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jueves, 20 de agosto de 2009

Las guerreras de Rivenloch: Deirdre de Sarah Mckerrigan


Deirdre de Rivenloch fue criada para empuñar una espada prácticamente desde su nacimiento. La sangre escocesa y vikinga que circula por sus venas se refleja en su carácter impetuoso y guerrero. Pese a ser una joven hermosa y la primogénita de Lord Gellir, su naturaleza fogosa y su sed de aventuras la hacen tan diestra y hábil con las armas como al más fiero guerrero.

La debilitada salud mental de su padre, que cada vez está más afectado por la senilidad, han empujado a Deirdre y Helena, su hermana mediana, a tomar las riendas de las tierras de Rivenloch. Mientras Deirdre es la administradora de las propiedades y jefa de la guardia, Helena es su segunda al mando y Miriel, la menor y en apariencia más dulce y sumisa de las tres, es la ama de llaves y responsable de las cuentas. Las tres, conocidas como las doncellas guerreras de Rivenloch, son tres mujeres independientes, autosuficientes y capaces de llevar el peso de su clan sobre sus hombros. Los frecuentes intentos de ataque y amenazas por parte de los ingleses, que azotan la región de la frontera, les ha llevado a extremar la vigilancia y recelo con que cuidan de sus tierras.

No obstante el rey David, no satisfecho con esta situación, concierta un matrimonio entre uno de sus aliados y más valerosos hombres, Sir Pagan Cameliard, normando y capitán de un temible ejército, y una de las hijas de Lord Gellir.

Pagan Cameliard es el capitán de un aguerrido ejército inglés. Bajo su mando los hombres han servido fielmente a su rey durante años, reportando innumerables hazañas y victorias bajo el estandarte inglés. Dada la precaria situación en la frontera entre Escocia e Inglaterra, las frecuentes incursiones y masacres perpetradas, el rey cree prudente reforzar esa zona, y de que mejor forma que alzando a uno de sus más fieles y valerosos hombres como administrador de la ruinosa Rivenloch y por tanto casándolo con una de las impetuosas doncellas de Rivenloch. Pese al gran esfuerzo de las Doncellas guerreras, sus arcas han ido menguando, derrochadas por la afición al juego de Lord Gellir.

Tanto Deirdre como Helena son conscientes de que la dulce Miriel planea, en un acto de sacrificio, ofrecerse como la novia del normando, considerando que sus hermanas son más necesarias para su gente. Pero ni una ni otra están de acuerdo con tal acción. Ambas desean proteger a su hermana menor. Mientras Helena, impulsiva e impetuosa, considera que lo más “sensato” es tenderle una emboscada al hombre en el bosque y acabar con él, Deirdre, que comprende que esto desencadenaría la ira del rey y les reportaría un castigo como traición, decide ser ella la que se case con Pagan.

Mientras las jóvenes toman un baño en las aguas del estanque y debaten los acontecimientos y cambios que se ciernen sobre Rivenloch son espiadas por dos hombres ocultos tras unos árboles. Sigilosamente y empuñando su espada, Deirdre los enfrenta esperando tomarse con dos imberbes jovenzuelos ávidos por vislumbrar la desnudez de las mujeres. Sin embargo se topa con dos enormes guerreros a quienes enfrenta, derrota y … desprende de sus pantalones en un acto irreflexivo destinado a ridiculizarlos.
Consciente de la identidad de estos, que son en realidad su supuesto futuro marido y compañero Colin du Lac, no puede evitar el humillarlos. Pagan furioso y a la vez embelesado, a su pesar, por el carácter indomable y orgullo de la joven, decide casarse con la menor de las tres hermanas, la que aparenta ser la más dócil y sumisa en un acto de despecho y venganza, y una vez como administrador de Rivenloch sueña en hacer un infierno de la vida de Deirdre.

Sin embargo, el día del enlace Deirdre ocupa el lugar de Miriel y es ella la que acaba casada con el normando. Algo que de lo que él es plenamente consciente desde el principio, al verla aproximarse disfrazada al altar -creyendo poder engañara al astuto normando- y de lo que piensa obtener ventaja: su idea es resarcirse y domar a la escocesa entre las sábanas del lecho.
Pero ante él se topa con una oponente sin igual, alguien que no le evita, sino que al contrario es tan implacable como él mismo. Finalmente el hombre comprende que no podrá someterla por la fuerza y que sólo conociendo a su “enemigo” en profundidad podrá dominarla y accede, en un “acto de caballerosidad”, a no imponer sus atenciones a la mujer, pese a la incomodidad y frustración que esto le supone. Planea seducir, conquistar y vencer a la indomable Deirdre, y a cambio de un beso diario le perdona sus deberes conyugales. Pero … la duda es ¿quién vencerá a quién en esta batalla?


Deirdre es el primer libro de la serie Las guerreras de Rivenloch de Sarah McKerrigan. Su estilo me parece ágil y desenfadado, fresco y repleto de humor e atrevimiento.
Sus protagonistas son mujeres atrevidas, osadas y guerreras, muy lejos del estereotipo de damisela en apuros que suele predominar en el género de la novela histórica romántica en general y ambientada en Escocia en particular.
Esta escritora crea unas mujeres capaces de defenderse por sí mismas, capaces de empuñar un arma con la misma efectividad que cualquier varón, pero … en cuyos caminos se cruzan unos hombres que, inesperadamente, cambian sus vidas.

Deirdre es una novela, que ambientada en la Escocia medieval, nos refleja la vida de unos personajes, que sobre todo en el caso de las mujeres, rompe con muchos estereotipos. Si bien la trama no es especialmente innovadora: mujer que bajo el mandato del rey debe casarse con un extranjero, en este caso normando, la novela sí que es bastante novedosa por el papel independiente de sus protagonistas.

Si bien en ocasiones las situaciones que se describen son un poco difíciles de creer para la época en que suceden -al menos para mí- la novela tiene un toque fresco y ameno que aligera un poco la concepción tan estereotipada que pesa sobre las novelas ambientadas en Escocia.

El personaje de Deirdre es muy atractivo porque en ningún momento se nos presenta como débil y sumisa, sino al contrario. El papel de Pagan, aunque no es realmente muy novedoso, es perfecto como contrapunto a Deirdre. Si bien cabría esperar cierto un carácter violento o conquistador por parte de Pagan Cameliard -después de todo él llega destinado a ser dueño y señor de Rivenloch- el rol con que lo caracteriza McKerrigan nos presenta una secuencia irreverente y con humor de las desavenencias entre sus protagonistas.
Pero, pese a ello, Pagan retrata fidedignamente al guerrero normando que se ve arrancado de su entorno conocido para tratar de sembrar el orden y la paz en las salvajes tierras escocesas, donde es visto más como un enemigo que como un salvador, y de la que él mismo no comprende sus costumbres. A destacar el momento en que Pagan descubre que los escoceses realizan incursiones entre clanes para robarse mutuamente el ganado, momento que es muy cómico.
Por otro lado me parece que la aceptación por parte de los escoceses hacia él es demasiado fácil y rápida -ya que sería más de suponer una reticencia mayor a aceptar el mando de un normando- igual que la adaptación y comprensión de Pagan hacia todo lo escocés es también rápida.

Sin ser una novela espectacularmente profunda ni abordar acontecimientos inesperados, Deirdre es un libro divertido y muy atractivo de leer por su protagonistas, un tanto atípicos, la simultaneidad de historias, en este caso la de Colin y Helena, que son los protagonistas de la siguiente novela.
Ciertamente es una novela que rompe el estereotipo de la novela de escoceses y que ofrece una lectura amena e interesante.







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