Libro 8 de la serie Minstrel Valley
Oriente y occidente unidos en un apasionado romance.
Nunca mejor dicho, porque en esta novela no solo he encontrado una historia de amor preciosa, de esas que consiguen superar todos los obstáculos, sino que he visto las dificultades que tenía una persona mestiza en aquella época. Y es que hay que reconocer que un conde con rasgos orientales, por muy lord que fuera, resultaba chocante.
Tenía ganas de leer la historia de Derek Lee, conde de Mersett. Y tenía ganas porque intuía que no solo iba a gustarme, por lo original, sino que iba a descubrir cosas interesantes. No he quedado defraudada.
En las anteriores novelas de esa serie nos han dejado ver un poquito de Derek, que aparece como un sujeto frío y distante. Nada más lejos de la realidad: es puro fuego. Un hombre que ha nacido en China, enfrentado en cierta forma con su padre, un lord inglés, y llevando sobre sus hombros un título de conde, aunque la gente le mira de lado por ser mestizo. Un hombre que no pertenece a ninguno de los dos mundos, que no puede remediar que su padre arregle el matrimonio de la mujer que ama con otro hombre, que escapa para olvidar… Un hombre, en fin, que cuando regresa y se da cuenta de que está más enamorado que nunca de Daphne, viuda ya, mantiene las distancia para no arrastrarla a ella en el odio de los demás a su mestizaje.
Me ha gustado el modo en que, poco a poco, se nos va descubriendo qué ha sido de la anterior vida de Dereck y Daphne, qué pasó en China, cómo llegaron a Inglaterra. Página a página he ido conociendo una historia que, en algún momento, es triste, y que obliga a Daphne a guardar un secreto que puede hacerles daño a los dos.
Pero la novela también tiene momentos muy divertidos, que no quiero desvelar aquí, con dos damas y un caballero que acompañan a Daphne en una locura descomunal. Me imaginaba la escena y soltaba una carcajada. La autora nos cuenta cómo se le ocurrió la idea de ese capítulo en la nota de autora, no os lo perdáis.
También me ha encantado el depurado estilo con el que Alexandra Black trata la relación del difunto esposo de Daphne con ella; he acabado admirándole y vosotras, seguro, haréis lo mismo.
La sinopsis acaba preguntando: ¿Será capaz ella de derribar las barreras que el conde ha levantado entre ellos? Desde luego que sí. No he visto una mujer con tanto arrojo como la protagonista de esta novela.
Aparte de un romance tan bonito como este, volver a pasearme por las calles del pueblo, jugar con las gatas de Daphne y sentarme un ratito junto a la estatua de los dos amantes en la plaza central, ha supuesto una delicia.
Nieves
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