La novela «La pelirroja de la bicicleta», bien puede resumirse con esa frase con la que inicio esta reseña, una frase que leemos en boca de uno de los personajes infantiles y que la niña lanza, casi sin importancia, pero que cala hondo en la protagonista:
«Los príncipes no siempre son valientes y nunca nunca son azules», esa es la sentencia que la pequeña le hace ver a Marina, para que despierte y entienda de una vez que no es necesaria una declaración formal y en toda regla (la que ella espera desde que conoce a Tomás) para que comprenda que todo lo que él hace es por y para ella, para conseguir conquistarla, para decirle cuanto le gusta y para hacer lo que más está deseando: robarle a esa pelirroja lo más sencillo, una sonrisa. Esa que ella le escatima una y otra vez como castigo ante sus sempiternas bromas y ocurrencias que no pretenden más que enamorarla.
Marina regresa a su pueblo movida por la necesidad económica, aunque el primer encuentro con Tomás será de lo más desacertado y este vendrá seguido de más encuentros a cuál de todos más tenso; algunos de ellos acabará con la paciencia de Marina pero darán a Tomás más fuerzas e interés por seguir adelante en su conquista.
Ella, alguien con las ideas muy claras en todos los aspectos de su vida y ante todo una mujer fuerte, al menos hasta que aparece el hombre que le arrebatará su coraza y que hará caer esas defensas que levanta ante él de manera insistente, aunque cada vez con menos convencimiento.
La lectura de esta historia te atrapa desde el inicio; de la mano de unos personajes perfectamente perfilados vamos conociendo a los protagonistas a través de un goteo continuo de diálogos ágiles, divertidos, muchas veces llenos de ternura.
No sobra ninguno de los personajes aquí dibujados, cada uno cumple a la perfección su función: desde la madre de Marina, ese espejo que ella admira y en el que se mira ante lo que considera que son sus carencias como persona; la entrañable abuela, que no es sino la voz de la conciencia de Marina; las amigas, una irreverente y alocada, la otra comedida y preocupada… Y así suma y sigue con el resto de personajes: los que ayudan a que se fragüe la relación y también los que sacan a relucir los miedos y complejos que desde niña invadieron a la protagonista.
La trama bien hilada, la ambientación sencilla y bien descrita, los detalles que nos encontramos al paso, los momentos divertidos, las emociones que ambos destilan, la narración pulcra y brillante… Todo va encajando en un final al que nos aproximamos con cautela, un final que parecemos intuir hasta que un giro inesperado pone a Marina y a Tomás todo del revés.
La autora teje unas vidas de las que no podrás despedirte mucho tiempo después de que hayas cerrado el libro.
Nada más que añadir a una historia redonda con una excelente prosa que enamora a cada página.
Romántica con convencimiento de causa
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