Carol Coleman se juega su trabajo si no es capaz de hacerse, en la subasta a la que tiene que asistir, con una pieza de arte que codicia un cliente de la galería de arte para la que trabaja.
Lord James MacLeod va a asistir a la misma subasta y para pujar por la misma pieza, pero en su caso es porque el deseado objeto forma parte del legado familiar y tiene un importante valor sentimental.
Unos días antes de que se celebre la licitación, Carol y James coinciden en un vuelo transoceánico. James sabe quién es ella, e incluso conoce muchas cosas de su vida, pero ella no sólo no sabe nada de él sino que ignora los motivos que mueven a James a acercarse a ella.
La fuerte atracción entre los dos, sin embargo, no es algo que James tuviera planeado, no obstante, está dispuesto a hacer frente a ello, a luchar por esa mujer que tan hondo le ha calado y a atenerse a las consecuencias derivadas de su engaño.
Carol, por su parte, lleva años luchando con unos sentimientos encontrados que se remontan a su más tierna niñez. Todo ello ha condicionado su carácter y su manera de encarar sus logros personales y profesionales. Es sincera y honesta y James le importa lo suficiente como para plantearse incluso perder en la subasta frente a él.
A la historia de Carol y James debemos sumar, como siempre que leemos un libro de Olivia Ardey, unos personajes secundarios la mar de variopintos que con sus idas y venidas alrededor de los protagonistas, nos van relatando también sus circunstancias y aventuras personales, algo que colorea y, supuestamente, ayuda a completar la novela.
Pero en «Si te quedas en Escocia» hay, además de la historia de amor de James y Carol, un hilo conductor sobre el que se asienta toda la novela que es, ni más ni menos, que los acontecimientos acaecidos en las trincheras de la Navidad de 1914 y las posteriores consecuencias devenidas de aquello. Y esto, contado a poquitos a lo largo del libro, junto con la parte sesuda y de documentación que ha hecho la autora, es lo que más me ha gustado y emocionado de todo el libro. Y, por supuesto también, la escritura de la autora y su manera de narrar y contar que, desde su primera obra publicada, ya dije que me entusiasma.
Es esta una novela en apariencia sencilla, con un romance repleto de atracción, química y deseo, salpicado de broncas, mentiras, malentendidos, encuentros y desencuentros y bonitos momentos románticos y tiernos.
La ambientación está cuidada, mimada y contada con la suficiente inteligencia como para hacerte ver el entorno y situarte a la perfección, pero sin abrumar ni agobiar con datos excesivos.
Tiene golpes de risa, la mayoría de las veces ofrecidos por el elenco de secundarios. Y son los secundarios, sus modos y su jerga, precisamente, los que en esta novela en concreto —porque en otras de esta autora siempre me aportan un plus— no han terminado de convencerme porque algunos de ellos me han parecido un tanto «chonis» o «spanish chick-lit», y lejos de aportarme las gracias y la tibieza o excelente contribución que siempre espero de ellos para redondear el libro, esta vez me han descolocado porque no me pegaba ni con la manera de escribir de la autora, ni con la calidez de la historia. Estoy segura de que esto va a ser sólo cosa mía, pero aún así, no podía dejar de decirlo.
Pero independientemente de los secundarios y de su papel, «Si te quedas en Escocia», como no podía ser de otra forma tratándose de un libro de una de mis autoras favoritas de la novela romántica española, me ha gustado mucho y me lo he pasado genial leyendo el romance y las aventuras y desventuras de Carol y James, paseando por Londres y Escocia y disfrutando de la buena y amena narración de Olivia Ardey.
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