Chus y vino... bálsamo divino, de Sandra Bree

Decidido: voy a pedir que me admitan en el grupo JB para acudir los jueves a tomar chupitos de lo que sea. Y es que esta nueva entrega de la serie no me ha hecho sonreír, no, me ha provocado hasta dolor de estómago en algunas escenas, debido a la risa. Desde luego, esta autora es especialista en inventar situación tan disparatadas y divertidas que es imposible, pero imposible, aburrirse con sus novelas. 

Desde que empieza la historia, con una escena que te arranca la primera carcajada, es un no parar. Es una lástima que no se deba hacer spoiler porque es para contarla. Un modo de lo más original para dar pie a que los protagonistas se conozcan y la lectora empiece a darse cuenta del potencial de la novela. Nunca un alcohómetro ha dado tanto juego en una escena, aunque es normal que al policía le den ganas de estrangular a Chus. 

No hay un solo capítulo de la novela en la que no haya tenido un ataque de risa. Por el día, no preocupa, pero a las dos de la madrugada… Me extraña que algún vecino no haya llamado a la policía por escándalo. 

Pero además de mantenerme entretenida durante horas, he vuelto a disfrutar de las ocurrencias del grupo de las ebrias, he leído sus mensajes y he estado o no de acuerdo con los consejos que dan a la protagonista, algunos de descerebradas total. 

Chus se hace querer. Es rica, tiene un pisazo, ropa y zapatos de marca… todo lo que el dinero puede comprar. Pero ella es feliz dando clases de catequesis, cantando en el coro de la iglesia y recitando frases de la Biblia. Para nada es una niña pija, es todo sencillez y candor. A veces, hasta resulta demasiado inocente, lo que da juego para las peripecias que pasa y en los follones que se mete. Desde dar a entender que va a comprar algo en el mercado negro hasta acabar en una celda por montar un sarao en un bar, le pasa de todo. ¡Por Dios, pero si hasta la monta con el anillo de boda de Vero! Sin embargo, ella siempre intenta hacer las cosas bien y no enfadarse con nadie… salvo con su madre, que la saca de quicio. Ella es la culpable de que odie a todo hombre que vista uniforme… Y resulta que Jesús es policía. 

Jesús, aparte de estar buenísimo, tiene la paciencia del santo Job, el pobre. Porque de otro modo no se entiendo cómo se pasa la novela sacando a Chus de apuros, cuando ella le pone en unos aprietos de aúpa, que casi le cuestan el puesto. Este hombre es un amor. 

No tengo palabras para explicaros cómo me ha enamorado esta historia, solo puedo deciros que si os gusta el humor tenéis que leerla. Y si no os gusta, también, porque vais a cambiar de bando con las ebrias.

Nieves 

Romántica

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