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miércoles, 19 de junio de 2019

La pelirroja de la bicicleta, Pitina Cuneo

CUANDO LOS PRINCIPES NO SIEMPRE SON VALIENTES 

La novela «La pelirroja de la bicicleta», bien puede resumirse con esa frase con la que inicio esta reseña, una frase que leemos en boca de uno de los personajes infantiles y que la niña lanza, casi sin importancia, pero que cala hondo en la protagonista: 

«Los príncipes no siempre son valientes y nunca nunca son azules», esa es la sentencia que la pequeña le hace ver a Marina, para que despierte y entienda de una vez que no es necesaria una declaración formal y en toda regla (la que ella espera desde que conoce a Tomás) para que comprenda que todo lo que él hace es por y para ella, para conseguir conquistarla, para decirle cuanto le gusta y para hacer lo que más está deseando: robarle a esa pelirroja lo más sencillo, una sonrisa. Esa que ella le escatima una y otra vez como castigo ante sus sempiternas bromas y ocurrencias que no pretenden más que enamorarla. 

Marina regresa a su pueblo movida por la necesidad económica, aunque el primer encuentro con Tomás será de lo más desacertado y este vendrá seguido de más encuentros a cuál de todos más tenso; algunos de ellos acabará con la paciencia de Marina pero darán a Tomás más fuerzas e interés por seguir adelante en su conquista. 

Ella, alguien con las ideas muy claras en todos los aspectos de su vida y ante todo una mujer fuerte, al menos hasta que aparece el hombre que le arrebatará su coraza y que hará caer esas defensas que levanta ante él de manera insistente, aunque cada vez con menos convencimiento. 

La lectura de esta historia te atrapa desde el inicio; de la mano de unos personajes perfectamente perfilados vamos conociendo a los protagonistas a través de un goteo continuo de diálogos ágiles, divertidos, muchas veces llenos de ternura. 

No sobra ninguno de los personajes aquí dibujados, cada uno cumple a la perfección su función: desde la madre de Marina, ese espejo que ella admira y en el que se mira ante lo que considera que son sus carencias como persona; la entrañable abuela, que no es sino la voz de la conciencia de Marina; las amigas, una irreverente y alocada, la otra comedida y preocupada… Y así suma y sigue con el resto de personajes: los que ayudan a que se fragüe la relación y también los que sacan a relucir los miedos y complejos que desde niña invadieron a la protagonista. 

La trama bien hilada, la ambientación sencilla y bien descrita, los detalles que nos encontramos al paso, los momentos divertidos, las emociones que ambos destilan, la narración pulcra y brillante… Todo va encajando en un final al que nos aproximamos con cautela, un final que parecemos intuir hasta que un giro inesperado pone a Marina y a Tomás todo del revés. 

La autora teje unas vidas de las que no podrás despedirte mucho tiempo después de que hayas cerrado el libro. 

Nada más que añadir a una historia redonda con una excelente prosa que enamora a cada página.


Romántica con convencimiento de causa


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