Jenny Penny, sirviente de las hermanas Featherton, tiene también una actividad secreta: elabora cosméticos para la alta sociedad. Lo que no sabe, es que algunos de sus clientes descubren que las cremas tienen propiedades inesperadas aplicadas en… ciertas partes del cuerpo.
Jenny, que vende las cremas como Lady Eros, ve con asombro que las ganancias aumentan. Pero ella quiere acabar con esa situación incómoda y hace creer al atractivo Callum Campbell, vizconde de Argyll, que en lugar de ser una criada es ni más ni menos que Lady Ginebra, una dama de la alta aristocracia. Las hermanas Featherton la animan en la farsa. Entonces se involucra de lleno en demasiados frentes, tiene demasiadas personalidades para poder manejar a todas ellas.
Esta novela de la época de Regencia puede caracterizarse por el humor que encontramos entre sus páginas.
Jenny Penny, la protagonista, es hija ilegítima de un baronet y, al mismo tiempo, doncella de las dos hermanas Featherton. Se esfuerza por convertirse en alguien importante y su habilidad como química, la lleva a confeccionar unas cremas que empieza a vender a la alta sociedad. En principio, es una crema simple, aunque muy buena, pero ciertas personas descubren que provoca reacciones insospechadas utilizándola de forma íntima. La crema se vende cada vez mejor y ella encuentra un modo de hacerse con un dinero extra.
Como podéis imaginar, la misteriosa Lady Eros, como todos empiezan a llamarla, se crea una reputación increíble. Todos buscan sus cremas.
Argyll, el protagonista masculino, es un barón escocés lujurioso, atractivo y fascinante. Sin saberlo, y por mediación de las hermanas Feathertons, conoce a Jenny en su nuevo papel de Lady Ginebra.
Me divertí bastante con esta historia porque es un cúmulo de situaciones increíbles y hasta carcajeantes. La pobre Jenny se mete en un lío con sus tres personalidades del que luego no sabe cómo salir. Por una parte, están las rígidas costumbres de la aristocracia, por otro que es una simple criada, por otra que es la inventora de una crema que todo el mundo busca y, por último, que se hace pasar por una dama que no es.
Situada en Bath, en el año 1817, la autora no es que narre demasiado bien las costumbres de la época, el modo de vivir de la burguesía, sino que se centra en el afán de una simple sirvienta por subir en el escalafón social. Éste punto puede resultar un borrón en la novela.
La protagonista está atrapada y las escenas son burbujeantes y graciosas, porque te imaginas qué pasa cuando se utiliza la crema y no precisamente en la cara.
Los secundarios son igualmente graciosos, las hermanas Featherton resultan increíbles ayudando a la protagonista en sus distintas personalidades y empujándola hacia Argyll.
He leído críticas donde se dice que Jenny es demasiado moderna, que piensa solamente de modo material, que el protagonista masculino no queda bien plasmado y que gira siempre alrededor de ella. Incluso he leído que a algunas lectoras les ha aburrido la historia por lo inverosímil. No puedo decir que no tengan razón.
Yo no voy a decir que es una historia estupendísima, de esas que dejan huella para siempre, porque mentiría. Es verdad que esta autora tiene mejores obras. Pero sí me ha parecido una novela con la que si no espera nada de ella, puedes pasar un rato divertido, con unos protagonistas que te hacen sonreír, con escenas buenas y, sobre todo, que consigue hacerte olvidar el mundo durante unas horas.
Carmela
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