En una escapada con amigas a Las Vegas, Isabel, un tanto pasada de copas, se encuentra, contra todo pronóstico, con Gabriel, el chico de quien ha estado enamorada desde... bueno, no se acuerda desde cuándo, pero desde hace mucho. Aunque ahora eso tampoco es que importe mucho en realidad, lo significativo es que lo tiene ahí, delante de sus narices, corriendo por sus venas también algo más de alcohol de la cuenta y, tal vez por eso, el chico siempre serio y responsable está dispuesto a desmelenarse. ¿Y si amparados ambos por la lejanía de su habitual entorno, la insólita situación en la que se han encontrado y la desinhibida ligereza que les da la bebida se permiten un desmadre?
Muchos años más tarde, nunca hablada y olvidada por ambos la licencia a la osadía de aquel día, Gabriel, por medio de una llamada telefónica en la que se le ve muy apurado, le dice a Isabel que acaba de descubrir que están casados y que necesita la anulación porque en veinte días se casa.
Y a partir de este momento se monta el follón.
Y se monta el follón porque Isabel se niega a hablar el asunto por teléfono, y Gabriel accede a que se vean para hablarlo. Y hablando, hablando surgen las fricciones, pero también los recuerdos, los anhelos, los sueños y los deseos del ayer. Y si en el corazón de Isabel aún late un amor que creía dormido, en el de Gabriel siempre ha estado despierto, sin embargo... ¡venga ya!, ¿cómo va ninguno de los dos a pensar que el otro puede sentir lo mismo?
Y así, entre un malentendido y otro, una bronca detrás de la otra, comidas, reuniones, miradas, pensamientos, la tensión y el deseo reprimido, los sueños y las ganas del pasado, y para completar el cóctel, la novia "peliteñida" montando peloteras aderezadas con lágrimas de cocodrilo porque ve peligrar su futuro, Gabriel e Isabel se disponen a anular su matrimonio. Lo que pasa es que mientras tanto...
Tratándose de un libro de Ruth M. Lerga, no creo yo que a sus lectoras (y quienes no la conozcan ya están tardando) haya que explicarles cómo está escrito, puesto que es de sobra conocido que escribir, precisamente, es algo que hace genial. Tampoco creo que sea necesario decir que su sentido del humor es una de sus más relevantes señas de identidad. Eso, unido a la ironía, el sarcasmo y las constantes pullas verbales con las que adereza unos diálogos que son una delicia, hacen que leas la novela con una permanente sonrisa en la cara.
Es un libro muy ameno, ágil, ligero y divertido, en el que las sonrisas y la frescura de la historia son la marca que distingue a esta sencilla y alegre comedia romántica aderezada con seductoras y sensuales escenas sexys.
Una lectura ideal y muy recomendable para pasar un rato la mar de entretenido.
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