Acabada la historia de Enrique y Elena; feliz por una novela muy bonita y triste porque no volveré a ver a los tres amigos que componen esta trilogía: Manuel, Enrique y Pablo.
Por los sucesos en El secreto de una dama, la historia de Manuel, ya se veía venir que la novela dedicada a Enrique y Elena iba a tener más de un enfrentamiento verbal. Aunque ha pasado el tiempo, ella no le perdona varias cosas, una de las cuales es que consiguiera sacarle el lugar en el que se encontraba Claudia, su amiga. Otra, que la sacara del incendio del Buen Retiro al hombro, como un saco. Pero el inesperado secuestro de la hermana de Enrique, Constanza, hace que vuelvan a encontrarse de nuevo.
Enrique desea que su padre cuente con él, pero Valerio Díaz lo tiene por un mujeriego que no hace otra cosa que jugar a los naipes e ir de cama en cama. La sorpresiva nota que encuentra cuando su padre está de viaje, pidiendo un rescate por Constanza, lo deja descolocado. Más aún cuando lo que exigen es la entrega de una baraja de oro y plata que, según se entera más tarde, fabricó un tal Frömmer en 1616. Decidido a salvar a la muchacha irá a Usón, en tierras aragonesas, incluso sabiendo que “el erizo” como llamó siempre a Elena, trabaja de aya de sus dos sobrinos, Alvaro y Clara.
Elena, por su parte, está obsesionada en no mostrar nunca su cuello, piernas o manos, donde el incendio donde casi murió dejó sus huellas. Se avergüenza de las cicatrices y está convencida de que nunca podrá casarse porque resultan repugnantes para cualquiera.
Esta novela gira alrededor de un secuestro… un tanto peculiar, la búsqueda de la baraja a la que se atribuyen poderes mágicos ―se dice que quien la tiene encuentra el amor verdadero―, y la divertida y tierna relación entre los protagonistas. Las dudas de uno y otra, los miedos de ambos, ese querer acercarse y a la vez no atreverse… Es un romance que camina poco a poco, envuelto en enredos ¬―cosa que se le da de película a la autora―, donde algunas cosas no son lo que una cree y da lugar a la sorpresa. Y donde Elena está enamorada de Enrique desde la primera vez que lo vio, pero él no se ve comprometido y le cuesta, vaya si le cuesta al zoquete, acabar dándose cuenta de que la quiere por encima de todo, demostrando de paso a su padre y a todos que es un auténtico caballero digno de confianza.
Escenas de enfrentamientos verbales que hacen sonreír, otras en las que el lector toma parte en la discusión porque no puede resistirse a hacerlo, y unas cuantas en las que me hubiera gustado tener un palo para sacudir a los dos protagonistas. Se les perdona todo porque sus escenas románticas son estupendas, muy sensuales, y atrapan.
Unos secundarios de lujo, como el capitán Quesada, un soldado que ha estado en Flandes; Margarita, la jefa de la banda de forajidos que mantiene retenida a Constanza; Alvaro y Clara, los hijos de Constanza; Valerio Díaz, el padre… Y un placer ser testigo de cómo llega la dichosa baraja mágica a las manos de Constanza, hecho que tiene importancia en la tercera entrega, La luz de la pasión.
A mí me ha encantado la narrativa, los datos sobre los coleccionistas y el mundo que se movía a su alrededor, los líos y el romance, de modo que la recomiendo.
Nieves
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