A Whitney, un pueblecito de Georgia, llega Will Parker, un ex-convicto acusado de la muerte de una prostituta. Tras pasar varios años en la cárcel, Will encuentra trabajo en el aserradero local, sin embargo cuando su jefe descubre la verdad sobre su pasado lo despide. Hambriento y sin ningún sitio a dónde ir lee un peculiar anuncio en el periódico: SE BUSCA MARIDO.
La situación de "la loca Elly", como la llaman en el pueblo, no es menos desesperada: embarazada, con dos niños pequeños y recientemente viuda. Su difunto marido sólo le ha dejado una vieja granja en mal estado y ella sola no puede hacerse cargo de todo, así que decide publicar un anuncio en el periódico.
Cuando Will y Elly se encuentran, ninguno de los dos puede imaginar el impacto que cada uno tendrá en la vida del otro. Will encontrará el amor que le ha sido negado durante toda una vida de una casa de acogida en otra. Elly, la fuerza y el valor necesarios para enfrentarse a un pasado marcado por unos abuelos extremadamente religiosos y su condición de hija de madre soltera, así como por el rechazo de la gente de Whitney.
La apacible vida en ese entorno rural se verá truncada por la entrada de EEUU en la II Guerra Mundial y por la participación en una guerra que hasta entonces sólo había tenido lugar en Europa.
Comentar una novela de Lavyrle Spencer siempre es complicado, más cuando nos encontramos con un libro como éste, en la línea de sus mejores obras, costumbrista, minucioso en los detalles, melancólico y con esa crudeza tan característica de la autora. Pero como siempre me pasa con esta escritora, la sensación que me queda es de esperanza, de que cualquier cosa se puede superar si hay amor. Por eso creo que Lavyrle Spencer es una de las escritoras más románticas que he tenido la suerte de leer.
Morning Glory es el ejemplo perfecto de que no es necesario un argumento enrevesado ni excesivamente complicado para lograr una maravillosa historia. Will y Elly son personas corrientes, sencillas, con problemas cercanos y reconocibles incluso para gente que, como yo, no ha vivido nunca en una granja del sur de EEUU durante los años 40 y en vísperas de una guerra mundial. La ambientación es el punto fuerte de la novela, y podría dividirse en dos partes: una primera parte en la que las escenas domésticas ocupan casi toda la narración y una segunda, en la que el problema de la guerra se convierte en el eje central de la historia. Me ha encantado recrearme en la cultura de aquellos años, en el cine de esa época, en las canciones que sonaban en la radio, en el vestuario, en los peinados. Todo muy de película clásica americana, tan real pero al mismo tiempo tan mágico.
Y en todo momento, parece que estés allí con ellos, extrayendo miel de los panales de abejas, oliendo las flores y oyendo cantar a los pájaros; yendo al cine con Will y Elly en un viejo coche y por polvorientas carreteras, sintiendo su inseguridad, sus preocupaciones, su felicidad… Escenas inolvidables, que en su simplicidad consiguen provocarte esas mariposas en el estómago, ese nudo en la garganta; cartas de amor llenas de tristeza por la crueldad de una guerra, personajes secundarios maravillosos. Nadie consigue provocarte tantas sensaciones como Lavyrle Spencer, muy pocas lo hacen tan bien como ella.
Me ha sorprendido encontrarme con una novela bastante simbólica: la simbología de los pájaros, por ejemplo, representando la libertad que tanto Elly como Will han echado en falta durante gran parte de su vida; o las flores, tan presentes también. Es la historia de dos seres humanos que sólo han conocido la soledad y la desesperanza, pero que juntos descubren que cada nuevo amanecer puede traer esperanza y felicidad, como esas campanillas (o “glorias de la mañana”) que cada mañana florecen con una nueva flor.
Un libro precioso que TODO el mundo debería poder leer.
La situación de "la loca Elly", como la llaman en el pueblo, no es menos desesperada: embarazada, con dos niños pequeños y recientemente viuda. Su difunto marido sólo le ha dejado una vieja granja en mal estado y ella sola no puede hacerse cargo de todo, así que decide publicar un anuncio en el periódico.
Cuando Will y Elly se encuentran, ninguno de los dos puede imaginar el impacto que cada uno tendrá en la vida del otro. Will encontrará el amor que le ha sido negado durante toda una vida de una casa de acogida en otra. Elly, la fuerza y el valor necesarios para enfrentarse a un pasado marcado por unos abuelos extremadamente religiosos y su condición de hija de madre soltera, así como por el rechazo de la gente de Whitney.
La apacible vida en ese entorno rural se verá truncada por la entrada de EEUU en la II Guerra Mundial y por la participación en una guerra que hasta entonces sólo había tenido lugar en Europa.
Comentar una novela de Lavyrle Spencer siempre es complicado, más cuando nos encontramos con un libro como éste, en la línea de sus mejores obras, costumbrista, minucioso en los detalles, melancólico y con esa crudeza tan característica de la autora. Pero como siempre me pasa con esta escritora, la sensación que me queda es de esperanza, de que cualquier cosa se puede superar si hay amor. Por eso creo que Lavyrle Spencer es una de las escritoras más románticas que he tenido la suerte de leer.
Morning Glory es el ejemplo perfecto de que no es necesario un argumento enrevesado ni excesivamente complicado para lograr una maravillosa historia. Will y Elly son personas corrientes, sencillas, con problemas cercanos y reconocibles incluso para gente que, como yo, no ha vivido nunca en una granja del sur de EEUU durante los años 40 y en vísperas de una guerra mundial. La ambientación es el punto fuerte de la novela, y podría dividirse en dos partes: una primera parte en la que las escenas domésticas ocupan casi toda la narración y una segunda, en la que el problema de la guerra se convierte en el eje central de la historia. Me ha encantado recrearme en la cultura de aquellos años, en el cine de esa época, en las canciones que sonaban en la radio, en el vestuario, en los peinados. Todo muy de película clásica americana, tan real pero al mismo tiempo tan mágico.
Y en todo momento, parece que estés allí con ellos, extrayendo miel de los panales de abejas, oliendo las flores y oyendo cantar a los pájaros; yendo al cine con Will y Elly en un viejo coche y por polvorientas carreteras, sintiendo su inseguridad, sus preocupaciones, su felicidad… Escenas inolvidables, que en su simplicidad consiguen provocarte esas mariposas en el estómago, ese nudo en la garganta; cartas de amor llenas de tristeza por la crueldad de una guerra, personajes secundarios maravillosos. Nadie consigue provocarte tantas sensaciones como Lavyrle Spencer, muy pocas lo hacen tan bien como ella.
Me ha sorprendido encontrarme con una novela bastante simbólica: la simbología de los pájaros, por ejemplo, representando la libertad que tanto Elly como Will han echado en falta durante gran parte de su vida; o las flores, tan presentes también. Es la historia de dos seres humanos que sólo han conocido la soledad y la desesperanza, pero que juntos descubren que cada nuevo amanecer puede traer esperanza y felicidad, como esas campanillas (o “glorias de la mañana”) que cada mañana florecen con una nueva flor.
Un libro precioso que TODO el mundo debería poder leer.
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