La novela es la 4 entrega de la serie “Tecléame te quiero”; todas ellas se pueden leer de forma independiente.
Desde que leí la primera, ya no me cupo duda de que la autora tiene una imaginación desbordante. ¿A quién se le puede ocurrir escribir una novela de época, con highlanders, vaqueros, lores y ladies, duques, condes o marqueses… que utilizan wifi y relojes inteligentes, que se comunican por whatsapp y se envían emoticones?
El caso es que, a pesar de ser tan estrambótico que protagonistas dieciochescos utilicen esos artilugios de última generación, cuando empiezas la historia no te resulta nada extraño ver que reciben un mensaje con un emoticón mandando un beso, que buscan algo en Google o ―no podía faltar― interactúan en las redes sociales y suben fotos a Instagram.
El detalle del influencer que menos sospechaba, me ha hecho soltar una carcajada.
En “Un lord con wifi” he encontrado, además de las escenas graciosas de sus comunicaciones (los mensajes y fotos aparecen en su propia pantalla en la novela, como si los estuviese viendo en la del móvil), una historia muy bonita.
Mary es una muchacha desinhibida que, lejos de ser la clásica dama de buena familia dedicada a buscar marido, diseña ropa interior femenina. Mucho más atrevida que los calzones de la época, por descontado. Impensable hacerlo con su nombre, claro, pero sea como fuere se venden cada vez mejor y ella debe estar conectada con la tienda. Por tanto, verse obligada a ir al campo, donde no hay conexión a internet, supone un problema y de los gordos. Aunque… ¿tal vez el vecino, enemistado con su familia desde siempre, tiene wifi?
Red no quiere nada de su abuelo, el marqués de Roxbury, pero el vejete insiste en nombrarle su heredero a toda costa y restañar viejas heridas. La personalidad de Red me ha gustado mucho porque, antes de renunciar a su apellido, prefiere llevar una granja en Irlanda y olvidarse de cualquier título de nobleza.
Mary no cree conveniente decirle al hombre que le presta la clave del wifi quién es, pero admite volver una y otra vez y, sin poder remediarlo, se va enamorando del que, ni imagina, es el nieto del enemigo de su familia.
También hay boato y bailes de salón en las fiestas de Londres, donde se descubre quién es quién. ¡¡Y os aseguro que me he quedado con los ojos como platos cuando el marqués de Roxbury y la... !! No lo cuento, os invito a leerla, que es mejor.
Vamos, que la historia es superentretenida, te arranca sonrisas continuamente y, además, la explicación final a lo que sucedió en tiempos pasados para que los Roxbury y los Bale estén enfrentados, es redonda.
Desde que leí la primera, ya no me cupo duda de que la autora tiene una imaginación desbordante. ¿A quién se le puede ocurrir escribir una novela de época, con highlanders, vaqueros, lores y ladies, duques, condes o marqueses… que utilizan wifi y relojes inteligentes, que se comunican por whatsapp y se envían emoticones?
El caso es que, a pesar de ser tan estrambótico que protagonistas dieciochescos utilicen esos artilugios de última generación, cuando empiezas la historia no te resulta nada extraño ver que reciben un mensaje con un emoticón mandando un beso, que buscan algo en Google o ―no podía faltar― interactúan en las redes sociales y suben fotos a Instagram.
El detalle del influencer que menos sospechaba, me ha hecho soltar una carcajada.
En “Un lord con wifi” he encontrado, además de las escenas graciosas de sus comunicaciones (los mensajes y fotos aparecen en su propia pantalla en la novela, como si los estuviese viendo en la del móvil), una historia muy bonita.
Mary es una muchacha desinhibida que, lejos de ser la clásica dama de buena familia dedicada a buscar marido, diseña ropa interior femenina. Mucho más atrevida que los calzones de la época, por descontado. Impensable hacerlo con su nombre, claro, pero sea como fuere se venden cada vez mejor y ella debe estar conectada con la tienda. Por tanto, verse obligada a ir al campo, donde no hay conexión a internet, supone un problema y de los gordos. Aunque… ¿tal vez el vecino, enemistado con su familia desde siempre, tiene wifi?
Red no quiere nada de su abuelo, el marqués de Roxbury, pero el vejete insiste en nombrarle su heredero a toda costa y restañar viejas heridas. La personalidad de Red me ha gustado mucho porque, antes de renunciar a su apellido, prefiere llevar una granja en Irlanda y olvidarse de cualquier título de nobleza.
Mary no cree conveniente decirle al hombre que le presta la clave del wifi quién es, pero admite volver una y otra vez y, sin poder remediarlo, se va enamorando del que, ni imagina, es el nieto del enemigo de su familia.
También hay boato y bailes de salón en las fiestas de Londres, donde se descubre quién es quién. ¡¡Y os aseguro que me he quedado con los ojos como platos cuando el marqués de Roxbury y la... !! No lo cuento, os invito a leerla, que es mejor.
Vamos, que la historia es superentretenida, te arranca sonrisas continuamente y, además, la explicación final a lo que sucedió en tiempos pasados para que los Roxbury y los Bale estén enfrentados, es redonda.
Merece la pena leerla, a mí me ha encantado.
Nieves
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