Como declarado amante de los libros que soy, uno de los temas que más me gustan dentro del argumento de una novela es la llamada metaliteratura. Básicamente es literatura que habla de literatura. Libros que tratan de libros, escritores, bibliotecas... Es una manera de recrearte doblemente. Se me vienen varios títulos a la cabeza con esta temática: El nombre de la rosa, La sombra del viento, Y entonces sucedió algo maravilloso... El libro que hoy reseño también nos sumerge en un bucle literario, y entre eso, su título y su original portada tengo que decir que las ganas que tenía de leerlo eran muchas.
La novela narra la historia de Prudencia Prim, una mujer joven con un currículum brillante que decide aparcar su vida y seguirle la pista a una oferta de trabajo que la llevará hastaSan Ireneo de Arnois, un pueblecito francés que parece haberle echado un pulso al siglo XXI: todos sus habitantes reniegan del mundo moderno. Los niños se forman en casa, donde aprenden y leen cosas que con los sistemas educativos actuales serían imposibles. Los adultos regentan negocios familiares y así, repartiendo las tareas, consiguen abastecer a toda la localidad. La familia que contrata a la señorita Prim para organizar su extensa biblioteca está compuesta por el hombre del sillón, un enigmático caballero, y por sus cuatro sobrinos. Desde el momento en el que pone un pie en la casa, la protagonista sabe que algo va a cambiar su percepción del mundo para siempre. ¿Puede ella sola desafiar a toda una población? ¿Puede su jefe llegar a desestabilizarla con sus batallas dialécticas? ¿Habrá hecho bien en seguir a su corazón aceptando aquel trabajo?
La idea de un pueblo chapado a la antigua y dándole la espalda a todo lo moderno me sedujo inmediatamente. Con toda la presión social que existe y que casi nos obliga a evolucionar a la velocidad de la luz, un lugar como San Ireneo de Arnois es ideal para empezar un nueva (antigua) vida. Pero lo más novedoso no es la vuelta a lo tradicional, al campo o a la tinta y al lápiz. Sin duda lo que más llama la atención es que los habitantes son personas tremendamente cultas, y no conciben un mundo sin una formación académica que incluya en su plan de estudios el análisis de los clásicos o el deleite por la poesía.
La señorita Prim muestra pronto su asombro ante esa forma de vida y se pasa toda la novela sopesando si realmente es correcto que los niños, por ejemplo, conozcan de memoria textos de Virgilio o de Homero. Con un carácter en ocasiones pausado y en ocasiones altanero, la protagonista va conociendo a sus vecinos de San Ireneo y dejándose seducir por sus experiencias y sus historias. Quizás lo mejor de este personaje es su seguridad y la importancia que le da a las buenas formas y a la educación. Tiene cierto aire a institutriz rancia, pero se agradece que alguien se tome la molestia de cuidar las maneras. En contraposición, el hombre del sillón es el paradigma de la arrogancia masculina: él sabe, él conoce, él opina... y eso es pretexto suficiente para zanjar conversaciones y sacar de sus casillas a la señorita Prim. Este arquetipo de caballero brusco y, en ocasiones engreído no me convence mucho. Sí, es alguien muy leído y muy formado, pero la humildad brilla por su ausencia.
El estilo de la novela es agradable, aunque en mi opinión a veces se pasa de cursi. No podía evitar imaginarme a mí mismo leyendo el libro sentado en un butacón con orejeras, una mesa camilla con mantel de ganchillo y una taza de té hiperazucarada en un plato de gatitos y flores. La autora tiene una buena técnica al escribir, pero en algunos puntos los remilgos me parecían exagerados. Al ser su primera novela no puedo afirmar que sea siempre así o que ese tipo de lenguaje contribuya a darle al libro una atmósfera más rimbombante.
La literatura es uno de los temas estrella del libro. Eso ha estado muy bien. Cuando los personajes comentaban su opinión sobre algunas novelas y lo que había supuesto en sus vidas era inevitable sentir que estabas en cualquier club de lectura y sus miembros te hacían partícipe también. Cabe destacar el importante papel de Orgullo y Prejuicio y de Mr Darcy en la trama. Lo bueno de estas charlas sobre novelas es que hacen que el lector se interese por ellas si no las ha leído y despierte en él las ganas de hacerlo. Las diferencias entre los hombres y las mujeres y las dificultades que surgen en la convivencia también se hacen patentes y están representadas por los dos protagonistas. La señorita Prim y el hombre del sillón viven en una eterna disputa sobre cómo se debe actuar ante determinadas situaciones como la educación de los hijos, qué deben leer o no los niños y las niñas o sobre las relaciones personales. Sinceramente he visto muchos tópicos en esto y el momento en el que las mujeres del pueblo deciden actuar de casamenteras me pareció insufrible. La religión también ocupa un papel destacado a lo largo de la novela y si el hecho de ser creyente es relevante para elegir a la persona que comparta tu vida.
La sinopsis de El despertar de la señorita Prim nos dice que este libro "nos sumerge en un inolvidable viaje en busca de (...) la profundidad que se esconde tras las cosas pequeñas". Yo no lo he encontrado por ningún lado. Me ha parecido más bien una novela costumbrista con toques de romántica y bastante predecible. Aunque el desenlace puede parecer original realmente no consigo entender qué llevo a la señorita Prim a terminar así. Pese a las ganas que tenía de leerlo, al final no creo que sea para mí. Una lástima.
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