Esta autora me enamoró con la primera novela que leí de ella, Dama de tréboles, del antiguo oeste. Desde entonces no he dejado de leer sus libros, todos y cada uno de ellos. No todos me han gustado del mismo modo que aquel primero (es lo que tiene el primer amor, que te marca para siempre), unos me han hechizado, como Regálame París, otros a lo mejor me han llenado un poco menos, pero con cada libro que leo de Olivia me quedo con ganas de leer otro más. Con el tiempo ha ido cambiando un poco el estilo y también los temas que toca, pero a mí me gusta todo si está bien escrito, y no me canso de decir que esta es una de mis autoras favoritas, aunque reconozco que cuando de verdad me embelesa es cuando escribe histórica.
La portada, tengo que decirlo, me parece fantástica, como casi todas las que le hacen a esta autora en esta editorial.
Una de las cosas que más me ha gustado de la novela es el lugar. Olivia Ardey suele elegir entornos que me gustan, y en esta novela no me ha defraudado porque La Provenza es una zona maravillosa, pero es que además ha conseguido que el sitio elegido sea un «personaje» más en la historia.
Y es en la Provenza donde la protagonista busca una paz que le ha sido negada cuando, gente sin escrúpulos, publica fotos de ella que la ponen en evidencia, justo cuando está feliz por haber conseguido un premio en su profesión. Aquí es donde intentará restallar sus heridas.
La trama en sí no es demasiado enrevesada, en realidad incluso hasta casi me ha parecido sencilla, quizás al leer la sinopsis me había hecho a la idea de que habría algo más de tensión entre los personajes.
Lo cierto es que podríamos decir que es una historia de reencuentros, porque al protagonista masculino, Paul, ya lo conoce desde hace tiempo. Los sentimientos de él y de ella han cambiado, ha pasado el tiempo, pero cuando vuelven a verse cara a cara se percibe la química y lo que quiera que hubo antaño sigue ahí, latente, y poco a poco más vivo que nunca... y tal vez pueden darse otra oportunidad.
La gotita de misterio e intriga la pone el cuaderno que Monique descubre un día y por medio de la cual se entera de una historia increíble y preciosa. Cómo me gusta esta idea que no es la primera vez que pone en práctica Olivia en la que, aprovechando interesantes momentos de la historia, quizá incluso desconocidos para muchos, nos cuenta un relato secundario superinteresante y emotivo.
Otra cosa que me gusta de la autora es su facilidad para describir los lugares. En Regálame París —por seguir con el mismo libro como ejemplo—, pude hacer un nuevo viaje a la ciudad, pude volver a pasear por sus calles y tomarme un refresco en una de sus múltiples terrazas. En esta novela sucede lo mismo con la Provenza: ves el sitio, lo palpas, lo hueles y lo vives. Si lo conoces lo recuerdas a la perfección, y si no, te lo imaginas extraordinariamente bien. A mí me parece complicado describir un sitio, y yo que por norma no retengo muchas de las cosas de mis viajes, me emociono cuando leo una novela que me hace recordar lo vivido y que me despierta un recuerdo que permanece dormido en un lugar que mi memoria.
Los secundarios son de lujo, sobre todo me ha gustado el padre de la protagonista, sin desmerecer a Patricia y Sandra, las dos amigas de Monique y cuyas pequeñas historias personales, por cierto, me han encantado.
Resumiendo, que Olivia Ardey de nuevo ha conseguido hacerme pasar un rato estupendo y me ha vuelto a dejar con la necesidad de leer otra novela suya. Espero que no tarde mucho.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.