchacha que mientras que la caravana hacía su ruta descubrió los placeres de la carne a Bubba (Jake), regenta ahora El Jardín del Edén, el prostíbulo más importante de Texas. Jake de vez en cuando visita su local, aunque jamás ha vuelto a acostarse con ella pues no olvida que la misma noche que perdió su virginidad mataron a su hermano. Priscilla es una mujer fría y calculadora, poseedora de una gran fortuna, que sigue intentando volver a meter a Jake en su cama.
Y en El Jardín del Edén hace una parada Jake cuando va de camino a casa de Ross y Lydia para asistir a la boda de la pequeña Banner. Jake siempre ha adorado a Lydia, algo que no es ningún secreto para Priscilla, y Ross siempre ha sido para él su mejor amigo.
Jake lleva una vida errante y a pesar de las veces que el matrimonio Coleman le han ofrecido un puesto de trabajo en su casa, él siempre ha denegado la oferta. En su alma guarda demasiados secretos, demasiados pecados, demasiada culpa, demasiado dolor…
Banner, desde su nacimiento, sólo ha conocido la dicha y la alegría en su casa. Es una muchacha preciosa y con un carácter mezcla de sus dos progenitores. Acostumbrada a ver el cariño que se profesan sus padres está deseosa de compartir con Grady, su futuro marido, su vida y su cuerpo. Se acerca el día de su boda y por fin su deseo va a hacerse realidad, pero…
Llega el momento de la boda y un tiro hiere en el hombro a su futuro esposo: un padre arrastra a su hija embarazada y reclama al novio como padre del futuro bebé. La boda se suspende y Banner queda destrozada y humillada.
La que tenía que haber sido su noche de bodas se convierte en una triste noche en la que se encuentra sola en su cama con su camisón virginal. Quiere tomar las riendas de su vida, convertirse en mujer… Jake está en el establo… Jake, aquel hombre amigo de su familia, por quien siempre ha sentido adoración… Jake es el único que puede ayudarla a sentirse bien… No se lo piensa dos veces y va en su busca. Para Jake ella es una mocosa a quien ha tenido en sus brazos, con quien ha jugado… Para Jake, Banner es una niña, aunque…
Al día siguiente, Banner reclama a su padre la tierra y la casa que iba a ser su regalo de boda porque decide establecerse sola y demostrar a todos que no necesita a nadie y que puede salir adelante sin ayuda de ningún hombre. Pero sus padres le ponen una condición: Jake será el capataz de su pequeño rancho y se irá con él o no se moverá de casa.
Así comienza una preciosa novela con una dulce y tierna historia de amor. Una novela donde aún faltan por aclarar misterios y secretos que quedaron inconclusos para muchos de los actores de la historia; donde Banner no conoce el origen de sus padres ni las partes más oscuras de sus vidas y tendrá que hacerlo de la manera más cruel. Una novela en la que hay celos, traiciones, venganzas, intrigas, inocencia… Donde los jóvenes que suponen la nueva generación y que no han conocido la maldad, las penurias o el odio, deberán enfrentarse a todo ello… Una novela en la que Sandra Brown nos pega un sopapo de realismo y se queda tan ancha.
Quizá, Un largo atardecer tiene una trama mucho más trabajada, mucho más dura, mucho más consistente, mucho más original. Es posible que la historia que se cuenta en Un nuevo amanecer sea mucho más forzada y, desde luego, esta segunda parte bebe durante toda la novela de las vivencias que se forjaron en el primer libro de la serie. Sin embargo a mí me ha gustado más este libro. Casi con toda seguridad se debe a la personalidad del protagonista, pues Jake es el tipo de hombre fuerte y tierno que a mí me gusta hallar en los libros románticos.
No soy capaz de entender como la autora, concluyendo una historia que podía haber sido un estupendo colofón a la serie, decide ser tan sádica con las lectoras del género romántico. No comprendo a santo de qué en las últimas páginas hace lo que hace. ¿Tal vez no vio otra forma de desarrollar el desenlace y que todos confesaran lo que durante tanto tiempo callaron? ¿Querrá recordarnos que ella escribe historias que son como la vida misma? ¿Tendrá una vena perversa? Supongo que habrá un poco de todo. Imagino que ha tratado esta novela como un libro aparte y ha ignorado que las lectoras de novela romántica mantenemos a nuestros héroes siempre guapos y jóvenes, viviendo felices y comiendo perdices. No sé si aquellas que quedaron prendadas de Un largo atardecer podrán perdonarla algún día.
Por mi parte, recomiendo vivamente los dos libros, ahora bien, si tengo que elegir y aun sabiendo que estoy en minoría, me decanto por Un nuevo amanecer.
Han pasado ya veinte años desde el dramático viaje a Texas narrado por Sandra Brown en “Un largo atardecer”. En aquel entonces, el nacimiento de Banner unió para siempre los destinos de Lydia y Ross. Ahora Banner es ya una joven atractiva y sensual, que despierta encendidas pasiones en los hombres. No obstante, su primer intento de boda acaba en desastre: el novio, ya ante el altar, es reclamado por una antigua amante que espera un hijo de él. Banner, despechada, se fija entonces en Jake, un curtido y maduro cowboy, capataz del rancho de sus padres e íntimo amigo de la familia. Pero a causa de la diferencia de edades y de los celos de anteriores pretendientes, el idilio transcurre por tortuosos derroteros.
Puede contener spoilers
Muchas lectoras de Un largo atardecer me habían dicho que una vez que leyera este libro tardara un poco en leer esta segunda entrega de Los Coleman. También muchas de ellas me habían dicho que el primer libro era mucho mejor este. Desde que supe de estas dos novelas siempre vi que existía una cierta rivalidad entre las defensoras del primer libro y las que se decantaban por el segundo. Pues bien, yo me los he leído los dos seguiditos y los dos me han encantado.
Vamos por partes.
Un largo atardecer es una auténtica joya de la novela romántica del oeste. Hay que ser una estupenda escritora para desarrollar toda la trama en un escenario tan escaso como es un viaje en una caravana y que dé como resultado una historia trepidante y buenísima. Hay que echarle muchos bemoles para, una vez conseguido eso, hacer una segunda parte con prácticamente los mismos personajes 20 años después, y conseguir también un novelón. Pero, sobre todo, hay que tener un par de ovarios para, concluyendo la novela, rizar el rizo de tal forma que las lectoras que quedaron prendadas del primer libro y enamoradas de la primera pareja, quieran seguir leyendo las novelas de esta autora y no la borren para siempre de su lista de autoras de novela romántica. ¡Caramba con Sandra Brown! Menos mal que yo ya iba avisada…
Han pasado 20 años y Ross y Lydia Coleman se han establecido en las tierras que a Ross le cedió el viejo que muchos años atrás le ayudó a iniciar una nueva vida. La familia ha prosperado mucho y aquella pareja que sufrió mil y una vicisitudes, ahora tiene al fin un hogar feliz.
Mamá y el menor de sus hijos se han ido a vivir con Los Coleman después de que Mamá haya perdido a otros dos de sus vástagos y además haya quedado viuda.
El hijo de Ross, Lea, aquel a quien Lydia amamantó en su día, tiene ahora una preciosa hermanita, Banner, de 18 años que está a punto de casarse con un joven al que adora. Banner es la niña de los ojos de Ross y si bien es cierto que ni él ni Lydia hubieran elegido a ese muchacho para su hija, puesto que consideran que su carácter es demasiado débil para la impetuosidad de la joven, también es verdad que tiene un negocio muy rentable y que a Banner no le va a faltar de nada, además de que la niña está colada por él.
Priscilla, aquella muchacha que mientras que la caravana hacía su ruta descubrió los placeres de la carne a Bubba (Jake), regenta ahora El Jardín del Edén, el prostíbulo más importante de Texas. Jake de vez en cuando visita su local, aunque jamás ha vuelto a acostarse con ella pues no olvida que la misma noche que perdió su virginidad mataron a su hermano. Priscilla es una mujer fría y calculadora, poseedora de una gran fortuna, que sigue intentando volver a meter a Jake en su cama.
Y en El Jardín del Edén hace una parada Jake cuando va de camino a casa de Ross y Lydia para asistir a la boda de la pequeña Banner. Jake siempre ha adorado a Lydia, algo que no es ningún secreto para Priscilla, y Ross siempre ha sido para él su mejor amigo.
Jake lleva una vida errante y a pesar de las veces que el matrimonio Coleman le han ofrecido un puesto de trabajo en su casa, él siempre ha denegado la oferta. En su alma guarda demasiados secretos, demasiados pecados, demasiada culpa, demasiado dolor…
Banner, desde su nacimiento, sólo ha conocido la dicha y la alegría en su casa. Es una muchacha preciosa y con un carácter mezcla de sus dos progenitores. Acostumbrada a ver el cariño que se profesan sus padres está deseosa de compartir con Grady, su futuro marido, su vida y su cuerpo. Se acerca el día de su boda y por fin su deseo va a hacerse realidad, pero…
Llega el momento de la boda y un tiro hiere en el hombro a su futuro esposo: un padre arrastra a su hija embarazada y reclama al novio como padre del futuro bebé. La boda se suspende y Banner queda destrozada y humillada.
La que tenía que haber sido su noche de bodas se convierte en una triste noche en la que se encuentra sola en su cama con su camisón virginal. Quiere tomar las riendas de su vida, convertirse en mujer… Jake está en el establo… Jake, aquel hombre amigo de su familia, por quien siempre ha sentido adoración… Jake es el único que puede ayudarla a sentirse bien… No se lo piensa dos veces y va en su busca. Para Jake ella es una mocosa a quien ha tenido en sus brazos, con quien ha jugado… Para Jake, Banner es una niña, aunque…
Al día siguiente, Banner reclama a su padre la tierra y la casa que iba a ser su regalo de boda porque decide establecerse sola y demostrar a todos que no necesita a nadie y que puede salir adelante sin ayuda de ningún hombre. Pero sus padres le ponen una condición: Jake será el capataz de su pequeño rancho y se irá con él o no se moverá de casa.
Así comienza una preciosa novela con una dulce y tierna historia de amor. Una novela donde aún faltan por aclarar misterios y secretos que quedaron inconclusos para muchos de los actores de la historia; donde Banner no conoce el origen de sus padres ni las partes más oscuras de sus vidas y tendrá que hacerlo de la manera más cruel. Una novela en la que hay celos, traiciones, venganzas, intrigas, inocencia… Donde los jóvenes que suponen la nueva generación y que no han conocido la maldad, las penurias o el odio, deberán enfrentarse a todo ello… Una novela en la que Sandra Brown nos pega un sopapo de realismo y se queda tan ancha.
Quizá, Un largo atardecer tiene una trama mucho más trabajada, mucho más dura, mucho más consistente, mucho más original. Es posible que la historia que se cuenta en Un nuevo amanecer sea mucho más forzada y, desde luego, esta segunda parte bebe durante toda la novela de las vivencias que se forjaron en el primer libro de la serie. Sin embargo a mí me ha gustado más este libro. Casi con toda seguridad se debe a la personalidad del protagonista, pues Jake es el tipo de hombre fuerte y tierno que a mí me gusta hallar en los libros románticos.
No soy capaz de entender como la autora, concluyendo una historia que podía haber sido un estupendo colofón a la serie, decide ser tan sádica con las lectoras del género romántico. No comprendo a santo de qué en las últimas páginas hace lo que hace. ¿Tal vez no vio otra forma de desarrollar el desenlace y que todos confesaran lo que durante tanto tiempo callaron? ¿Querrá recordarnos que ella escribe historias que son como la vida misma? ¿Tendrá una vena perversa? Supongo que habrá un poco de todo. Imagino que ha tratado esta novela como un libro aparte y ha ignorado que las lectoras de novela romántica mantenemos a nuestros héroes siempre guapos y jóvenes, viviendo felices y comiendo perdices. No sé si aquellas que quedaron prendadas de Un largo atardecer podrán perdonarla algún día.
Por mi parte, recomiendo vivamente los dos libros, ahora bien, si tengo que elegir y aun sabiendo que estoy en minoría, me decanto por Un nuevo amanecer.
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