Durante los años de la Gran Depresión, miles de americanos se ven obligados a abandonar sus tierras malogradas y a unirse a la diáspora de granjero que emigraron en busca del sueño dorado de la gran California. En su camino, muchos de ellos pasan por la gasolinera de la Ruta 66, donde vive Leona con su cuñado y sus sobrinas. Leona es soltera y tiene que soportar las maledicencias de la gente, incluso las de su propio hermano, un fanático religioso que la acusa de vivir en pecado. Solo encuentra la tranquilidad cuando un tejano llamado Yates la protege de la locura que se desata contra ella. Su dulzura y su carácter decidido y apasionado conquistarán para siempre el corazón solitario de Yates.
Leona sabe que nunca dejará a esas niñas sin madre. Han sufrido mucho en la vida y está empeñada en hacerlas felices. Su cuñado Andy le ha propuesto que se case con él para que la gente deje de hablar mal de ella y que el loco de su hermano no siga amenazándola. Pero Leona piensa que algún día encontrará el amor que han tenido Irene y Andy, hasta que la primera falleció
Un día, una mofeta rabiosa muerde a Andy y éste tiene que ir unas semanas a la ciudad para el tratamiento. Andy dejará a su familia y la gasolinera a cargo de Yates, al que salvó la vida cuando era un chaval y en el que confía plenamente.
Enseguida Yates y Leona se sienten atraídos, pero ésta desconfía porque no cree que sus atenciones sean por ella misma, una chica normalita y aburrida de pueblo, sino por la fama que tiene de mujer fácil.
Yates espera viajando de acá para allá a que muera su padrastro para volver a la granja de su familia y no piensa que sea el momento todavía de sentar cabeza, pero un mes con esa familia le hará cambiar de parecer.
Los granjeros que emigran hacia California paran en la gasolinera de Andy, donde no solo llenan sus depósitos, sino que arreglan las averías de sus coches, descansan bajo los árboles o duermen en un campamento de tiendas de campaña que hay ahí adosado. Andy y su familia les cobran por sus servicios, pero la mayoría son pobres y muchas veces pagan con su trabajo o su compañía.
La novela está llena de personajes entrañables y profundamente buenos, como Deke, el canijo y poco agraciado ayudante temporal en la gasolinera, absolutamente enamorado de Leona, aunque sin esperanza de ser correspondido. Los vecinos adinerados y menos adinerados que siempre están dispuestos a ayudar. Andy, amigo de todos, alegre, justo y generoso. Y las niñas, una inocente y otra menos, preocupadas por su padre o las desgracias que pudieran venir.
Pero hay otros muchos, como el indolente aunque justo sheriff, el malvado hermano de Leona, empeñado en llevarla al buen camino, el ayudante del sheriff, amigo del anterior, el propietario e irrespetuoso tendero o los contrabandistas que paran en la gasolinera por la noche.
Otra novela dulce, tierna, dramática y rural de Dorothy Garlock. Es una historia de gente corriente en lugares corrientes. El amor de Leona y Yates es un amor que se va gestando poco a poco, a base de conversaciones en la cocina y el porche, de regalos de Yates, de panecillos de Leona y de discusiones y desconfianzas. Lo importante es la familia, la honradez, los vecinos y ayudarse unos a otros. Como todas sus historias ésta es como una fábula y la moraleja de Ruta 66 es la esperanza.
Eso sí, no esperéis pasión ni escenas eróticas. Las novelas de Dorothy Garlock son distintas en este aspecto y a mí me encantan.
Leona sabe que nunca dejará a esas niñas sin madre. Han sufrido mucho en la vida y está empeñada en hacerlas felices. Su cuñado Andy le ha propuesto que se case con él para que la gente deje de hablar mal de ella y que el loco de su hermano no siga amenazándola. Pero Leona piensa que algún día encontrará el amor que han tenido Irene y Andy, hasta que la primera falleció
Un día, una mofeta rabiosa muerde a Andy y éste tiene que ir unas semanas a la ciudad para el tratamiento. Andy dejará a su familia y la gasolinera a cargo de Yates, al que salvó la vida cuando era un chaval y en el que confía plenamente.
Enseguida Yates y Leona se sienten atraídos, pero ésta desconfía porque no cree que sus atenciones sean por ella misma, una chica normalita y aburrida de pueblo, sino por la fama que tiene de mujer fácil.
Yates espera viajando de acá para allá a que muera su padrastro para volver a la granja de su familia y no piensa que sea el momento todavía de sentar cabeza, pero un mes con esa familia le hará cambiar de parecer.
Los granjeros que emigran hacia California paran en la gasolinera de Andy, donde no solo llenan sus depósitos, sino que arreglan las averías de sus coches, descansan bajo los árboles o duermen en un campamento de tiendas de campaña que hay ahí adosado. Andy y su familia les cobran por sus servicios, pero la mayoría son pobres y muchas veces pagan con su trabajo o su compañía.
La novela está llena de personajes entrañables y profundamente buenos, como Deke, el canijo y poco agraciado ayudante temporal en la gasolinera, absolutamente enamorado de Leona, aunque sin esperanza de ser correspondido. Los vecinos adinerados y menos adinerados que siempre están dispuestos a ayudar. Andy, amigo de todos, alegre, justo y generoso. Y las niñas, una inocente y otra menos, preocupadas por su padre o las desgracias que pudieran venir.
Pero hay otros muchos, como el indolente aunque justo sheriff, el malvado hermano de Leona, empeñado en llevarla al buen camino, el ayudante del sheriff, amigo del anterior, el propietario e irrespetuoso tendero o los contrabandistas que paran en la gasolinera por la noche.
Otra novela dulce, tierna, dramática y rural de Dorothy Garlock. Es una historia de gente corriente en lugares corrientes. El amor de Leona y Yates es un amor que se va gestando poco a poco, a base de conversaciones en la cocina y el porche, de regalos de Yates, de panecillos de Leona y de discusiones y desconfianzas. Lo importante es la familia, la honradez, los vecinos y ayudarse unos a otros. Como todas sus historias ésta es como una fábula y la moraleja de Ruta 66 es la esperanza.
Eso sí, no esperéis pasión ni escenas eróticas. Las novelas de Dorothy Garlock son distintas en este aspecto y a mí me encantan.
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