Una vez más, Enriqueta de la Cruz nos regala una novela llena de información con una serie de personajes femeninos valientes y comprometidos. Me voy a centrar en lo que más me ha llamado la atención el título del libro.
Entre la variedad de actores que aparecen en esta novela me voy a referir a la relación sentimental de Elena García, abogada de profesión y el periodista Lenin.
Según subraya la autora, "ésta es una novela con vocación crítica y provocativa y a caballo entre la ficción y el ensayo”; supongo que de allí el título. Se dice que el corazón está del lado izquierdo porque de ese lado está la punta y se aproxima para ese lado, pero el corazón está situado de forma oblicua: dos tercios a la izquierda del plano medio y un tercio a la derecha, por lo que, siguiendo con el símbolo del corazón, el ser humano debería amar desde el centro de sí mismo.
Elena García es una mujer terca y resolutiva, lleva un mechón violeta y está divorciada. Lenin es un joven periodista escritor y activista, que trabaja para una organización internacional pro-derechos humanos y acciones alternativas.
Como telón de fondo de las luchas políticas, el espionaje y las consignas políticas, se encuentra uno con descripciones relativas a cómo se vive el amor en este mundo globalizado. A lo largo de la lectura vemos como la mayoría de los personajes, hombres y mujeres, son náufragos perdidos y confusos, que se comunican en lo tocante al amor con expresiones como esta: “en general las personas saben ir por la vida, cuando les interesa algo se lo comen, lo consumen y ya está”.
Así que, al leer esta novela, tuve la sensación de que en las descripciones sentimentales no había amor, ni de derecha ni de izquierda, sino encuentros sexuales oportunistas, porque de acuerdo con la trama política y de espionaje, no había tiempo.
“La palabra “AMOR” está compuesta por el prefijo negativo “A” (sin) y “MOR” (separación): significa “no separar”, “unión”. Un vinculo amoroso requiere aceptar y encariñarse con el proceso: el propio y el del otro, hasta amalgamarlo como nuestro”.
Todos los personajes manipulan o se dejan manipular en aras de sus objetivos. Lo que sí ocurre en esta novela es el enamoramiento de Elena García y Lenin, ese que no se planifica, que simplemente ocurre.
Mark Twain, en su libro “Diario de Adán y Eva” le hace decir a uno de sus personajes: “Si me preguntan por qué amo, descubro que no lo sé y realmente no me interesa saberlo”, y eso es lo que les sucede a Elena y a Lenin.
Un ejemplo de ello es este párrafo “Las discusiones de Lenin y Elena comenzaron así, fuertes, directas, abiertas, confiadas, parecían dos almas gemelas en busca de excusas; de conversaciones complejas para verse otro día y continuarlas…”.
La relación que la autora nos relata sobre Elena y Lenin, podría situarse dentro de lo que los psicólogos llaman una relación fronteriza, es decir, parejas que están permanentemente en una huida hacia adelante impidiéndose, por ello, la posibilidad del encuentro. Elena está involucrada en su propia búsqueda política y personal, Lenin es un idealista al que le gusta la literatura y es capaz de recordar poemas para recalcar sus opiniones: “a plena luz, harto de destruir ídolos, resucitará, libre de todos sus Dioses” (Rimbaud). Pero ya descubrirán, cuando lean esta novela lo que se esconde detrás de ese discurso.
Para que el amor como tal surja, se necesita confiar uno en el otro. Las relaciones sentimentales ―tanto la de Elena y Lenin, como la de los otros personajes― son insatisfactorias porque se refugian en la hiperactividad para no reflexionar sobre sí mismos.
Enriqueta de la Cruz nos describe muy bien la forma de comunicarse de Elena y Lenin en este siglo XXI: “correos, invitaciones para charlar por skype”; una especie de comodín mágico para no llegar al compromiso, para diluir la relación y no convertirla en el epicentro de sus vidas, ya que, según la consigna postmodernista, eso ya está caduco.
Ambos personajes padecen de lo que la terapeuta argentina Beatriz Goldenberg llama: “el virus de la libertad”. Vivir sin compromiso alguno. Elena y Lenin juegan al despiste, tienen una doble vida, pero no en lo tocante al tema sentimental, sino en lo que se refiere a sus intereses.
Finalmente, como podrán ver cuando lean este libro, la realidad se impondrá, la intriga misteriosa se resolverá y cada uno de los personajes se situará en el lugar que le corresponde.
Así que, de acuerdo con las coordenadas ―derecha izquierda― de esta novela podría decir que:
· Existen parejas fronterizas, que quizá vayan más de acuerdo con la rebeldía y sufren un constante calvario de altibajos huyendo del encuentro y la comunicación.
· Existen también parejas neuróticas, que se mantienen porque comparten intereses económicos, estatus o comodidad. Unos acuerdos tácitos camuflados dentro de su medio social.
Pero en ninguna de esta clase de relaciones hay vocación de amor o de pareja. Como señala el Dalai Lama:
“A través de la paz interior se puede conseguir no solo la paz mundial, sino la responsabilidad individual. La atmósfera de paz debe ser creada dentro de uno mismo, entonces se podrá crear en la pareja, en la familia y en la comunidad".
La novela de Enriqueta de la Cruz, “El amor es de izquierda” me ha permitido reflexionar y preparar esta reseña, un tanto provocativa, como ha sido el deseo de la autora al escribir esta novela.
Bertha María Díaz Olmos
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