Una historia de segundas oportunidades -o tal vez de cuartas-, cargada de rencores, arrepentimientos, complejos y vergüenzas. Una historia donde el tema central es la capacidad de perdonar del ser humano.
La ambientación nos sumerge en un pueblo sureño de los Estados Unidos, de esos en los que todo el mundo conoce los pecados de todos. La vida en ese rincón está muy bien retratada por la autora, creando un pequeño hogar donde todos los personajes te llegan a ser familiares al final. La novela está construida como una especie de Bildungsroman, en la que vemos la transición desde la niñez a la vida adulta de la protagonista. Es una narrativa evolutiva a base de continuos flashback al pasado. Esto, junto con el exceso de episodios descriptivos y la escasez de diálogos durante la mayor parte de la novela, hace que la historia se torne lenta.
A pesar del final bonito y emotivo de la historia, debo decir que no he logrado empatizar con los protagonistas. Cuando Sugar Beth regresa a su pueblo tras haber recibido una herencia, sabe que está a punto de vivir una pesadilla, porque vuelve como una perdedora, después de haber sido la chica más popular del instituto pero también una arpía. La protagonista no está dispuesta a hacer ver que el hecho de recibir el odio de los que fueron sus amigos le duele; sin embargo, la forma de demostrarlo, mostrándose constantemente sarcástica, dura, y vejándose a sí misma, no me ha gustado. En ningún momento, a pesar de su dolorosa historia, despierta simpatía en el lector, porque aunque puedes ver su arrepentimiento, su forma de comportarse no ayuda. Como mujer, no me he sentido identificada con ella, y me ha molestado en algunos momentos por no saber cómo afrontar su situación sin necesidad de denigrarse a sí misma.
Colin es el protagonista masculino cuya preponderancia toma vuelo casi hacia el final de la historia, porque, como he dicho, esta novela se centra más en el tema del perdón que en el romance, al menos en más de la mitad de su desarrollo. En este caso, no es el amor romántico el que hace que cicatricen las heridas de Sugar Beth. Pero Colin se demuestra como un protagonista fuerte, un eje que se convierte en central porque alrededor de él, y de sus actos, se cerrará toda la historia. Pero también su carácter es poco empático. No es dulce y usa el sarcasmo. La autora nos da algún atisbo del hombre tierno y sensible que puede ser, pero se oculta rápidamente y no llega a convencer del todo.
El estilo de la autora es, sin duda, impecable, aunque en esta ocasión el desarrollo de la historia se muestre excesivamente lento. El final, eso sí, me ha parecido emotivo y, en cierto modo, original.
MARTA LUJÁN
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