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viernes, 17 de abril de 2009

Promesas de Lavyrle Spencer



Tom Jeffcoat es un joven emprendedor que, como tantos colonos, se traslada a una pequeña región del oeste americano, Sheridan, en Wyoming, portando con él sólo un puñado de sueños, unos brazos fuertes para el trabajo y un par de caballos. Su sueño es establecerse como herrero, al igual que lo fueron su padre y abuelo, y a la vez construir un establo donde acoger caballos.
Se dice de Sheridan que es la tierra perfecta para jóvenes que, cómo él, están ávidos por construirse un porvenir.

A su llegada, a una de las primeras personas que conoce es a la joven Emily Walcott, la hija del que se convertirá en su rival al ser propietario del único establo hasta la fecha en Sheridan.
En un primer momento la confunde con un muchacho, por la apariencia con que ésta se viste. Emily, ofendida, siente una inmediata animadversión hacia ese forastero arrogante y entrometido que, además de confundirla con un joven, se permite darle clases de cómo cuidar a un caballo.

Emily es una joven voluntariosa, una hija devota de sus padres, que con dieciocho años tiene muy clara qué clase de vida es la que desea: estudiar medicina veterinaria y ejercer como tal en Sheridan. El matrimonio y los hijos aún no forman de sus pensamientos recientes, pese a que está prácticamente comprometida con Charles, un joven carpintero al que conoce desde la infancia.

Pese a que éste la ha pedido en matrimonio, en repetidas ocasiones, la joven siempre ha argumentado que aún no está preparada para dar ese paso, pero en el fondo no cree que los sentimientos que Charles le inspira sean suficientemente intensos para jurarle amor eterno.
Mientras continua sus estudios de veterinaria, ayuda a su padre en el trabajo del establo y cuida de la casa, de su hermano menor y de su madre, gravemente enferma. Aun y todo tiene que soportar a ese Tom Jeffcoat, quien no deja de incordiarla y que, por la forma que tiene la joven de vestir y actuar, acaba apodándola marimacho.

Tom no entiende sus propias reacciones hacia la joven Walcott, sobre todo después de que finalmente se compromete con Charles en matrimonio y él mismo empieza a frecuentar a Tarsy, una amiga de Emily. Así los cuatro: Emily, Charles, Tom y Tarsy se hacen inseparables y estrechan aún más su amistad, sobre todo los dos hombres.
Sin embargo, aunque no dejan de pelear por todo, Tom y Emily empiezan a descubrir que algo los une, algo más que el amor a los caballos y una animadversión mutua, hasta que sucede lo irremediable: se enamoran.
¿Cómo afrontar la magnitud de sus sentimientos sin ceder a los deseos de sus corazones y a herir a Charles, a quien ambos profesan un gran cariño?

Si hay una novela que por su simplicidad y profundidad ha logrado conmoverme ha sido Promesas. No sólo por el amor entre Tom y Emily, dulce e inolvidable como pocos, sino por las subtramas que confluyen con este hilo principal, creando historias secundarias que, a su vez, se enlazan con la principal.
Entre todos los personajes existe un nexo, un vínculo que los une, ya sea amistad, parentesco o amor. Incluso llegas a conocer, a lo largo de las páginas de esta novela, a los habitantes de Sheridan: el doctor Steele, el sacerdote, el dueño de la taberna, Loucks… Lavyrle Spencer los describe con tal nitidez, no sólo físicamente sino su carácter, sus pensamientos, sus motivaciones y miedos, que es fácil sentirse parte de esa población.
Describe los sentimientos de Tom y Emily de un modo tan desbordante que es inevitable sentir empatía hacia ellos. Sientes la dualidad de sus emociones hacia Charles, el cosquilleo de nerviosismo que ellos sienten ante el temor de ser descubiertos.

En pocas palabras, eres testigo de cómo se enamoran. Es imposible no percatarse del momento exacto en que sucede. Es fácil apreciarlo porque sientes sus emociones, aun antes de que ellos mismos les den voz.
Para mí es uno de los puntos más difíciles de lograr por parte de una escritora. Hay libros que cuentan bonitas historias de amor, pero no puedes intuir ni saber cuándo ni cómo se han enamorado porque los sentimientos son muy confusos o la autora no logra transmitirlos con nitidez. No es el caso de Promesas.

Si presenciar cómo nace el amor entre Emily y Tom es conmovedor, no lo es menos vislumbrar cómo nace y se fortalece la amistad sincera entre Tom y Charles.
Promesas habla de promesas, las que se convierten una carga y las que son ligeras, las que unen a los amantes y las que unen las convenciones sociales, las de los enamorados y las de los amigos.
Por ello es una novela que conmueve, por la multitud de facetas que vislumbras. Vemos las luces y las sombras de sus personajes, su lucha entre la razón y el corazón.

Al margen de la historia principal, existe otra historia de amor, el amor de juventud entre Edwin y Fannie, una prima de Josephine, la madre de Emily, que tiene su continuación tras más de veinte años de ausencia cuando llega a Sheridan después de la propia Josephine le escribiera para que pedirle acuda junto a su lecho de enferma y pedirle que ayude y acompañe a Edwin y sus hijos, Emily y Frankie.
La relación de estos es, en muchos aspectos, casi un calco de la de Tom, Charles y Emily. La pareja más madura revive a través de los jóvenes su amor fallido del pasado, manteniéndonos igualmente en vilo.

Y mientras nacen estas historias de amor, vas conociendo a gran parte de los habitantes de Sheridan, vas familiarizándote con sus calles y viendo pasar las estaciones sobre la región.

Ésta es la segunda novela que leo de esta autora y la magia que destila su pluma me ha sorprendido muy gratamente, por la forma en que narra, describe y esboza cada escena, cada sentimiento, con lo que me he descubierto con un nudo en el estómago en muchos momentos de la trama.
Creo que hay libros que son para ser leídos, otros para sentirlos y Promesas lo considero uno de estos.

Todos y cada uno de los personajes de Promesas me ha despertado alguna emoción, pero sobre todo Emily, Tom y Charles, pero incluso la caprichosa y voluble Tarsy ha logrado resultarme cercana, conmoverme y enfurecerme.
Estamos ante uno de esos libros que mientras lees te descubres deseando que no acabe nunca, pero al llegar a la última página, lo haces con una sonrisa en los labios.
Promesas habla de un amor que nace poco a poco, habla del sabor agridulce que, a veces, provocan los lazos de una amistad verdadera y… habla de un amor que no necesita nada más que sencillez y ternura, de declaraciones de amor que sólo requieren una palabra como “marimacho” para dibujar una sonrisa cómplice entre sus protagonistas.







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