La vida de Lucien Balfour, el conde de Kilcairn Abbey, da un giro de ciento ochenta grados el día que ante su puerta se detiene un carruaje del que descienden dos damas envueltas en voluminosos volantes y emplumados tocados: su insoportable tía Fiona y su no menos inaguantable prima Rose. Pronto descubre que su tío Oscar no sólo ha tenido el mal gusto de morir, sino que lo peor es que en su testamento le encasqueta a su viuda e hija para que él, el conde de Kilcairn Abbey (tras la muerte de su padre) se ocupe de ellas.
A Lucien siempre le han sacado de quicio tanto una como otra y, años después, comprueba que eso no ha cambiado ni un ápice. Su querida tía le informa que dada su posición, no le será difícil ayudar a su adorada prima a encontrar marido, claro que para ello deberá contratar antes a una institutriz que la eduque y le enseñe a moverse en sociedad. No es que a Lucien le importe demasiado, pero le parece la solución perfecta. Así matará dos pájaros de un tiro: su prima consigue marido y él consigue librarse de ella y de su tía.
La institutriz contratada no es otra que Alexandra Gallant. Inicialmente Alexandra no sabe que su patrón es el infame conde, con lo que al descubrirlo se siente muy tentada de salir pues en polvorosa, pero puesto que ya carga a sus espaldas con un escándalo a causa del que lleva un largo período sin encontrar trabajo, se percata de que no puede permitirse ser tan quisquillosa y acepta el trabajo. Si el carácter de Rose le resulta difícil, el de su madre no es mejor, al contrario; pero Alexandra es ante todo una institutriz seria que trata de inculpar decoro y etiqueta a sus pupilas. No obstante lo peor no es su alumna, sino el primo de ésta que parece empeñado en seducirla.
Lucien se siente inmediatamente atraído por la bella institutriz y no ceja en su empeño de seducirla y hacer que pase a engrosar su lista de conquistas, a pesar de que ésta le deja bien claro que nunca cederé a sus intentos de seducción (o eso se dice). Pero Lucien, aún si eso implica pasar más tiempo junto a su terrible tía Fiona y su insoportable prima Rose, se convierte en la sombra de las damas. Todo por seducir a la inaccesible señorita Alexandra Gallant que trata de ignorarlo, algo que se va al traste cuando éste le informa que ha decidido convertirse en su alumno para mejorar sus atroces modales (que falta le hace).
En medio de clases de protocolo y buenas formas la atracción entre Alexandra y Lucien sólo se hace mayor, pero cuando todo parece encauzarse en una promesa de futuro, el pasado del que Alexandra trata de huir, reaparece…
Enmendar a un granuja es una novela que, si bien no nos ofrece una trama especialmente diferente o novedosa de la mayoría de las novelas ambientadas en La Regencia, sí que ofrece una faceta o un enfoque más desenfadado, ameno y sobre todo muy divertido. Desde la primera página, tras la aparición de la tía y prima de Lucien, y hasta la última página, se suceden escenas repletas de humor.
Creo que esto es uno de los rasgos que distinguen las novelas de Suzanne Enoch, ese toque irónico e irreverente de sus protagonistas. En este caso recae sobre Lucien quien, amparado en su status y su posición privilegiada en la sociedad inglesa, no se corta un pelo a la hora de decir lo que le place, así sea irrespetuoso, inapropiado o una falta completa de educación. ¿El resultado? Una novela fresca, amena y ágil de leer. Por un lado, gracias a la mordacidad y sinceridad rozando (o más bien sobrepasando) el límite de lo que se considera educado, con que trata a su tía Fiona; por otro por los tiras y afloja que protagoniza con Alexandra en su afán por seducirla.
La verdad es que la novela no deja de ser la caza de una joven institutriz a manos de un libertino (se supone que sin posibilidades de reformarse), pero como suele suceder el cazador acaba siendo el cazado. Creo que la química entre la pareja es bastante palpable, de principio a fin. Los encontrazos entre ellos abundan, dando pie a diálogos chispeantes e ingeniosos que muestran una lucha de voluntades.
La evolución en la relación entre Alexandra y Lucien se produce poco a poco, no es de la noche a la mañana. Paulatinamente la fachada de mordacidad e irreverencia de Lucien comienza a resquebrajarse ante la humilde institutriz, quien parece ocultar un secreto. Tras el escándalo de que fue víctima tiempo atrás, Alexandra ha tenido muchos problemas para conseguir un trabajo y es esa necesidad la que la lleva ante el infame Conde de Kilbairn Abbey. Alexandra es bastante celosa con su intimidad, pues teme que si el pasado sale a la luz perderá la única oportunidad de trabajo que ha conseguido en mucho tiempo.
Pero al margen de esos aspectos, sólo es cuestión de tiempo que estalle la atracción entre la joven y su patrón, y de ahí a enamorarse...
Entre los secundarios destacaría sobre todo a Rose, la prima de Lucien, que si bien en principio se nos describe como una joven mimada, repelente y sin demasiadas luces, poco a poco, bajo la tutela de Alexandre (y sin la influencia de su madre) se nos descubre como una joven con cualidades remarcables.
Por último sólo añadir que Suzanne Enoch es una de las nuevas autoras que más me han sorprendido porque, aunque Enmendar a un granuja es una novela en cierto modo previsible, es novedosa e ingeniosa. Creo que muestra cómo una trama y un cliché que leemos a menudo puede ser escrito y presentado de un modo ameno y diferente, sin escatimar en una bonita historia de amor entre una institutriz de moral inquebrantable (o casi) y un conde irreverente, grosero y sin posibilidades de reforma (o eso se supone), pero en cualquier caso un hombre absolutamente encantador.
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