La familia Olezak, Eddie, su mujer Krystina y sus dos hijas pequeñas tienen una vida perfecta en Browerville (Minnesota) un pueblo de emigrantes polacos profundamente católico. Eddie trabaja como conserje en un convento benedictino en el que estudian las niñas. Todo se desmorona cuando Krystyna muere en un terrible accidente. Sus parientes y vecinos se afanan en ayudarles a salir adelante, pero Eddie sólo encuentra consuelo en la hermana Regina.
La hermana Regina, Jane, decidió hacerse monja ya a los 11 años empujada por su abuela, acaba de cumplir los 30 y hasta hace un tiempo ha sido feliz. Pero se ha dado cuenta de que ésa no es su verdadera vocación y lucha contra ello. La muerte de Krystyna es el desencadenante. Los votos de la congregación le impiden el contacto físico y personal con los legos, pero ella necesita abrazar a esas niñas que se han quedado sin madre y la cercanía de Eddie es una tortura porque poco a poco se va enamorando de él.
La hermana Regina, otra vez Jane, sale del convento con su maletita de cartón, vestida con una blusa comprada, una falda demasiado pequeña confeccionada por su madre, calcetines blancos y los zapatos de monja. Eddy la visita en la granja de sus padres y ella está recogiendo judías verdes con un paño de cocina enrollado en la cabeza y las botas de su padre. Detalles pueblerinos que te llenan de ternura.
Como sólo esta autora sabe plasmar, el amor va creciendo dulcemente, profundo y sin exaltación.
Lavyrle Spencer, originaria de este pueblo, volvió a él para escribir esta novela. No pone fechas por ninguna parte, pero debe estar ambientada en los años 60. Todo gira en torno a la religiosidad y la familia. Lógicamente, el libro es un poco gazmoño y está bastante anticuado, refleja perfectamente el mundo en el que hemos vivido las que tenemos unos añitos.
No quiero ni pensar lo que algunas podrían opinar sobre esas reglas que imponía el catolicismo en aquel momento, sobre todo en un convento católico y polaco. Forman parte de la historia y creo que hay que respetarlas. Lavyrle Spencer, en una reseña al final del libro dice: “Viví rodeada de una familia amorosa, en un pueblo pequeño y seguro; estudié en una escuela parroquial e iba a la iglesia, lo que me hizo comenzar en la vida con el pie derecho” Personalmente creo que tiene razón.
Es una novelita corta pero muy agradable.
Siguiendo el ejemplo de Irdala, cuando comentaba El lobo y la paloma, hay una frase que me ha llamado la atención en este libro y que voy a copiar. La pareja está preocupada cuando deciden casarse, ya que no hace ni un año que Eddie se ha quedado viudo y la hermana Regina lleva sólo 2 meses fuera del convento.
Nuesra fuerza, Eddie, reside en nuestra verdad, y nuestra verdad volverá impotente la calumnia.
La hermana Regina, Jane, decidió hacerse monja ya a los 11 años empujada por su abuela, acaba de cumplir los 30 y hasta hace un tiempo ha sido feliz. Pero se ha dado cuenta de que ésa no es su verdadera vocación y lucha contra ello. La muerte de Krystyna es el desencadenante. Los votos de la congregación le impiden el contacto físico y personal con los legos, pero ella necesita abrazar a esas niñas que se han quedado sin madre y la cercanía de Eddie es una tortura porque poco a poco se va enamorando de él.
La hermana Regina, otra vez Jane, sale del convento con su maletita de cartón, vestida con una blusa comprada, una falda demasiado pequeña confeccionada por su madre, calcetines blancos y los zapatos de monja. Eddy la visita en la granja de sus padres y ella está recogiendo judías verdes con un paño de cocina enrollado en la cabeza y las botas de su padre. Detalles pueblerinos que te llenan de ternura.
Como sólo esta autora sabe plasmar, el amor va creciendo dulcemente, profundo y sin exaltación.
Lavyrle Spencer, originaria de este pueblo, volvió a él para escribir esta novela. No pone fechas por ninguna parte, pero debe estar ambientada en los años 60. Todo gira en torno a la religiosidad y la familia. Lógicamente, el libro es un poco gazmoño y está bastante anticuado, refleja perfectamente el mundo en el que hemos vivido las que tenemos unos añitos.
No quiero ni pensar lo que algunas podrían opinar sobre esas reglas que imponía el catolicismo en aquel momento, sobre todo en un convento católico y polaco. Forman parte de la historia y creo que hay que respetarlas. Lavyrle Spencer, en una reseña al final del libro dice: “Viví rodeada de una familia amorosa, en un pueblo pequeño y seguro; estudié en una escuela parroquial e iba a la iglesia, lo que me hizo comenzar en la vida con el pie derecho” Personalmente creo que tiene razón.
Es una novelita corta pero muy agradable.
Siguiendo el ejemplo de Irdala, cuando comentaba El lobo y la paloma, hay una frase que me ha llamado la atención en este libro y que voy a copiar. La pareja está preocupada cuando deciden casarse, ya que no hace ni un año que Eddie se ha quedado viudo y la hermana Regina lleva sólo 2 meses fuera del convento.
Nuesra fuerza, Eddie, reside en nuestra verdad, y nuestra verdad volverá impotente la calumnia.
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