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lunes, 16 de abril de 2012

En la cama con el diablo, de Lorraine Heath

Libro 1 de la serie "Los huérfanos de Saint James".

Le llaman el Conde Diablo, un calavera y sospechoso de asesinato criado en las calles más violentas de Londres. Una joven y recatada dama arriesga algo más que su reputación cuando tiene tratos con el pícaro y atractivo Lucian Langdon, pero Lady Catherine Mabry cree que no tiene otra opción. Para proteger a quienes ama, haría cualquier cosa, incluso hacer tratos con el mismo diablo.

Hay veces que cuando una está tan saturada de leer cosas calcadas, novelas similares y personajes "copia y pega", encontrarse con un libro donde la autora es capaz de sorprenderte no por una, sino varias razones, crees que te ha tocado la lotería como poco. Este ha sido el caso de En la cama con el diablo.

Hasta la fecha no había leído nada de Lorraine Heath, y no será porque una buena amiga no me hubiera estado dando la matraca desde hace meses, pero por cúmulo de lecturas atrasadas y quizá también por la "pereza" de descubrir a una autora y que luego no fuera lo que tan bonito me habían pintado, ahí iba yo posponiendo lo que -ahora puedo decirlo-, se ha convertido en el comienzo de un idilio.

Si hay un autor al que adoro y que me ha marcado desde que leí, con muy pocos años, El Grillo del hogar, ese ha sido sin duda el gran Charles Dickens. Él dibujó en mi mente los escenarios de una Inglaterra y una época que, nadie, por muy bien que me lo contara, ha podido jamás borrar o suplir. No hay libro que lea que sitúe su historia en ese tiempo y lugar que consiga pintarme un paisaje diferente al que un día se grabó en mi memoria. Y es justo ahí, en ese paisaje brumoso y color sepia que anida en mis recuerdos, donde transcurren las historias de los protagonistas de Los huérfanos de Saint James. Unos huérfanos que, además, me han recordado mucho a los queridos niños de las historias de Dickens.

En la cama con el diablo nos presenta la historia de Lucien Langdon (Luke), conde de Claybourne, un hombre descreído, irónico y desalmado, con fama de asesino y dueño de un título conseguido a costa, piensa él, de mentiras.

Cuando Luke tenía 6 años fue recogido por un pequeño pilluelo que lo encontró medio muerto tras unos cubos de basura. Desde entonces formó parte de una pandilla de niños rateros, la banda de Feagan, que vivían de robar para un hombre a cambio de un mísero techo. Apiñados en un cuchitril, aprendiendo a mentir y a engañar, a correr para no ser apresados y empujados a la cárcel o a la horca, se convirtieron en una familia.

Pero Luke un día fue detenido por matar a un hombre, y el padre de ese hombre aseveró que ese chaval era su nieto perdido, el hijo de su primogénito asesinado junto a su esposa por una panda de malhechores. El niño Luke, aunque no recordaba nada, fue capaz de decir lo que el anciano quisiera oír con tal de cambiar su mísera existencia.

Hoy siente que es un impostor y la buena sociedad lo trata como tal. A pesar del título que ostenta no es bien recibido en ninguna parte. Luke es incapaz de recordar sus primeros años de vida y aun considerando que usurpa lo que no le corresponde, se niega a renunciar a ello.

Pero desea casarse con Frannie, la que en su día fuera una niña de la banda de Feagan y a la que adora. Frannie, además de no confesarle que no se quiere casar, no se cree capaz de cumplir el papel de condesa, y Luke necesita encontrar a alguien que la instruya. La ocasión se le presenta cuando una noche recibe la visita en su casa de Lady Catherine Mabry solicitando que mate por ella. Él acepta el trato a cambio de que ella enseñe las normas de la alta sociedad a la mujer que quiere convertir en su esposa. Después de todo, ¿qué más le da jugarse lo que le queda de alma llevando a cabo otro asesinato?

No quiero dejar sin decir que Lady Catherine, como protagonista, es un personaje fuerte y perfecto, una extraordinaria heroína sin la cual esta historia no sería lo que es. Ella es quien pone la luz en la vida de Luke, quien aviva sus sentimientos, quien se los hace comprender y aflorar, quien le enseña lo bueno que hay en él. Sin embargo, para mí, la novela es Luke, y quien de veras me ha impactado es él.

Me extendería mucho si dedicara las palabras que se merecen a cuantos comparten escenario en esta novela, por tanto, baste decir que ni uno solo de los secundarios está ahí de adorno, desdibujado o falto de personalidad, la autora se ha tomado su tiempo en algo más que ponerles un nombre.

No sé si el libro es tan maravilloso como a mí me lo ha parecido. No sé siquiera si el placer que me ha supuesto el estilo narrativo de la autora, sus diálogos y su manera de crear la historia, es meramente una apreciación mía o de verdad es tan buena como yo creo, ya digo que es lo primero que leo de ella. Tampoco sé si los personajes oscuros, aparentemente egoístas, fríos y torturados psicológicamente, son del gusto de todas las lectoras o sólo unas pocas comparten conmigo este sentir. Sin embargo, lo que sí sé, es que yo he disfrutado con cada una de las páginas de este libro, con el amor que se va cocinando a fuego lento, con el altruismo y la firmeza de Catherine, con la personalidad dual de Luke, su agonía y su arrojo, sus miedos disfrazados de engreimiento, y con su ternura y su necesidad de dar y recibir amor.

Lorraine Heath jamás leerá esto, pero yo no puedo resistirme a agradecerle la creación de esta novela. Y ya puesta a dar las gracias, dárselas también a la editorial por el acierto de publicarla en España.

De más está decir que en ese pedacito de bruma sepia que guardo en mi memoria, ha quedado un escenario vacío esperando ansioso las historias del resto de los "niños de la banda de Feagan".

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