Artemio Furia no es un gaucho común. Lo delatan el color turquesa de sus ojos , el rubio de sus cabellos, el temor y respeto que la simple mención de su nombre despierta entre todas las clases sociales. Pocos conocen sus orígenes, el Padre Ciriaco, su padrino don Belisario y su amigo desde la infancia y casi un hermano, Calvú Manque, el indio ranquel junto al que se crió. Artemio es salvaje, indomable, rudo y tan agreste como las mismas pampas; autoritario, posesivo y leal.
Junto a sus hombres, luchó en la rebelión de 1806 y 1807 al servicio a Juan de Pueyrreidón para expulsar a los ingleses de la ciudad porteña. Ahora, años más tarde, a las puertas de la Revolución de Mayo de 1810, Artemio Furia es un hombre al que conviene tener en el propio bando porque la gente del pueblo lo sigue y lo venera.
La tensión se palpa cuando comienza a fraguarse la revolución, impulsada por una facción del pueblo que desea la independencia del Río de la Plata.
Las intrigas políticas y económicas alargan sus manos hasta las esferas más encumbradas. Los pactos y las alianzas están al orden del día amenazando la vida de quienes intervienen, voluntariamente o por azar.
En mitad de las refriegas entre la facción patriótica y el partido españolista, Artemio busca la venganza contra los asesinos de sus padres, acontecido veinte años atrás. A lo largo de los años, el arraigo al odio que siente ha movido sus pasos en cada etapa de su vida. No ha habido lugar para nada ni nadie. Ninguna mujer ha significado nada para él, ninguna hasta que su camino y el de Rafaela Palafox y Binda se cruzan y una mano, caprichosa e invisible, une el sendero que sus vidas seguirán.
Rafaela Palafox y Binda es una joven de buena familia. Nacida entre sedas y organdí la suya ha sido una vida plácida, rodeada de lujos. Su madre murió siendo ella muy niña y aunque su padre no volvió a casarse, creció cerca de sus tías Pola y Clotilde, además de sus primos Cristiana y Aarón.
Cuando su padre es exiliado por su vinculación con el partido españolista que trató de derrocar el virreinato francés de Liniers, Rafaela carga sobre sus hombros con la responsabilidad de mantener las propiedades de la familia Palafox, tanto la casa grande en Buenos Aires como la hacienda La Larga. Para ello fabrica jabones, perfumes, afeites y remedios para heridas y dolencias que vende para subsistir, aunque a ojos de la buena sociedad no esté bien visto que una muchacha de buena familia trabaje.
En cuanto Artemio la ve por primera vez se siente atraída por la joven. No posee una belleza ni un físico deslumbrante, pero aún vestida con ropas desgastadas, con un pañuelo cubriendo sus cabellos y un mandil su cintura, siente la necesidad de poseerla.
Cuando el mismo Juan Puerreydón le pide como un favor especial que visite las tierras de una hacienda que está teniendo graves problemas para salir adelante, cuyo ganado se ha extraído o bien robado, Artemio se niega. Asuntos mucho más urgentes lo atan a Buenos Aires, la revolución palpita en el aire y no olvida su venganza. Pero cuando descubre que la hacienda pertenece a Rafaela Palafox y Binda -a la que él bautizó como Rafaela de la flores- cambia de parecer de inmediato. Alista a varios de sus hombres y parten raudos en dirección a las tierras secas y áridas de Laguna Larga.
El reencuentro entre la joven dama de ciudad y el hosco gaucho es sólo el inicio de la tumultuosa, apasionada y trágica historia que los unirá.
Odios pasados, los secretos que Artemio tan celosamente guarda junto a su juramento de venganza contra los hombres que pusieron fin a la vida de Horatio y Emerald de Lacy, sus padres, se interponen entre él y Rafaela, la mujer cuya dulzura, cuya exuberancia e inocencia lo aturden más que los perfumes que ésta prepara.
La amenaza de la revolución no descansa, no aguarda por los amantes, como tampoco la dolorosa revelación que, por su significado, puede separarlos irremediablemente.
Antes de leer cualquier novela de Florencia Bonelli sé que voy a encontrar con una historia que aúna el amor más desgarrador y la ambientación histórica más salvaje e absorbente pero pese a ello leer cualquiera de sus libros me deja un nuevo y delicioso sabor en la boca.
Enmarcada en los albores de la Revolución de Mayo de 1810, esta novela nos traslada desde 1790 cuando “nace” Artemio Furia hasta el turbulento corazón de la Revolución en el Río de la Plata.
La novela está dividida en tres partes: una primera en que conocemos a Artemio como niño y realiza el juramento de vengar a los suyos, otra parte ambientada en 1820, cuando ese niño recupera su lugar legítimo y una tercera -que en el libro es la central y la más extensa- que describe y narra la historia de amor del gaucho Furia y Rafaela de la flores mientras la revolución de Mayo estalla.
Después de leer El cuarto arcano, la novela anterior de Florencia Bonelli, me parecía muy complicado que otra historia pudiera impactarme y calarme como ésa lo hizo. Pero así ha sido.
En Me llaman Artemio Furia encontramos una digna sucesora de El cuarto Arcano. Además de la conmovedora, apasionada y trágica historia de amor de Rafaela y Artemio, cuenta con el aliciente añadido de reencontrarnos con Melody y Roger Blackraven, protagonistas de la novela anterior, con lo que conocemos cómo son sus vidas años más tarde.
Si los protagonistas de esta autora son viriles, pasionales, posesivos, celosos, casi violentos en su amor hacia las mujeres que aman; ellas tienen a ser dulces, pacientes, devotas y leales, pero capaces de amar con la misma medida, sin ambages sin medias tintas, de igual a igual.
Es algo que encontramos en los protagonistas de Me llaman Artemio Furia.
Artemio es un hombre cuya fuerza, arrogancia y virilidad parece traspasar el papel, cuyo amor por Rafaela es tan palpable que adentrarse en las páginas de esta novela es casi como sentirte tan rodeada por sus brazos por la misma Rafaela.
Rafaela es una mujer que aunque en apariencia pueda parecer frágil o débil tiene las suficientes agallas para salir adelante por sí sola, junto a la pequeña Mimita, su esclava Créola y la ancianaÑuque. Y es ante todo una mujer que no dedica un segundo pensamiento a que su reputación se vea mancillada y destruida por la sociedad porteña. Por amor a Artemio es capaz de entregar hasta su vida.
Podría explicar mucho más sobre esta novela, pero eso supondría desvelar muchos detalles de la trama que hay que leer y saborear para descubrir por una misma, con la emoción que despierta una novela inolvidable.
En mi opinión la historia de amor de Rafaela y Artemio es de las que no se olvidan, de ésas que dejan huella como uno de los grandes romances de la novela romántica. Los protagonistas son tan diferentes como el día y la noche, por nacimiento, por crianza, por lo que la vida les ha reportado a cada uno, pero, al final, desde el momento en que se encuentran por primera vez y los ojos turquesa de Artemio se posan sobre los verdes de Rafaela, sientes que son dos mitades que se han encontrado.
Declaraciones, como historias de amor, hay muchas pero la de Artemio, tosco, zafio y mal hablado es una de las que llegan al corazón: “La amo con tuito mi corazón, Rafaela, con tuita l'alma. Pa'sempre”.
Junto a sus hombres, luchó en la rebelión de 1806 y 1807 al servicio a Juan de Pueyrreidón para expulsar a los ingleses de la ciudad porteña. Ahora, años más tarde, a las puertas de la Revolución de Mayo de 1810, Artemio Furia es un hombre al que conviene tener en el propio bando porque la gente del pueblo lo sigue y lo venera.
La tensión se palpa cuando comienza a fraguarse la revolución, impulsada por una facción del pueblo que desea la independencia del Río de la Plata.
Las intrigas políticas y económicas alargan sus manos hasta las esferas más encumbradas. Los pactos y las alianzas están al orden del día amenazando la vida de quienes intervienen, voluntariamente o por azar.
En mitad de las refriegas entre la facción patriótica y el partido españolista, Artemio busca la venganza contra los asesinos de sus padres, acontecido veinte años atrás. A lo largo de los años, el arraigo al odio que siente ha movido sus pasos en cada etapa de su vida. No ha habido lugar para nada ni nadie. Ninguna mujer ha significado nada para él, ninguna hasta que su camino y el de Rafaela Palafox y Binda se cruzan y una mano, caprichosa e invisible, une el sendero que sus vidas seguirán.
Rafaela Palafox y Binda es una joven de buena familia. Nacida entre sedas y organdí la suya ha sido una vida plácida, rodeada de lujos. Su madre murió siendo ella muy niña y aunque su padre no volvió a casarse, creció cerca de sus tías Pola y Clotilde, además de sus primos Cristiana y Aarón.
Cuando su padre es exiliado por su vinculación con el partido españolista que trató de derrocar el virreinato francés de Liniers, Rafaela carga sobre sus hombros con la responsabilidad de mantener las propiedades de la familia Palafox, tanto la casa grande en Buenos Aires como la hacienda La Larga. Para ello fabrica jabones, perfumes, afeites y remedios para heridas y dolencias que vende para subsistir, aunque a ojos de la buena sociedad no esté bien visto que una muchacha de buena familia trabaje.
En cuanto Artemio la ve por primera vez se siente atraída por la joven. No posee una belleza ni un físico deslumbrante, pero aún vestida con ropas desgastadas, con un pañuelo cubriendo sus cabellos y un mandil su cintura, siente la necesidad de poseerla.
Cuando el mismo Juan Puerreydón le pide como un favor especial que visite las tierras de una hacienda que está teniendo graves problemas para salir adelante, cuyo ganado se ha extraído o bien robado, Artemio se niega. Asuntos mucho más urgentes lo atan a Buenos Aires, la revolución palpita en el aire y no olvida su venganza. Pero cuando descubre que la hacienda pertenece a Rafaela Palafox y Binda -a la que él bautizó como Rafaela de la flores- cambia de parecer de inmediato. Alista a varios de sus hombres y parten raudos en dirección a las tierras secas y áridas de Laguna Larga.
El reencuentro entre la joven dama de ciudad y el hosco gaucho es sólo el inicio de la tumultuosa, apasionada y trágica historia que los unirá.
Odios pasados, los secretos que Artemio tan celosamente guarda junto a su juramento de venganza contra los hombres que pusieron fin a la vida de Horatio y Emerald de Lacy, sus padres, se interponen entre él y Rafaela, la mujer cuya dulzura, cuya exuberancia e inocencia lo aturden más que los perfumes que ésta prepara.
La amenaza de la revolución no descansa, no aguarda por los amantes, como tampoco la dolorosa revelación que, por su significado, puede separarlos irremediablemente.
Antes de leer cualquier novela de Florencia Bonelli sé que voy a encontrar con una historia que aúna el amor más desgarrador y la ambientación histórica más salvaje e absorbente pero pese a ello leer cualquiera de sus libros me deja un nuevo y delicioso sabor en la boca.
Enmarcada en los albores de la Revolución de Mayo de 1810, esta novela nos traslada desde 1790 cuando “nace” Artemio Furia hasta el turbulento corazón de la Revolución en el Río de la Plata.
La novela está dividida en tres partes: una primera en que conocemos a Artemio como niño y realiza el juramento de vengar a los suyos, otra parte ambientada en 1820, cuando ese niño recupera su lugar legítimo y una tercera -que en el libro es la central y la más extensa- que describe y narra la historia de amor del gaucho Furia y Rafaela de la flores mientras la revolución de Mayo estalla.
Después de leer El cuarto arcano, la novela anterior de Florencia Bonelli, me parecía muy complicado que otra historia pudiera impactarme y calarme como ésa lo hizo. Pero así ha sido.
En Me llaman Artemio Furia encontramos una digna sucesora de El cuarto Arcano. Además de la conmovedora, apasionada y trágica historia de amor de Rafaela y Artemio, cuenta con el aliciente añadido de reencontrarnos con Melody y Roger Blackraven, protagonistas de la novela anterior, con lo que conocemos cómo son sus vidas años más tarde.
Si los protagonistas de esta autora son viriles, pasionales, posesivos, celosos, casi violentos en su amor hacia las mujeres que aman; ellas tienen a ser dulces, pacientes, devotas y leales, pero capaces de amar con la misma medida, sin ambages sin medias tintas, de igual a igual.
Es algo que encontramos en los protagonistas de Me llaman Artemio Furia.
Artemio es un hombre cuya fuerza, arrogancia y virilidad parece traspasar el papel, cuyo amor por Rafaela es tan palpable que adentrarse en las páginas de esta novela es casi como sentirte tan rodeada por sus brazos por la misma Rafaela.
Rafaela es una mujer que aunque en apariencia pueda parecer frágil o débil tiene las suficientes agallas para salir adelante por sí sola, junto a la pequeña Mimita, su esclava Créola y la ancianaÑuque. Y es ante todo una mujer que no dedica un segundo pensamiento a que su reputación se vea mancillada y destruida por la sociedad porteña. Por amor a Artemio es capaz de entregar hasta su vida.
Podría explicar mucho más sobre esta novela, pero eso supondría desvelar muchos detalles de la trama que hay que leer y saborear para descubrir por una misma, con la emoción que despierta una novela inolvidable.
En mi opinión la historia de amor de Rafaela y Artemio es de las que no se olvidan, de ésas que dejan huella como uno de los grandes romances de la novela romántica. Los protagonistas son tan diferentes como el día y la noche, por nacimiento, por crianza, por lo que la vida les ha reportado a cada uno, pero, al final, desde el momento en que se encuentran por primera vez y los ojos turquesa de Artemio se posan sobre los verdes de Rafaela, sientes que son dos mitades que se han encontrado.
Declaraciones, como historias de amor, hay muchas pero la de Artemio, tosco, zafio y mal hablado es una de las que llegan al corazón: “La amo con tuito mi corazón, Rafaela, con tuita l'alma. Pa'sempre”.
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