Tras el rechazo de la propuesta de matrimonio a la encantadora, pero socialmente inferior, Elizabeth Bennet, Darcy tiene que conformarse con su evaluación de su carácter y con un futuro sin ella. En Sólo quedan estas tres, descubrimos el doloroso viaje interior de Darcy en su búsqueda por convertirse en el caballero que siempre soñó con ser y al que Elizabeth aceptaría por fin. Un encuentro fortuito con ella durante un viaje a Derbyshire brinda a Darcy una nueva oportunidad, pero las andanzas de su archienemigo, George Wickham, interfieren una vez más hasta arruinar toda esperanza de felicidad, a menos que Darcy consiga poner en práctica sus nuevas fuerzas.
La historia está vívidamente ambientada contra la colorida, histórica y política atmósfera de la Regencia; Aidan escribe con un estilo cómodo, cercano a Jane Austen, pero con un ingenio y humor de su propia cosecha. Aidan proporciona su propio reparto con personajes que aparecen originariamente en Austen, tejiendo un rico tapiz del pasado y presente de Darcy.
Cuántas veces hemos leído “Orgullo y Prejuicio” y qué poco hemos podido descubrir del señor Darcy, aquel caballero que un día se presentó en Hertfordshire acompañado de una imagen de absoluta vanidad, arrogancia y orgullo. Una imagen que, junto a sus maneras desdeñosas, suscitaba el desprecio del pequeño condado.
En “Sólo quedan estas tres”, la última entrega de la trilogía Fitzwilliam Darcy: un caballero, se destruye esa altiva fachada para dar paso a un hombre honrado y honesto, con un gran corazón, que nos permitirá conocer tanto sus dudas como sus temores, así como sus deseos e ilusiones, y nos ayudará a comprender el frío carácter que muestra ante la sociedad.
La historia comienza con el viaje de Darcy y su primo Richard hacia Rosings, una hermosa propiedad de Kent. Allí les espera su tía lady Catherine de Bourgh, una mujer bastante autoritaria que aprovecha las anuales visitas obligadas de sus sobrinos para tratar de convencer a Darcy de que pronto ha de contraer matrimonio con su hija Anne. Enseguida, ambos jóvenes descubren que ese año su tía cuenta con vecinos nuevos. El señor Collins, el nuevo clérigo, se ha instalado en la propiedad de Hunsford con su mujer, la señora Collins, y una amiga de ésta, la señorita Elizabeth Bennet.
Cuando Darcy conoce la identidad de tal jovencita por poco sufre un colapso. ¡Era ella! Era su Elizabeth. Esa extraordinaria joven que había captado enormemente su atención durante la visita a Hertfordshire el otoño pasado. Por aquel entonces, su profundo sentido de la responsabilidad y el deber para con su posición inclinaron su voluntad a alejarse de ella, pues una unión con la inapropiada y extravagante familia Bennet hubiera avergonzado enormemente a todo su distinguido entorno. Y ahora su adorada Elizabeth se encontraba allí, en Kent.
Tras este inesperado encuentro Darcy intenta conservar el fuerte autocontrol que siempre le ha caracterizado, pero todos sus esfuerzos resultan en vano. Disfrutar de nuevo de la cautivadora belleza e inteligencia de la señorita Bennet, hará temblar esos principios que tan arraigados había tenido en su interior. Y esta vez, las súplicas de su corazón conseguirán enterrar las exigencias de su apellido. Elizabeth había estado ocupando su mente y su corazón desde el momento en que conoció su inusual ingenio y su enérgico carácter. Tenerla tan cerca le invitaba a abandonar los formalismos y a pensar en ella como la señora de Pemberley. Así que, convencido de que amaba a aquella muchacha por encima de todo, le propone matrimonio. Sin embargo, para su sorpresa, Elizabeth lo rechaza.
Así se inicia el doloroso viaje interior de Darcy, promovido por los prejuicios que la señorita Bennet mantiene contra él. Un viaje en el cual podemos analizar la verdadera naturaleza de este caballero. Darcy nos explica que tras la muerte de su padre había pretendido ser el mejor hombre en todo lo que hacía. Todos sus negocios los llevaba con una firme honestidad y los asuntos sociales los resolvía con una increíble prudencia. Había mantenido el honor de su familia de una manera intachable y le profesaba un gran amor a su adorable hermana pequeña. Entonces… ¿cómo podía tener Elizabeth ese concepto de él? Le había acusado de arrogante, engreído y de mostrar una egoísta indiferencia hacia los sentimientos ajenos. ¿En verdad era él así?
Tras un periodo de apatía y aislamiento, Darcy comprende que la humillación sufrida por parte de Elizabeth le era bien merecida. Desde aquel rechazo, el caballero se va convirtiendo en una mejor persona, en esa que él tanto había admirado ser y la que tanto le hubiera gustado conocer a la señorita Bennet. Y justo entonces, la providencia quiso que se volvieran a encontrar.
He disfrutado enormemente con la lectura de esta novela. A pesar de que Pamela Aidan se base en los mismos acontecimientos acaecidos en Orgullo y Prejuicio, al hacerlo desde el punto de vista de Fitzwilliam Darcy, le da una pincelada distinta a la conocida historia.
Aidan nos ofrece un Darcy cercano. Nos permite descubrir cómo es su mundo, sus amigos y sus costumbres y nos abre la puerta de su corazón mientras nos invita a conocer sus inquietudes y sus anhelos. Con él compartimos la angustiosa lucha interna entre el deber y el querer, el agudo dolor que le invade por creer haber perdido al amor de su vida y la enorme emoción que le embarga cuando es aceptado por su gran amada Elizabeth. La evolución de los sentimientos de Darcy es fascinante.
La señorita Elizabeth Bennet, en esta ocasión, se encuentra en un segundo plano. A pesar de ello, en sus apariciones, que no son muchas, no pierde ni un ápice de la extraordinaria personalidad que le concedió Jane Austen en su día. Elizabeth sigue siendo una mujer valiente, decidida y con unos propósitos muy alejados de los que tenían las jovencitas de su edad. Su inteligencia y su admirable ingenio se manifiestan en todos sus diálogos.
He de mencionar, además, que en “Sólo quedan estas tres” aparecen personajes que no tienen presencia en Orgullo y prejuicio, pues pertenecen al entorno social de Darcy. Uno de ellos es Dyfed de Brougham, su mejor amigo. Tanta confianza le merece que Darcy le pide que cuide de su hermana mientras él hace la obligada visita a su tía. La amistad emtre ambos se revela cuando Dy salva al caballero de una horrible conspiración.
Desde mi opinión, me atrevería a decir, repito, siempre desde mi opinión, que el estilo de Pamela Aidan presenta algunas similitudes con la maravillosa narrativa de Jane Austen. Aunque esta novela cuenta con mucha narración, la cual en exceso puede resultar pesada para algunas lectoras, Aidan consigue que la lectura sea estimulante y fluida.
Mi valoración personal: Muy buena
La historia está vívidamente ambientada contra la colorida, histórica y política atmósfera de la Regencia; Aidan escribe con un estilo cómodo, cercano a Jane Austen, pero con un ingenio y humor de su propia cosecha. Aidan proporciona su propio reparto con personajes que aparecen originariamente en Austen, tejiendo un rico tapiz del pasado y presente de Darcy.
Cuántas veces hemos leído “Orgullo y Prejuicio” y qué poco hemos podido descubrir del señor Darcy, aquel caballero que un día se presentó en Hertfordshire acompañado de una imagen de absoluta vanidad, arrogancia y orgullo. Una imagen que, junto a sus maneras desdeñosas, suscitaba el desprecio del pequeño condado.
En “Sólo quedan estas tres”, la última entrega de la trilogía Fitzwilliam Darcy: un caballero, se destruye esa altiva fachada para dar paso a un hombre honrado y honesto, con un gran corazón, que nos permitirá conocer tanto sus dudas como sus temores, así como sus deseos e ilusiones, y nos ayudará a comprender el frío carácter que muestra ante la sociedad.
La historia comienza con el viaje de Darcy y su primo Richard hacia Rosings, una hermosa propiedad de Kent. Allí les espera su tía lady Catherine de Bourgh, una mujer bastante autoritaria que aprovecha las anuales visitas obligadas de sus sobrinos para tratar de convencer a Darcy de que pronto ha de contraer matrimonio con su hija Anne. Enseguida, ambos jóvenes descubren que ese año su tía cuenta con vecinos nuevos. El señor Collins, el nuevo clérigo, se ha instalado en la propiedad de Hunsford con su mujer, la señora Collins, y una amiga de ésta, la señorita Elizabeth Bennet.
Cuando Darcy conoce la identidad de tal jovencita por poco sufre un colapso. ¡Era ella! Era su Elizabeth. Esa extraordinaria joven que había captado enormemente su atención durante la visita a Hertfordshire el otoño pasado. Por aquel entonces, su profundo sentido de la responsabilidad y el deber para con su posición inclinaron su voluntad a alejarse de ella, pues una unión con la inapropiada y extravagante familia Bennet hubiera avergonzado enormemente a todo su distinguido entorno. Y ahora su adorada Elizabeth se encontraba allí, en Kent.
Tras este inesperado encuentro Darcy intenta conservar el fuerte autocontrol que siempre le ha caracterizado, pero todos sus esfuerzos resultan en vano. Disfrutar de nuevo de la cautivadora belleza e inteligencia de la señorita Bennet, hará temblar esos principios que tan arraigados había tenido en su interior. Y esta vez, las súplicas de su corazón conseguirán enterrar las exigencias de su apellido. Elizabeth había estado ocupando su mente y su corazón desde el momento en que conoció su inusual ingenio y su enérgico carácter. Tenerla tan cerca le invitaba a abandonar los formalismos y a pensar en ella como la señora de Pemberley. Así que, convencido de que amaba a aquella muchacha por encima de todo, le propone matrimonio. Sin embargo, para su sorpresa, Elizabeth lo rechaza.
Así se inicia el doloroso viaje interior de Darcy, promovido por los prejuicios que la señorita Bennet mantiene contra él. Un viaje en el cual podemos analizar la verdadera naturaleza de este caballero. Darcy nos explica que tras la muerte de su padre había pretendido ser el mejor hombre en todo lo que hacía. Todos sus negocios los llevaba con una firme honestidad y los asuntos sociales los resolvía con una increíble prudencia. Había mantenido el honor de su familia de una manera intachable y le profesaba un gran amor a su adorable hermana pequeña. Entonces… ¿cómo podía tener Elizabeth ese concepto de él? Le había acusado de arrogante, engreído y de mostrar una egoísta indiferencia hacia los sentimientos ajenos. ¿En verdad era él así?
Tras un periodo de apatía y aislamiento, Darcy comprende que la humillación sufrida por parte de Elizabeth le era bien merecida. Desde aquel rechazo, el caballero se va convirtiendo en una mejor persona, en esa que él tanto había admirado ser y la que tanto le hubiera gustado conocer a la señorita Bennet. Y justo entonces, la providencia quiso que se volvieran a encontrar.
He disfrutado enormemente con la lectura de esta novela. A pesar de que Pamela Aidan se base en los mismos acontecimientos acaecidos en Orgullo y Prejuicio, al hacerlo desde el punto de vista de Fitzwilliam Darcy, le da una pincelada distinta a la conocida historia.
Aidan nos ofrece un Darcy cercano. Nos permite descubrir cómo es su mundo, sus amigos y sus costumbres y nos abre la puerta de su corazón mientras nos invita a conocer sus inquietudes y sus anhelos. Con él compartimos la angustiosa lucha interna entre el deber y el querer, el agudo dolor que le invade por creer haber perdido al amor de su vida y la enorme emoción que le embarga cuando es aceptado por su gran amada Elizabeth. La evolución de los sentimientos de Darcy es fascinante.
La señorita Elizabeth Bennet, en esta ocasión, se encuentra en un segundo plano. A pesar de ello, en sus apariciones, que no son muchas, no pierde ni un ápice de la extraordinaria personalidad que le concedió Jane Austen en su día. Elizabeth sigue siendo una mujer valiente, decidida y con unos propósitos muy alejados de los que tenían las jovencitas de su edad. Su inteligencia y su admirable ingenio se manifiestan en todos sus diálogos.
He de mencionar, además, que en “Sólo quedan estas tres” aparecen personajes que no tienen presencia en Orgullo y prejuicio, pues pertenecen al entorno social de Darcy. Uno de ellos es Dyfed de Brougham, su mejor amigo. Tanta confianza le merece que Darcy le pide que cuide de su hermana mientras él hace la obligada visita a su tía. La amistad emtre ambos se revela cuando Dy salva al caballero de una horrible conspiración.
Desde mi opinión, me atrevería a decir, repito, siempre desde mi opinión, que el estilo de Pamela Aidan presenta algunas similitudes con la maravillosa narrativa de Jane Austen. Aunque esta novela cuenta con mucha narración, la cual en exceso puede resultar pesada para algunas lectoras, Aidan consigue que la lectura sea estimulante y fluida.
Mi valoración personal: Muy buena
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