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jueves, 23 de febrero de 2017

Y entonces él la besó, de Laura Lee Guhrke

A veces no sé si prefiero un libro empedernidamente romántico o símplemente una novela con un romance sencillo, alguna que otra escena subida de tono y un final rápido y feliz. Supongo que depende de mi estado de ánimo ese día. Novela fácil o historia de amor.

Sin embargo, tengo claro que leer un poco de cada cosa no viene mal y remueve los sentimientos, tanto si es para decir que es pastelosa en exceso como si la conclusión es que la autora tenía prisa por acabarla. De cualquier forma, al terminar este libro, me he dado cuenta de que no sé muy bien dónde encajarlo.

Empecé su lectura por lo mismo de siempre: "Laura, este libro te va a encantar. Léelo". Y así fue. Me lo llevé a casa sin muchas ganas, todo sea dicho (la vuelta al trabajo siempre te quita las ganas de todo). Pero ahora que lo he terminado, me siento... no sé... plena. Sí, es tremendo que una novela de este estilo genere esta sensación, sin embargo, esa es la palabra. 

Como ya he dicho, me costó comenzarla y al principio no leía más de media hora seguida. No me sentía enganchada ni conectada a la historia y de pronto... ¡se hizo la luz! 

Página tras página me he ido bebiendo cada una de las palabras y deseando que llegara el desenlace. 

Me gustó sobremanera la decisión de Emma de tirar por la borda los días felices junto a Henry pero ¡qué narices! nadie con aspiraciones puede vivir mucho tiempo de esa manera. Así que, llorando, apoyé su decisión. Al fin y al cabo, de todo se aprende y deseé que Emma hubiera sacado algo en claro del castigo que se impuso. Y... ¡sí! Al final el machote soltero de oro se ablanda, se quita la venda de los ojos, se atraganta con sus propias palabras, bebe de su misma medicina y hace todo un alarde de inocencia masculina, un poco de teatro sentido y pone cada pieza del puzzle en su lugar. 

Acaba la historia y vuelvo a echar unas lagrimitas: romántico hasta la muerte. Dosis justas de genio, de sexo, de trama, de amor... y final feliz. ¡Genial!

Me ha removido, ha sacado a flote algo de mi romanticismo (que tengo mucho) que quedó enterrado al volver al trabajo y tener las primeras broncas del curso. 

Novelas así de tiernas deberían leerse una vez al año por lo menos. 

Y con una frase tan típica como cierta, termino esta crítica: ¡Ains! ¡Qué bonito es el amor!


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