Con el alma destrozada y desesperada por hallar la paz que tanto necesita en su vida, Bree llega al pequeño pueblo de Pelion y alquila, no sabe durante cuánto tiempo, una casita junto al lago.
Nada más instalarse allí se cruza con Archer Hale, un hombre silencioso y extraño que vive aislado y que no se relaciona con los lugareños. Su profunda mirada y su falta de respuesta al no dirigirle la palabra a pesar de su incontrolada verborrea, llevan a Bree a preguntar a algún vecino para tratar de saber algo de él. Con la poca información obtenida decide hacerle una visita a su casa...
Iba a escribir otro párrafo para adelantar otro poquito del contenido de la novela, pero me parece que cualquiera que haga una crítica de este libro contando ni siquiera una milésima parte, está destrozando la historia a quienquiera que la vaya a leer.
De esta novela no se puede contar nada: esta novela hay que leerla. Hay vivirla, hay que sentirla... Hay que notar cómo línea a línea, párrafo a párrafo, página a página se te oprime el corazón o se te salta un latido.
Hay que ponerse en la piel de Archer y llorar con su historia, sufrir por él por su soledad, por su inseguridad y sus miedos... Enorgullecerse por lo que es, por lo que sabe, por lo que ofrece, por su fortaleza, por su coraje, por su bondad, por su dulzura...
Hay que tener empatía y sentir con el corazón y la cabeza de Bree. Y hay que admirarla porque es una mujer valiente y desprendida, llena de amor y de ternura, capaz de dejar de lado sus heridas y sus miedos para sanar las de Archer, para ofrecerle consuelo, para luchar por él.
Los dos son los actores de una preciosa historia de amor. De una historia de amor con mayúscula en la que ambos dan tanto como reciben.
Es esta una novela diferente a cuantas he leído de un tiempo a esta parte en la que todas son calcos las unas de las otras y en las que parece que en la romántica ya no hay nada que inventar. La voz de Archer es la prueba de lo contrario. Es la historia de un romance, pero su autora demuestra que no todo en este género está ya escrito, que se puede innovar sin caer en la ordinariez y la bobada; que "chico puede conocer a chica" sin repetir clichés. Que, efectivamente, puede haber sexo (incluso explícito), pero que puede tener sentido y no estar ahí porque "toca"; que puede ser sensual; que en cada caricia y en cada beso se puede percibir el amor, el deseo, el anhelo y el gozo, y leer todas y cada una de las palabras de la escena sin saltarte ninguna porque sabes que es la consecuencia del amor y no "el ya va siendo hora de que se enrollen".
Es esta una novela escrita con cariño y sensibilidad por una autora de la que estoy dispuesta a leer cuanto traduzcan de ella, porque no sólo me ha entusiasmado el romance que ha inventado para Archer y Bree, sino que me han gustado mucho todos los personajes que ha creado, así como el entorno donde ha ambientado la historia y la frescura y la sencillez con la que la ha contado.
Espero con toda mi alma que esas reseñas, tan de moda últimamente, en las que se copian y pegan de manera literal trozos de las novelas destripando y desgraciando momentos de los libros, sean muy cautelosas en el caso de La voz de Archer y no se les ocurra hacerlo. Porque cada palabra, cada frase anticipada que se cuente de ella, es privar a quien vaya a leerla de una emoción intensa, de un suspiro profundo, de una lágrima de desasosiego o de ternura y de un dulce pellizco en el corazón.
Yo os recomiendo encarecidamente que leáis esta historia porque de verdad, de todo lo publicado de unos años para acá, esta es una de las novelas que más hondo me ha calado y, sin ninguna duda, además de por la emotiva historia que narra, la "culpa" es de su extraordinario protagonista. Creo que nunca voy a olvidar a Archer.
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