Damian es un personaje que no te deja fría. Es un devorador de pecados, un ser condenado a la oscuridad, sí, pero con tanta luz que deslumbra. No es que me haya gustado, es que ha conseguido enamorarme. Un hombre que ha perdido su condición humana, que se condena por culpa de una mujer y vaga entre las sombras y, sin embargo, atrapa desde el primer momento por su amor hacia los demás, por mucho que él quiera disimularlo. Lo he pasado mal sin saber qué futuro le esperaba.
Iris ha sido una sorpresa total. Una mujer con una fuerza arrolladora que ha optado por olvidar lo que en realidad es pero que, al final, no tiene más remedio que asumirlo. Cuando he conocido su auténtica condición he tenido que leerlo dos veces porque no me lo creía.
Esta historia te lleva de la mano de un modo que eres incapaz de dejar de leer, capítulo a capítulo vas conociendo a personajes increíbles, te metes de lleno en una aventura que te pone los pelos de punta. Y te preguntas qué tiene de verídico lo que nos han enseñado desde pequeños, qué es en realidad lo bueno y lo malo, dónde está la verdad y dónde la mentira. Porque nada es lo uno o lo otro, es cuestión de conocer ambos lados de la moneda, y ambos son válidos.
He disfrutado con los ángeles caídos, con los monstruos condenados, con una bruja que para mí la quisiera de amiga, con seres de luz y de tinieblas. Con cada diálogo repleto de ironía y escenas espeluznantes que me han puesto un nudo en la garganta.
También hay escenas de amor, tan bien contadas que te quedas perpleja. Porque en esta historia el amor es la clave para poder conseguir la ecuación que impida que el mundo se destruya. Y es una amor tan puro, tan auténtico y real, que ha conseguido emocionarme.
Hacía mucho tiempo que no me conmovía con una novela de fantasía, que no me sentía seducida por una historia de seres irreales. A quien le gusten las novelas románticas de ficción no puede dejarla de lado.
Nieves
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