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viernes, 28 de noviembre de 2014

Norte y Sur, de Elizabeth Gaskell

Tiene spoilers

Margaret Hale una joven del sur de Inglaterra es hija de un clérigo humilde residente en el campo, aunque para Margaret no todo ha sido una vida tranquila y alejada en el campo, se ha educado en Londres junto con su prima y su tía, mucho mejor situadas económicamente. Desde el principio deja claro que Londres no es su hogar, las fiestas y demás banalidades no la estimulan como a su prima, su felicidad llega cuando vuelve a Helstone con sus padres tras la boda de su prima con un oficial de la marina.

Su tranquila vida en la campiña dura poco, Margaret descubre rápidamente que ya no es una niña y que sus palabras y decisiones tienen cierta repercusión, tanto para ella como para los demás. Tras rechazar la propuesta de matrimonio del señor Lennox, para más señas abogado y hermano del marido de su prima, recibe una noticia aún más sorprendente; su padre ha dejado la iglesia anglicana. Su pacífica vida en Helstone se acaba de un plumazo, en poco tiempo se encuentra buscando casa en Milton, ciudad industrial del norte de Inglaterra. Allí todo es distinto. La descripción de la ciudad y de sus gentes choca con lo que estamos acostumbradas en otras novelas, la gente es más brusca, piensa mucho más en el dinero, pasan hambre, la ciudad es gris y el tiempo es peor que en el sur.

Gracias a un amigo de su padre, el señor Bell, encuentran rápidamente una casa y su padre empieza a trabajar como profesor. El señor Bell tiene algunas propiedades en Milton, por lo que recurre a uno de sus arrendatarios para que les ayude en su búsqueda y en su introducción en la reducida sociedad de Milton. El señor Thorton, patrón exigente e implacable a veces, impacta a Margaret. Él es dueño de una fábrica de algodón. El trato hacia ella es frío al principio, la trata como a cualquier otra persona, porque Margaret se dará cuenta que en Milton el trato entre hombres y mujeres no es igual que en Londres, ambos se estrechan las manos y hablan claramente, algo imposible en el Londres que ella ha vivido.

La situación entre Margaret y John Thorton empeora aún más cuando ella se hace amiga de Bessy una joven enferma y antigua trabajadora de la fábrica de Thorton. A través de Bessy ve la realidad de la clase trabajadora, el nacimiento de una nueva huelga, las verdaderas penurias y problemas de la sociedad; familias enteras trabajando en las empresas de algodón, niños pequeños trabajando en fábricas, muriendo de hambre. Margaret inconscientemente culpa a Thorton de la próxima muerte de Bessy, es incapaz de ver que él en realidad es uno de los pocos patronos que se preocupan de sus asalariados, mejora sus condiciones de trabajo y les da un salario justo dentro de sus posibilidades. Tampoco es capaz de ver que él cada vez la trata con más amabilidad, le presta más atención. Él se ha fijado en ella pero sabe que ella no le corresponde.

La huelga llega, las calles son peligrosas. Margaret acude a la casa de Thorton para ver a la madre de John. Los huelguistas se ceban con Thorton, han descubierto que ha traído a trabajadores irlandeses, y echan abajo la puerta del recinto. Margaret insta a Thorton para que salga y trate de razonar con ellos, como era de esperar no le escuchan. Ella, preocupada porque la situación se está descontrolando, sale a intentar aplacarlos, aun cree que no le harán daño a una joven en teoría indefensa. En medio del barullo ella recibe un golpe en la cabeza con una piedra, Thorton la coge en brazos y la protege con su cuerpo. La policía llega y persigue a los huelguistas. Margaret desmayada yace en un sofá de dentro de la casa, oye susurrar a las criadas, es consciente que debe volver a casa. Su madre lleva un tiempo enferma, no le queda mucho tiempo y su tardanza hará que se preocupe. Pero al llegar a su casa le espera otra desagradable sorpresa, su amiga Bessy yace en su lecho de muerte.

Aunque Thorton sea un hombre del norte su honor, junto con su palabra, es lo más importante para él, así que al día siguiente se dirige a la casa de los Hales para restaurar el honor de Margaret. Y qué mejor manera que proponerle matrimonio, él, era incapaz de pensar que ella lo rechazaría de forma tan terminante, pero así es. Margaret no quiere esa declaración, él se muestra arrogante y altivo, y ella no tarda en responderle.

Paralelamente Margaret junto con la ayuda de Dixon, la fiel doncella de su madre, escriben en secreto al hermano de Margaret que está viviendo en Cádiz, no puede volver a Inglaterra bajo pena de muerte. Pocas horas antes de la muerte de su madre, Frederick llega a Milton, convencidos todos que nadie le reconocerá en esa ciudad donde nadie les conoce. Antes del funeral Frederick debe irse, alguien de la ciudad puede reconocerle y no es seguro, Margaret le acompaña por la noche a la estación. Lamentablemente en la estación ven a Thorton, los celos le invaden pero la ira no ha desaparecido aún. Para poner las cosas más difíciles el antiguo conocido de Frederick los ve también en la estación, tras un pequeño forcejeo consiguen librarse de él, Frederick sube al tren y Margaret regresa a casa.

El hombre que quería entregar a Frederick muere, una vida de excesos con el alcohol y el empujón resultaron mortales, guiños de esta autora hacia los vicios de la sociedad. Margaret es interrogada por un inspector, un tendero asegura haberla visto en compañía de un joven, ella lo niega. Thorton que es el juez del caso investiga por su cuenta, sabe que ella está mintiendo pero la protege, aún le importa aunque no quiera admitirlo. Eso sí, su carácter no le permite callarse, se enfrenta a ella y se lo dice, debería ser más cuidadosa. Margaret empieza a ver la realidad de Thorton, no es como ella se lo había imaginado, pero quizá es demasiado tarde. Él está sumido en el trabajo y en las pérdidas que la huelga, el retraso del algodón y demás problemas que hunden su empresa. La ha levantado de la nada y está viendo cómo se desmorona ante sus ojos.

Ahora la novela avanza un poquito más rápido. El señor Bell apoya en gran medida a su amigo y le convence para que le acompañe a Oxford durante unos días. Tras la insistencia de Margaret, se decide a cambiar de aires por unas pocas semanas. Pero la tragedia parece haberse cebado con esta familia que salió del sur en busca de paz espiritual y no encontró más que miseria. El señor Hale muere mientras duerme, lejos de su hija, lejos de su difunta esposa, lejos de su adorado Helstone.

El señor Bell se dirige hacía Milton para darle a Margaret la mala noticia, en el tren se encuentra con el señor Thorton, la noticia le afecta en lo más profundo, el señor Hale era un amigo, y sobre todo el adorado padre de la mujer a la que ama. Él está en ese tren no porque regrese de un viaje desde Londres, no, sino porque ha ido a visitar el lugar donde se crió Margaret, para comprobar que el sol calienta más, que la luz es más brillante y que la hierba es tan espléndida como su Margaret.

Como era de esperar la noticia destroza a Margaret. Su tía acude inmediatamente a buscarla, su intención es llevarla con ella a Londres, que olvide ese lugar que no les ha traído más que desgracias. La despedida con Thorton es muy emotiva, ambos acallando sus voces interiores, porque Thorton no sabe que ella también le quiere y Margaret porque cree que no lo merece.

El señor Bell la cuida como si fuera su padre, tanto que decide dejarle una pequeña fortuna, así como todas sus posesiones en Milton. Tras unos días en la playa con su tía y su prima decide hacer algo con ese dinero que ha heredado, sabe que la situación de Thorton es muy precaria, aunque él ya no la ame ella quiere ayudarle.

Aprovechando que Thorton está en Londres habla con el señor Lennox y preparan todos los documentos necesarios, pero el día en que tenían que hablar los tres el señor Lennox no se presenta. En una habitación de la casa de su tía en la ciudad Margaret le expone su propuesta, una especie de inversión, pero él lo quiere todo o nada. La quiere a ella. Y ambos, por fin, se reencuentran.

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