En la Inglaterra del siglo XIX, un joven idealista y una mujer científica protagonizan una historia de amor en la que la química es la clave... en todos los sentidos.
Shropshire, Inglaterra, 1817.
Geoffrey Wentworth nunca ha querido ser conde, pero al morir su hermano tiene que asumir ciertos deberes familiares. Para su madre, esas responsabilidades se resumen en dos palabras: «matrimonio» y «heredero», y cuando él responde a su llamada y acude a su mansión, descubre que es el anfitrión de una reunión de mujeres, ansiosas por convertirse en la futura condesa de Stratford. Pero la única pasión de Geoffrey es el Parlamento y su deseo de mejorar la vida de los ex combatientes, hasta que una tentadora invitada y un secreto del pasado amenazan su libertad y su corazón.
Liliana Claremont es una química brillante sin la menor intención de ser la esposa de nadie y mucho menos condesa. Sin embargo, cuando recibe una invitación a una fiesta en la propiedad del conde, no duda en hacerse pasar por una caza maridos a cambio de la oportunidad de averiguar qué tuvo que ver el aristócrata con el asesinato de su padre. Liliana está convencida de que la mejor fórmula para conseguir las respuestas que necesita es mantenerse cerca de su enemigo, pero eso no incluye el romance. Hasta que un simple beso inicia una reacción que no puede controlar...
Lo más importante en la vida de Liliana es la química y su objetivo es convertirse en la primera mujer miembro de la Royal Society.
Una noche tras volver a su casa despotricando porque los miembros de la Royal Society habían vuelto a rechazar uno de sus informes, se da cuenta de que hay luz en su biblioteca. Cuando se dirige allí es atacada por alguien que, en apariencia, está robando. Se defiende y consigue escapar. Cuando vuelve con ayuda lo único que encuentra es la habitación destrozada. Decide volver a colocar los libros en los estantes y se topa con un compartimiento oculto en donde halla unas cartas envueltas en un paño de lino. De ellas deduce que la muerte de su padre no fue un mero accidente.
Aunque el conde de Stratford es consciente de que su obligación es casarse y tener un heredero, su principal objetivo es luchar por mejorar la vida de los ex combatientes, es por eso que se deja la vida en el Parlamento buscando apoyos que respalden su causa y exponiendo con denuedo su postura. Sin embargo, su madre no ceja en su empeño de verlo casado y cumpliendo lo que, para ella, es lo que debe ser su único objetivo: tener un heredero. Es por eso que organiza una fiesta de varios días donde están invitadas la flor y nata de las jovencitas en edad de merecer, y algunas personalidades que pueden ser decisivas a la hora de apoyar la causa por la que lucha su hijo a quienes, Geoffrey Wentworth, no puede hacerles un feo si quiere llevar a cabo su misión. Las invitaciones han sido enviadas con el nombre y el sello del conde y una buena parte de los invitados ya están alojados en la casa. Va más allá con su manipulación y manda llamar a Geoffrey con urgencia cuando está en plena sesión del Parlamento. El pobre hombre, a pesar del malestar que el engaño le produce, no puede escaparse de la encerrona.
Liliana ha conseguido hacerse invitar a la fiesta acompañando a su tía y a su prima, y es que sus pesquisan apuntan a que el conde de Stratford ha tenido mucho que ver con el asesinato de su padre. Ella no tiene ningún interés en encontrar esposo, pero espera que, bajo la apariencia de una cazamaridos, pueda gozar de la libertad de deambular por la casa y dar con las pruebas que condenen al conde.
Esta es una historia como otras tantas y su única originalidad es la profesión de la protagonista. Obviamente, siendo la escritora como es licenciada en Química, sabe perfectamente de lo que habla y las ocasiones en las que pone a Liliana para lucirse, las borda. Que no piense nadie que la autora se regodea y hace aburrido el libro con sus explicaciones, ya que estas no son muchas y, desde luego, tampoco son sesudas, cualquiera puede leerlas y comprenderlas perfectamente. Sin embargo me costó bastante meterme en esta novela, y no porque no esté perfectamente escrita y relatada, sino porque desde el principio me pareció fría y muy de manual. No hay nada nuevo que no hayamos leído antes: un conde que no quiere casarse, una mujer a la que sólo le interesa su profesión y, además, descubrir la misteriosa muerte de su padre. Al final uno queda prendado del otro, los escollos por sus diferencias sociales se superan y, por supuesto, se descubre al malo de la película y el tesoro, que también de eso hay.
La intriga es tibia, la relación romántica también lo es, al malo lo tuve claro desde el principio, la madre es una bruja que no sé por qué, con el carácter que se dice que tiene el señor conde, no es capaz de mandarla a vivir retirada al campo... o a Pernambuco. Los secundarios no me han dicho nada, y las escenitas calientes, como ella es química y le encanta saber el por qué de las cosas, se explican con todo lujo de detalles. Vamos que, metidos en harina, él le va contando por qué "sufre" determinados tipos de reacciones.
Lo que yo busco en una novela romántica es que la relación de la pareja me emocione, pero si además la historia de amor está sazonada con aventuras o tiene una trama consistente e interesante, entonces soy feliz. Esta historia, para mí, no tiene ninguna de esas cosas, pero tampoco falla, tal y como se entiende una novela romántica, ni en el planteamiento ni en la evolución de la misma. No está mal pero...
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