Ambientada en la Inglaterra Medieval, El señor de la guerra narra uno de los romances con más encanto, sensualidad y dulzura que he leído hasta la fecha. Tras regresar de Las Cruzadas y acceder al título de Baron de Montague, Kenric se ve obligado por mandato de su Rey a contraer matrimonio con Tess de Remmington. Tess huyendo de la cautividad que la ha mantenido bajo las manos de su padrastro durante años busca refugiarse en la apacible vida de un convento, mas por obligación real debe casarse con el terrible guerrero al que apodan el Carnicero de Gales, en honor a las atrocidades que se le asignan.
Kenric es un guerrero marcado por las armas y el oscuro secreto de su nacimiento. Su vida ha girado siempre entorno al campo de batalla, lo que le ha convertido en un hombre surcado por las cicatrices tanto en su cuerpo como en su alma. Es un hombre rudo, intrépido, temido por todos, que nunca habría pensado en casarse si no hubiera mediado el propio Rey de Inglaterra. La propia Tess le teme, especialmente por todas las leyendas que circulan entorno a su carácter sanguinario, vengativo y cruel. Pero la convivencia forzada entre ellos a raíz del impuesto enlace, les otorga una nueva perspectiva al uno del otro. Kenric, para su temor y espanto, empieza a descubrir una profundidad de sentimientos hacia ella, que simplemente estaba destinada a ocupar su cama y engendrar al futuro heredero de Montague, y el nacimiento de unos sueños cálidos y esperanzadores que desea forjar a su lado. Tess poco a poco ve derrumbarse ante sus ojos todas y cada una de las negras historias que rodean a su austero marido, descubriendo bajo esas capas rudas y crueles a un hombre de gran corazón y profunda lealtad hacia ella, pese a sus repetidos intentos por huir de él. Descubre un caballero que hace brotar en ella sentimientos impensables y prohibidos hacia alguien que es tenido en tan baja valoración moral a ojos del resto del mundo.
El señor de la guerra entremezcla a la perfección la ambientación histórica con una historia de amor inolvidable y realmente preciosa. Pese a todas las alusiones a la historia de Inglaterra en plena época medieval, pese a todas las tramas que confluyen y tejen esta novela, a mi parecer prima sobre todo ello, la relación entre Tess y Kenric. Una historia intensa, repleta de sensualidad, encanto y hasta diría que dulzura. A medida que vas leyendo el libro descubres nuevos rasgos de los protagonistas, de sus personalidades, miedos y esperanzas, accediendo de este modo a la evolución de sus caracteres que resaltan por encima de todo el resto de personajes, configurando de este modo un romance mágico, que te hace soñar y hasta suspirar con un caballero como Kenric de Montague. Creo que la escritora logra de una manera magistral que en todo momento mantengas la atención enfocada en la relación de Kenric y Tess, sin que por ello ignores el resto de personajes secundarios. La naturaleza de los vínculos que se establecen entre los personajes protagonistas del libro es realmente maravillosa.
Sin obviar que la historia transcurre en plena época medieval en la que imperan unas normas y unas costumbres, donde la vida de sus personajes sencillamente sigue los dictados de un Rey por encima de sus voluntades, donde el papel de la mujer queda relegado únicamente a ser esposa y madre, sin que además se valoren demasiado esos roles, nos encontramos con una novela que transmite una infinidad increíble de sentimientos, sensaciones y valores de enorme profundidad. La ambientación histórica de la historia es uno de los mayores atractivos de este libro. Refleja de una manera increíblemente sencilla la vida de los hombres y mujeres de la Edad Media, sin necesidad de centrarse en detalles políticos o bélicos. A través del día a día de unos personajes increíblemente bien retratados accedes a una época rodeada de leyendas y costumbres que en comparación a la época actual son injustas, anticuadas y faltas de respeto en muchas ocasiones, pero que vivido a través de personajes como Kenric y Tess es sencillamente una época apasionante.
Creo que esa es la magia de la novela romántica histórica acercarte a épocas pasadas viviéndolas a través de los ojos de sus personajes. El señor de la guerra sin duda logra este cometido a la perfección. Elizabeth Elliott ha logrado mediante las palabras y líneas de su libro transportarme a esa época, vivirla a través de Kenric y Tess de un modo precioso y sutil. La relación de amor entre ambos es muy cautivadora, te hace mantenerme en suspense, suspirando constantemente por conocer su continuación, sin poder dejar de leer hasta el fin. Pero creo que es el carácter y la naturaleza de sus protagonistas los que logran este hecho, pese a la infinidad de aspectos de interés que pueden atraerte como la mención a Las Cruzadas, el juramento de vasallaje, la lucha entre caballeros, el papel de la iglesia en la sociedad medieval...creo que temas con mucho atractivo histórico. Pero que para mi empalidecen al lado de un historia de amor tan bonita e inolvidable como la de Kenric y Tess, una historia cuyos protagonistas por todo lo que despiertan en el lector ocupan un puesto preferente entre mis preferidos, así como este libro ha ocupado un lugar muy especial en mi estantería.
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