En el mundo normal, nunca se habrían conocido. El multimillonario Alex Romero es un exitoso hombre de negocios, y lleva una vida de lujos y placeres. Kate Ellison, agente del FBI, arriesga la suya cada día. Sin embargo, él tiene algo que ella necesita: su testimonio es imprescindible para meter entre rejas a una peligrosa banda de delincuentes. Un matón profesional quiere acabar con la vida de Romero, y Kate recibe una nueva misión.
Ya es bastante desagradable tener que proteger al soltero más guapo y arrogante del mundo, pero ¿tiene que “casarse” también con él? Desde el instante en que Kate y Romero se instalan en aquel soñoliento barrio del Medio Oeste, la vida cambia mucho para él.
Tal vez se deba a los placeres sencillos de la vida, o a la propia Kate, que se transforma en un imán para ese playboy que descree del amor. Descubrirá pronto que lo único que puede hacer es seguir con vida el tiempo suficiente para convencerla de que se necesitan el uno al otro.
He leído alguna otra novela donde un agente del FBI o un policía normal tienen que vigilar a la chica y hasta protegerla. Pero es la primera novela que cae en mis manos en que sucede al revés, es decir, que la protagonista es el agente y debe vigilar al atractivo chico de turno. Me animé a leerla y me ha gustado.
Alex es el clásico hombre de negocios que ha tenido éxito en todo lo que se ha propuesto. Es rico, vive en un lugar lujoso rodeado de todas las comodidades, es atractivo, influyente, un bombón para las mujeres y sexy topeguay, como suele decirse. De los que gusta encontrar pero no abundan más que en las novelas.
La historia le une a la protagonista porque debe testificar contra algunos criminales que han intentado matarle. Sí, porque el FBI, para protegerlo, decide enviar a una de sus agentes, Kate. Simplemente, no pueden dejar que le pase nada hasta que salga el juicio. A Alex no le queda otro remedio que quitarse de la circulación y desaparecer hasta que tenga que testificar o corre el peligro de no llegar a la sala del juicio.
Y al FBI no se le ocurre mejor solución que la de que se vaya a vivir a un lugar apartado, con su “carcelera”, haciéndose pasar por una pareja de recién casados. Nadie le buscaría en un barrio normal y oculta su personalidad tras unas gafas que le afean.
Kate y Alex chocan, eso se ve venir. Él está acostumbrado a lo mejor, a las mejores comidas, a las fiestas y al boato. Pero la casa en la que deben vivir está fatal, es pequeña, no tiene comodidades, la ropa que debe usar es de baja calidad. La manera de reaccionar del protagonista me ha hecho incluso reír porque al pobre se le vuelve todo patas arriba y se le ve sufrir teniendo que dejar a un lado sus buenas comidas y sus trajes, conformándose con comida normalita y ropa sencilla.
Podríamos pensar que Alex es un estúpido, pero la autora nos lo va mostrando desde otros prisma, acaba por aceptar lo que le pasa y hasta acaba codeándose con muchachos nada recomendables.
Kate es una mujer decidida y una profesional estupenda. No está de acuerdo con tener que desempeñar el papel que le encargan porque piensa que Alex es un snob del tres al cuarto, pero poco a poco se da cuenta de que no es así y acaba por sentirse atraida.
Los personajes secundarios me han gustado porque ante todo son gente sencilla, obreros, totalmente ajenos a la vida que suele llevar Alex, gente que bebe cerveza, que come salchichas y que va a partidos. Un contraste divertido.
El toque de intriga pone un punto de sal a la historia. Los personajes se hacen agradables y la lectura entretiene. Cuando te quieres dar cuenta, has acabado la novela y te ha quedado un buen sabor de boca.
Lástima que no se hayan traducido más novelas de esta autora, me quedo con ganas de leer más de ella.
Teresa
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