Aitana y Alberto son una pareja de las que es imposible olvidarse. Ella, que en apariencia es una mujer seria, se desmelena con el baile, con su amiga y con un inspector de Homicidios que no solo está para comer con los dedos, sino que se mueve en la pista de un modo que encandila.
Me ha gustado el personaje de Aitana. Es una mujer sin problemas de dinero, gracias a su trabajo y a la fortuna de su familia; sin embargo, nos deja ver que sus opiniones personales no van por el lado que sus genes hubieran imaginado. Ya me entenderéis cuando la leáis. Genial en ese sentido. Me han gustado también las conversaciones que se trae con su amiga (ya estoy deseando leer su propia historia, que va a dar juego y del bueno), desinhibidas, claras y divertidas.
¡Cómo no encantarme los enfrentamientos con el inspector de Homicidios! El capítulo de los correos electrónicos es para enmarcarlo, lo juro.
Alberto me ha enamorado. Por su forma de trabajar, por su interés en los casos, por su modo de ser y de tratar a Aitana desde el principio. Es un cielo en todos los sentidos. A pesar de querer avanzar en su relación, toma la distancia que le pide Aitana, no insiste en saber más de ella, no pregunta, hasta que consigue que, poco a poco, sea ella la que se acerque.
Los datos que van apareciendo durante las conversaciones, acerca de las investigaciones policiales y las revisiones de la forense, son de agradecer; le dan un toque de veracidad a la historia que pocas novelas tienen. Por mi parte, chapeau también a los agentes de la Policía Nacional, señora M. Lerga.
En cuanto a las escenas calentitas… ¡Agarra el ventilador, ponlo a tope y no te alejes de él, que vas a sudar! M. Lerga tiene un don especial para narrar esos momentos ardientes, apasionados, generosos, entregados y sensibles.
¡Qué corta se me ha hecho, pero qué buena, entretenida y divertida novela!
Nieves
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