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domingo, 19 de abril de 2009

Tatiana y Alexander de Paullina Simons


Casi ha pasado un año desde que Leningrado fue invadida por los alemanes, casi un año desde que Tatiana y Alexander se conocieran y naciera su historia de amor. Tantas y tantas cosas han sucedido en ese período de tiempo: la guerra, el hambre, las enfermedades… y la separación.

Agotada, enferma y totalmente deshecha, Tatiana logra llegar a Nueva York donde da a luz al hijo de Alexander y donde le aguarda una nueva vida, una vida sin él. Destrozada, no halla las fuerzas para seguir adelante, sólo su hijo le insufla de un poco de aliento para vivir, o al menos sobrevivir. Consigue trabajo como enfermera en el mismo hospital donde fue atendida a su llegada la isla de Ellis, en Nueva York. Allí conoce a una enfermera, Vikki, que con el tiempo se convierte en una gran amiga y al doctor Edward Ludlow, quien no sólo la atendió en el parto sino que se convierte en un amigo y un apoyo.
Pero nada ni nadie logra arrancarla de la burbuja que crea alrededor de ella, ni los recuerdos de Alexander. Tatiana se convierte casi en un fantasma, nada queda de la joven optimista y risueña que enamoró al Comandante del Ejército Rojo, Alexander Belov. Ahora aunque vive, respira y camina día a día siente un dolor y un vacío en el pecho que no desaparece, su alma continua atrapada entre Leningrado, en Lazarevo… en Rusia, junto a Alexander.

Con la ayuda de un doctor de la Cruz Roja, Sawyers, Alexander logró fingir su muerte para obligar a Tatiana a abandonar Rusia. Descubierta su verdadera identidad y detenido por el NKVD sabe que la condena que le espera es la muerte y que como su esposa, el futuro que la aguarda a ella, no es nada halagüeño. Pero, en última instancia, tras ser sometido a torturantes interrogatorios, amenazas y acosos que casi minan su voluntad, y a punto de ser ejecutado, le es perdonada la vida, pero a cambio es obligado a dirigir un batallón de presidiarios que son enviados a primera línea de fuego, donde su misión suicida es allanar el camino al Ejército Rojo, o lo que es lo mismo, son enviados a una muerte segura.

No obstante, Alexander logra sobrevivir a duros meses esquivando el fuego, los disparos y las bombas, las enfermedades y el hambre, aferrándose a la más frágil de las esperanzas que aún le susurra que, un día, logrará huir para embarcarse a Estados Unidos, rumbo a la libertad … y a Tatiana.

Pero infinidad de contratiempos, traiciones y enemigos lo rodean, sin olvidar la misma guerra y finalmente, es encarcelado y enviado a una prisión, en lo que fue el campo de concentración de Sachsenhausen.

Cuando han transcurrido tres años desde su llegada a Nueva York, tres años en que no ha logrado olvidar a Alexander ni rehacer su vida, Tatiana descubre que existe una pequeñísima posibilidad de que su marido no muriera, tal como el corazón le dicta aunque todas las pruebas señalaran lo contrario. Las dudas la han corroído muchas veces pero sabiendo que sus sentimientos nublaban la razón y la lógica no tenía nada a que aferrarse hasta que sus pesquisas, por fin, dan resultado: Alexander no murió en 1943, testigos lo vieron en una prisión en 1945.
Invadida por una nueva esperanza y decidida a salvar a Alexander, Tatiana se presenta como enfermera voluntaria en la Cruz Roja para formar parte del convoy que viajará a Europa, recorriendo países y ciudades devastados por la guerra, curando heridos hasta lograr llegar a la mismísima prisión de Sachsenhausen, un antiguo campo de concentración nazi.

Torturado y al borde de la locura, considerado uno de los presos más peligrosos, Alexander permanece en una celda donde siente como sus esperanzas de huir desaparecen hasta que aparece una enfermera en su celda, en cuyo rostro reconoce a Tatiana. Cree que es una ilusión hasta que oye su voz y siente su mano…

Es difícil describir las sensaciones que esta novela ha despertado en mí. Intensa, apasionante y cautivante desde la primera a la última página. Pese a la crudeza, la soledad y desesperanza que describe, los infortunios que separan a Tatiana y Alexander, me ha parecido una novela preciosa. Inolvidable. Es cierto que se me ha encogido el corazón infinidad de veces mientras la leía, más bien la he leído con el corazón en un puño, pero al llegar a la última página lo he hecho con la sensación que sólo me deja una gran novela de amor.

Si El jinete de Bronce me enamoró, Tatiana y Alexander no ha sido menos. Y pese a que un gran parte de la novela, Tatiana y Alexander permanecen separados sin saber que ha sido del otro, la historia de amor que narra te pone los sentimientos a flor de piel página tras página. Los recuerdos, los pensamientos de uno y otro se hilan en una trama de sentimientos desgarradores que alcanza su punto álgido cuando se reencuentran.

Aunque no estamos ante una novela romántica a las que estamos acostumbradas, ya que la historia de amor está enlazada íntimamente con el inicio, transcurso y fin de la segunda guerra mundial, y la trama bélica está muy descrita y desarrollada, no tengo más que palabras de elogio para esta novela. Ha logrado emocionarme como pocas y erizarme la piel una y otra vez, despertando tal ansiedad por saber qué sucederá que es imposible dejar el libro.

Uno de los recuerdos más nítidos que me quedó de El jinete de Bronce es cómo Tatiana y Alexander se enamoran, la dulzura, las lágrimas y el sabor agridulce de un amor en mitad de una guerra. De Tatiana y Alexander me queda la fuerza inquebrantable de Alexander, determinado a sobrevivir por Tatiana; me queda la fe y la voluntad indoblegable de Tatiana por salvar a Alexander.

Poco más puedo añadir, sólo decir que es una novela que he devorado con avidez pero a la vez he saboreado cada página, cada palabra aunque suene contradictorio.
Poquitas novelas románticas me han impresionado como ésta, casi diría que ninguna, ya que describe un amor tan fuerte e indestructible, una fuerza tan grande con unos personajes tan humanos y reales que traspasa el papel. Una historia de amor en mayúsculas.


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