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martes, 22 de mayo de 2012

Don Juan Tenorio, de José Zorrilla

José Zorrilla tuvo una vida parecida a la de uno de los protagonistas a los que estamos acostumbradas en romántica. Nació en Valladolid (1817), su padre era rígido, su madre piadosa y sometida. Se enamoró de su prima, la primera de una larga lista de amores. Se fugó de su casa estableciéndose en Madrid y se le empezó a conocer por una composición hecha a su amigo Larra cuando murió.

Posiblemente su vida amorosa y melancólica fue una ayuda para crear obras tan insignes como Don Juan Tenorio.

Hablar de una obra de un autor como Zorrilla, acongoja, porque él es uno de los grandes, un inviolable, un monstruo de las letras. Así que intentaré hablar solamente de la obra como novela romántica, porque lo es y pidiendo excusas al autor por mis defectos en su análisis.

Don Juan Tenorio fue publicado en el año 1844. Una obra que se representa, año tras año, y que sigue teniendo seguidores, sean quienes sean los actores.

Imagino que no queda nadie por ahí sin que sepa de qué va la historia, pero por si acaso, a partir de aquí, aviso que hay spoiler.

La obra nos sitúa en Sevilla, en el año 1545, reinando en España Carlos I.

Don Juan y D. Luis Mejía han hecho una apuesta: ver cual de los dos consigue conquistar a más mujeres. Y la historia empieza justamente cuando se juntan de nuevo para contar sus andanzas y sus seducciones. La apuesta ha conseguido convertirse en el mayor escándalo de Sevilla y a la taberna en la que se dan cita los dos libertinos, acude D. Gonzalo, padre de Doña Inés, prometida a D. Juan que lleva toda su vida en un convento, y D. Diego, padre del protagonista.
Anonadados, escuchan cómo los dos arrogantes disipados se enorgullecen de todos los hombres a los que han matado y de todas la mujeres a las que han seducido.
El ganador es D.Juan, pero D.Luis Mejía le reta de nuevo diciendo que le falta seducir a una novicia. La prepotencia de Juan le lleva a jurar a su amigo que no sólo seducirá a una novicia, sino que incluso conseguirá seducir a su prometida, Doña Ana.

Ante tamaña insensatez, el comendador, D. Gonzalo, rompe el compromiso del joven con su hija Inés. Por su parte, D. Diego considera que su hijo está muerto ya para él.
Los dos petulantes libertinos acaban en la cárcel, y al salir de ella, D. Luis visita a su prometida, Ana, pidiéndole que se mantenga firma ante Juan porque va a intentar seducirla.
D.Juan no sólo consigue quitarse a Luis de en medio, sino que compra a una beata para poder entrar en el convento sin ser visto.

Nuestro protagonista envía una carta a Inés confesándole un amor completo al mismo tiempo que compra a la criada de Ana para que abra la puerta esa noche.
Inés lee la carta de su amado y cuando la acaba, aparece en su celda Juan. Ella se desmaya y él aprovecha para llevársela a su casa con la intención de seducirla. Sin embargo se enamoran perdidamente el uno del otro.
Pero Luis descubre la burla a su prometida y D. Gonzalo el rapto de su hija, por lo que ambos se presentan en casa de Juan con intención de matarlo.
Ante el hombre que podría ser su suegro, Juan se humilla, se pide la mano de Inés prometiéndole ser un buen esposo. Sin embargo, Luis se alía al comendador y entre los dos intentan matar a Juan. Son ellos dos los que acaban muertos de un balazo y de una estocada. Juan se ve obligado a escapar de Sevilla en un bergantín con destino a Italia.

Cinco años más tarde, Juan regresa y visita el cementerio en el que está enterrada Inés, que muere de amor por su ausencia.
Inés también hace una apuesta, pero con Dios: si consigue el arrepentimiento de Juan, los dos se salvarán; en caso contrario, ambos se condenarán eternamente.

Dos amigos de Juan llegan al cementerio y le saludan. Y él, en su arrogancia, invita al comendador, al que mató, a presentarse a cenar esa noche en su casa.
Los tres amigos cenan mientras Juan les cuenta sus aventuras. De pronto se escucha una llamada y el criado va a abrir. Pero la llamada no suena fuera, sino dentro de la casa. El espíritu de D. Gonzalo se les aparece y los amigos de Juan se desmayan. Y el padre de Inés le avisa: sólo le queda un día de vida y, o se arrepiente o se condena para siempre.

Cuando los amigos despiertan, creen que ha querido reírse de ellos con una broma macabra y le retan al duelo.
Juan va al cementerio, el espectro del comendador se le aparece de nuevo y le dice que se le ha terminado el tiempo, que está condenado y que no está vivo, sino muerto, puesto que uno de sus amigos lo mató a la puerta de su casa.
A punto de llevarse el comendador a Juan al infierno, interviene Inés que consigue su arrepentimiento y ambos suben al cielo en medio de cánticos celestiales.

Analicemos la obra. ¿Qué tenemos? ¿Con qué nos encontramos? Pues con una novela romántica a todas luces, aunque escrita en una época lejana y escrita en verso. Pero, desde luego, con todos y cada uno de los condimentos para una historia que, cambiando algo las situaciones y, sobre todo, el final trágico, podría ser una de las novelas que nos gustan.

Juan es un libertino, un hombre arrogante, altanero y pomposo que se cree el dueño del mundo. Inmodesto hasta la médula y con una apostura y una gallardía inmejorables. Si lo comparamos con algunos de los protagonistas de una novela de hoy, es un calco.

Inés se nos queda un poco descafeinada, es verdad. Porque ahora nos gustan las mujeres bravías y con un par de narices, no las tiernas novicias que mueren de amor. Pero hay que tener en cuenta la época; las mujeres, en 1545, no eran intrépidas. A pesar de todo, el autor nos da la imagen de una joven con fuerza, capaz incluso de hacer una apuesta con Dios con tal de salvar al hombre que ama. ¿Qué mayor prueba de arrojo podemos encontrar?

Los personajes secundarios tienen también fuerza: el padre de Inés, un hombre recto que prefiere que su hija viva encerrada antes que darla en matrimonio a un libertino; el padre de Juan, que lo repudia por su infame comportamiento; Luis, traicionado por las mismas armas con las que él ha jugado.

En esta obra se unen todos los elementos del romance: odio, peleas, muertes… Y un amor tan grande que consigue que el protagonista masculino se rinda ante una mujer a la que amará más allá de la muerte.

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