Sinopsis:
En una pequeña ciudad donde todos se conocen, la fatalidad parece haberse ensañado con Lee Restan: tras haber perdido a su marido y a su hijo menor, un día le comunican que Greg, su otro hijo ha muerto en un accidente de moto. Desesperada, Lee busca refugio en Christopher, el mejor amigo de Greg, y entre ambos florece una amistad que poco a poco se convertirá en romance. Sin embargo, el amor entre la mujer madura y el joven deberá enfrentarse a la incomprensión y las críticas sociales y familiares...
Opinión:
Me ha costado varios días leer este libro. Es que con el principio que tiene, he tenido que dosificármelo, hacerme la dura, y recordarme permanentemente que era sólo un libro y que iba a acabar bien. Pero me ha costado ¿eh?. Durante el primer cuarto de novela, he tenido una constante angustia en la garganta y los ojos a puntito de soltar la lagrimilla, así que como hace años que no me permito llorar salvo por razones muy justificadas, cerraba el libro y lo dejaba de lado hasta que se me pasaba y podía leer otro trozo del tirón.
La verdad es que no es fácil sustraerse de la historia e imaginarla como el simple argumento de un libro. La situación desde la que parte la novela bien pudiera ser real y, desgraciadamente para mí, mi capacidad de empatía, me ha hecho pasarlo mal.
Si yo no conociera a esta autora y este fuera el primer libro que cayera en mis manos, es fácil que no hubiera continuado leyendo, sin embargo, adoro a Lavyrle Spencer y sabía que a lo largo de sus quinientas y pico páginas iba a encontrar un montón de razones para acabar el libro con una sensación de enorme satisfacción.
Así que superada la primera parte, me he encontrado con lo que ofrecen todos los libro de esta extraordinaria mujer: sentimientos por doquier e innumerables lecciones de VIDA REAL. Ah, cómo me gusta a mí leer buenas historias exentas de tonterías, en lugares reales y fuera de Dulcilandia.
Lee, la protagonista, es toda una mujer. Una gran mujer. Una mujer que se enfrenta a la vida -como tantas y tantas- y que lucha con uñas y dientes para salir adelante porque tiene que hacerlo, por sus hijos, por ella misma, porque la vida sigue, porque es el timón del hogar.
Christpher, el protagonista masculino, es esa clase de hombre fantástico (ay, ¿por qué no habrá cientos como él?), intuitivo, cariñoso, sosegado, fuerte... del que te enamoras irremediablemente.
Entre ellos dos y el resto de los personajes, nos encontramos con una complicadísima historia, que la autora no sólo teje, sino que borda y la convierte en un libro soberbio.
En la vida real yo siempre estoy en contra de las diferencias acusadas de edad. Mi mente realista y analítica se niega a pararse en el momento actual y siempre piensa en el futuro. Por tanto, en un momento dado, siempre pienso que surgirán problemas generacionales. Así que en los libros tampoco me gustan, porque yo nunca puedo alejarme del todo e imbuirme en la ficción. Ay, pero Lavyrle Spencer (¡qué mujer!) no me deja tener mis propios pensamientos y me obliga a ir por donde ella quiere, con lo cual, al final, sólo he visto un hombre y una mujer enamorados, y mi corazón estaba con ellos.
El amor surge de un dolor profundo y desgarrador, un dolor que comparten los dos, cada uno desde la relación que compartieron con Greg. Que nace con la amistad, el consuelo y el apoyo mutuo. Es un amor que ves cómo va naciendo delante de tus ojos, lentamente, sin acelerones... Del que eres consciente casi al mismo tiempo que los protagonistas. Te alegras por ellos y dices "ya verás ahora cuando se enteren los otros".
Y sí, ya verás... Entramos en esa parte en la que la sociedad, que sí, que digan lo que quieran, pero tu familia que te apoye... Pero no, la familia reacciona como todos, llenos de prejuicios. Vamos, como la vida misma. Y me revienta ver que si la situación fuera al revés, la cosa no hubiera sido ni de lejos parecida. Un hombre de 45 años que se enamora de una mujer de 30 es un machote y hasta las mismas mujeres lo encuentras "estupendo", "no aparenta su edad" y "qué bien le quedan las canitas en las sienes". Pero una mujer de 45 es vieja, dónde va con un muchacho de 30 que se cansará de ella y bla, bla, bla...
Y las mujeres de su familia que tanto la quieren: su madre, su hermana, su hija, son las peores. Con consejos amorosos, con el trasfondo del "qué dirán", y amparándose en el cariño que Lee siente por su familia, la chatanjean emocionalmente. Eso también forma parte de la vida misma.
Menos mal que los hombres del libro, tan simples ellos (y lo de simples lo digo con absoluta admiración, porque nosotras ¡cuánto nos complicamos la vida!), con sus mentes menos retorcidas y preocupados más por el "yo" y el "ahora", le dan el empujón para que viva SU vida.
Admiro las innumerables lecciones de vida que esta autora regala a través de todos sus libros. Las deja caer en diálogos, al azar, para que quien quiera las entienda, las asimile o las aprenda: "A los padres, por el hecho de ser padres no hay que respetarlos ni quererlos, tienen que ganárselo" o "Creo que la calidad de una relación se puede medir por los momentos posteriores al acto sexual". Estas son sólo dos que me vienen a la memoria ahora y porque hace tiempo que yo también llegué a esa conclusión, pero hay muchas, muchas...
En fin, superados todos los problemas, el libro se acaba. Acaba bien, claro, con toda la familia unida y haciendo todos un esfuerzo porque se quieren y desean que sean felices. El discurso final del hijo adolescente también me ha hecho un nudito en la garganta, pero como una jabata lo he superado y he cerrado el libro con ese suspiro con el que acabo todos los de esta autora, y con esa sensación de "¡qué buen libro! ¡qué gozada!"
A mí me ha encantado, y le doy un sobresaliente. Sin embargo, no se lo recomiendo a todo el mundo. Es un libro precioso sí, pero duro, muy duro. Si eres de lágrima fácil, de corazón tierno, o si en tu vida ya tienes las suficientes lágrimas como para parar un camión... pasa, no tienes ninguna necesidad de pasar un mal rato... por mucho que la historia sea, de verdad, extraordinariamente buena. Si eres de las que te sientas con un bol de palomitas a ver películas "de llorar" porque una buena llantina te deja como nueva, chica, este es tu libro. Si eres realista, dura, fuerte, valiente y quieres leer un novelón, no lo dudes y léelo ya.
En una pequeña ciudad donde todos se conocen, la fatalidad parece haberse ensañado con Lee Restan: tras haber perdido a su marido y a su hijo menor, un día le comunican que Greg, su otro hijo ha muerto en un accidente de moto. Desesperada, Lee busca refugio en Christopher, el mejor amigo de Greg, y entre ambos florece una amistad que poco a poco se convertirá en romance. Sin embargo, el amor entre la mujer madura y el joven deberá enfrentarse a la incomprensión y las críticas sociales y familiares...
Opinión:
Me ha costado varios días leer este libro. Es que con el principio que tiene, he tenido que dosificármelo, hacerme la dura, y recordarme permanentemente que era sólo un libro y que iba a acabar bien. Pero me ha costado ¿eh?. Durante el primer cuarto de novela, he tenido una constante angustia en la garganta y los ojos a puntito de soltar la lagrimilla, así que como hace años que no me permito llorar salvo por razones muy justificadas, cerraba el libro y lo dejaba de lado hasta que se me pasaba y podía leer otro trozo del tirón.
La verdad es que no es fácil sustraerse de la historia e imaginarla como el simple argumento de un libro. La situación desde la que parte la novela bien pudiera ser real y, desgraciadamente para mí, mi capacidad de empatía, me ha hecho pasarlo mal.
Si yo no conociera a esta autora y este fuera el primer libro que cayera en mis manos, es fácil que no hubiera continuado leyendo, sin embargo, adoro a Lavyrle Spencer y sabía que a lo largo de sus quinientas y pico páginas iba a encontrar un montón de razones para acabar el libro con una sensación de enorme satisfacción.
Así que superada la primera parte, me he encontrado con lo que ofrecen todos los libro de esta extraordinaria mujer: sentimientos por doquier e innumerables lecciones de VIDA REAL. Ah, cómo me gusta a mí leer buenas historias exentas de tonterías, en lugares reales y fuera de Dulcilandia.
Lee, la protagonista, es toda una mujer. Una gran mujer. Una mujer que se enfrenta a la vida -como tantas y tantas- y que lucha con uñas y dientes para salir adelante porque tiene que hacerlo, por sus hijos, por ella misma, porque la vida sigue, porque es el timón del hogar.
Christpher, el protagonista masculino, es esa clase de hombre fantástico (ay, ¿por qué no habrá cientos como él?), intuitivo, cariñoso, sosegado, fuerte... del que te enamoras irremediablemente.
Entre ellos dos y el resto de los personajes, nos encontramos con una complicadísima historia, que la autora no sólo teje, sino que borda y la convierte en un libro soberbio.
En la vida real yo siempre estoy en contra de las diferencias acusadas de edad. Mi mente realista y analítica se niega a pararse en el momento actual y siempre piensa en el futuro. Por tanto, en un momento dado, siempre pienso que surgirán problemas generacionales. Así que en los libros tampoco me gustan, porque yo nunca puedo alejarme del todo e imbuirme en la ficción. Ay, pero Lavyrle Spencer (¡qué mujer!) no me deja tener mis propios pensamientos y me obliga a ir por donde ella quiere, con lo cual, al final, sólo he visto un hombre y una mujer enamorados, y mi corazón estaba con ellos.
El amor surge de un dolor profundo y desgarrador, un dolor que comparten los dos, cada uno desde la relación que compartieron con Greg. Que nace con la amistad, el consuelo y el apoyo mutuo. Es un amor que ves cómo va naciendo delante de tus ojos, lentamente, sin acelerones... Del que eres consciente casi al mismo tiempo que los protagonistas. Te alegras por ellos y dices "ya verás ahora cuando se enteren los otros".
Y sí, ya verás... Entramos en esa parte en la que la sociedad, que sí, que digan lo que quieran, pero tu familia que te apoye... Pero no, la familia reacciona como todos, llenos de prejuicios. Vamos, como la vida misma. Y me revienta ver que si la situación fuera al revés, la cosa no hubiera sido ni de lejos parecida. Un hombre de 45 años que se enamora de una mujer de 30 es un machote y hasta las mismas mujeres lo encuentras "estupendo", "no aparenta su edad" y "qué bien le quedan las canitas en las sienes". Pero una mujer de 45 es vieja, dónde va con un muchacho de 30 que se cansará de ella y bla, bla, bla...
Y las mujeres de su familia que tanto la quieren: su madre, su hermana, su hija, son las peores. Con consejos amorosos, con el trasfondo del "qué dirán", y amparándose en el cariño que Lee siente por su familia, la chatanjean emocionalmente. Eso también forma parte de la vida misma.
Menos mal que los hombres del libro, tan simples ellos (y lo de simples lo digo con absoluta admiración, porque nosotras ¡cuánto nos complicamos la vida!), con sus mentes menos retorcidas y preocupados más por el "yo" y el "ahora", le dan el empujón para que viva SU vida.
Admiro las innumerables lecciones de vida que esta autora regala a través de todos sus libros. Las deja caer en diálogos, al azar, para que quien quiera las entienda, las asimile o las aprenda: "A los padres, por el hecho de ser padres no hay que respetarlos ni quererlos, tienen que ganárselo" o "Creo que la calidad de una relación se puede medir por los momentos posteriores al acto sexual". Estas son sólo dos que me vienen a la memoria ahora y porque hace tiempo que yo también llegué a esa conclusión, pero hay muchas, muchas...
En fin, superados todos los problemas, el libro se acaba. Acaba bien, claro, con toda la familia unida y haciendo todos un esfuerzo porque se quieren y desean que sean felices. El discurso final del hijo adolescente también me ha hecho un nudito en la garganta, pero como una jabata lo he superado y he cerrado el libro con ese suspiro con el que acabo todos los de esta autora, y con esa sensación de "¡qué buen libro! ¡qué gozada!"
A mí me ha encantado, y le doy un sobresaliente. Sin embargo, no se lo recomiendo a todo el mundo. Es un libro precioso sí, pero duro, muy duro. Si eres de lágrima fácil, de corazón tierno, o si en tu vida ya tienes las suficientes lágrimas como para parar un camión... pasa, no tienes ninguna necesidad de pasar un mal rato... por mucho que la historia sea, de verdad, extraordinariamente buena. Si eres de las que te sientas con un bol de palomitas a ver películas "de llorar" porque una buena llantina te deja como nueva, chica, este es tu libro. Si eres realista, dura, fuerte, valiente y quieres leer un novelón, no lo dudes y léelo ya.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.