Sólo han transcurrido unos meses desde que finalizara la temporada, pero aún restan varios más hasta que dé comienzo la próxima.
Después de la boda de Annabelle con Simon Hunt, ha llegado el turno de Lillian Bowman para encontrar marido, tal como acordaron las cuatro amigas y chicas florero.
Lillian es la mayor de las hermanas Bowman, una joven cuyo principal hándicap a la hora de cazar marido reside en su nacionalidad. Es americana y no pertenece a la aristocracia inglesa y a pesar de que Thomas Bowman es un comerciante muy rico, eso no la hace una candidata adecuada a ojos de las matronas ingleses.
¿Por qué?
Porque Lillian además de no poseer ni una gota de sangre noble en sus venas es una joven un tanto atípica que no encaja entre los encajes y sedas de la sociedad inglesa.
No comprende las costumbres ingleses, las normas de protocolo, la ropa de las jóvenes casamenteras le resulta incómoda e insoportable; de hecho ni siquiera le gusta la refinada cocina inglesa…
Su carácter tampoco ayuda, puesto que es impulsiva, audaz, descarada y un tanto alocada. Pese a saber que los nobles ingleses buscan en su futuras esposas rasgos como la dulzura, la sumisión o la candidez -sin olvidar ser sumamente silenciosa- Lillian es sencillamente incapaz de cerrar la boca y opinar sobre cualquier cosa.
Con tal panorama, Lillian sabe que su última esperanza reside en encandilar a un noble venido a menos que, ávido por conseguir la nada desdeñable dote de la joven Bowman, pase por alto esos defectillos sin importancia.
Por lo que Lillian sabe que contar con el respaldo de una respetable matrona de la sociedad londinense sería un regalo caído del cielo, que le allanaría el camino hacia el altar, y que cual hada madrina las introdujera y presentara en sociedad tanto a ella como a su hermana Daisy.
Mientras que da comienzo la nueva temporada, Lillian está dispuesta a no perder el tiempo e ir observando posibles maridos. ¿Para qué perder el tiempo cuando éste apremia?
Ahora que Annabelle es una joven casada y socialmente bien colocada, puede presentarle a algunos buenos partidos. Lástima que Simon Hunt, el marido de Annabelle, tengo el mal gusto de tener como amigo a ese antipático e intratable Lord Westcliff al que por desgracia tiene que ver con asiduidad.
Marcus, Lord Westcliff, es el actual conde de una de los títulos más antiguos y respetados de Inglaterra. Sabe que su principal obligación para un hombre de su posición es casarse y engendrar al próximo heredero.
Tras las bodas de sus hermanas, Aline y Livia, la presión que la condesa viuda ejerce sobre él para que escoja prometida se hace mayor. La anciana, abochornada y decepcionada por los maridos elegidos por las hermanas Marsden, tiene la esperanza puesta en su primogénito y único hijo varón.
Lord Westcliff es un hombre austero, rígido y de firmes principios y, aunque no piensa en el matrimonio de momento, tiene claro que la candidata para ser su condesa deberá ser sumisa, dulce y encantadora, y sobre todo ser capaz de desempeñar y adaptarse sin problemas a su papel como Lady Westcliff.
¿Entonces por qué diablos saltan las chispas cada vez que se cruza con esa entrometida de Lillian Bowman?
Si el hecho de que Lord Westcliff fuese socio de su padre ya le resultaban incómodamente molesto, el que además se amigo de Simon, el marido de su queridísima amiga Annabelle, ya es más de lo que Lillian puede soportar.
Sus caminos no dejan de cruzarse y una animadversión mutua reside entre ambos. Eso es incuestionable.
Marcus la considera respondona, impertinente y irrespetuosa; Lillian lo tilda de autoritario, dominante y un snob aristócrata que mira a todos por encima de la nariz, sin olvidar que es aburrido a más no poder.
Pero, como suele decirse, los polos opuestos se atraen. Como muestra Sucedió en otoño.
Sucedió en otoño es el segundo libro de la saga de las chicas florero. Es una novela amena y divertida de principio a fin, donde predomina el choque de voluntades de un hombre y una mujer obstinados por no entenderse, sin poder ignorar la atracción que los consume.
Si bien ya pudimos atisbar una muestra de cuál era el carácter impetuoso de Lillian en Secretos de una noche de verano, a Marcus lo hemos ido conociendo a lo largo de varias novelas de Lisa Kleypas, tal como El precio del amor, donde tuvo una breve aparición, y La antigua magia, cuyo papel fue mucho más relevante. En cualquier caso, es en este libro en el que descubrimos al verdadero Marcus Marsden, el hombre que se oculta tras las normas sociales, los deberes propios de su título y su posición influyente en la sociedad inglesa.
Como digo, por los libros previos tenía una concepción de Marcus del típico noble estirado y soso, aunque también apreciamos retazos de su buen corazón y aguda inteligencia, pero es aquí donde se nos desvela su otro yo: un hombre paciente, apasionado, decidido y tenaz.
La novela está repleta de diálogos irónicos y divertidos, enfrentamientos memorables entre Westcliff y Lillian, con el paso de los cuales somos testigos de cómo se desmoronan las barreras que alzan contra el otro, de cómo bajo esa furia incandescente que los consuma late algo más simple: pasión y…. ¿quizá amor?
Aun y con todo estas pinceladas de humor, la historia de amor de esta pareja rezuma dulzura, pasión y una lucha contra sus propios corazones. Ambos son reacios a aceptar lo que sienten por el otro. Son totalmente incompatibles, ¿no? Entonces… ¿por qué Lillian empieza a verlo con otros ojos, y a pensar en él como el hombre perfecto para ella? y¿ por qué Marcus se plantea que quizá, después de todo, Lillian no es tan inadecuada para convertirse en su condesa?
No obstante aún deben enfrentarse a un enemigo más poderoso que la propia ceguera y tozudez de ambos: el rechazo de la sociedad y el de la mismísima condesa viuda, la madre de Westcliff que no ve con buenos ojos que esa joven americana, sin clase ni una pizca de sangre noble, sea la futura Lady Westcliff.
Lisa Kleypas es una de mis escritoras preferidas. Sus novelas, ambientadas en la regencia, me enamoraron de la primera a la última, pese a que no todas tengan la misma calidad, pero con las chicas florero nos descubre otra vertiente de su ingenio. Una novela más fresca, fluida y divertida que aunque carece de la profundidad de otras de sus obras, a mí particularmente me ha sorprendido muy gratamente por el ingenio de sus diálogos y la dulzura y la pasión de sus historias de amor.
Después de todo, si las novelas de la regencia están repletas de jóvenes casaderas cuya principal problema es cazar un buen marido, ¿por qué puede Kleypas ofrecernos esta visión diferente, peculiar y emotiva de tal “cacería“?
Después de la boda de Annabelle con Simon Hunt, ha llegado el turno de Lillian Bowman para encontrar marido, tal como acordaron las cuatro amigas y chicas florero.
Lillian es la mayor de las hermanas Bowman, una joven cuyo principal hándicap a la hora de cazar marido reside en su nacionalidad. Es americana y no pertenece a la aristocracia inglesa y a pesar de que Thomas Bowman es un comerciante muy rico, eso no la hace una candidata adecuada a ojos de las matronas ingleses.
¿Por qué?
Porque Lillian además de no poseer ni una gota de sangre noble en sus venas es una joven un tanto atípica que no encaja entre los encajes y sedas de la sociedad inglesa.
No comprende las costumbres ingleses, las normas de protocolo, la ropa de las jóvenes casamenteras le resulta incómoda e insoportable; de hecho ni siquiera le gusta la refinada cocina inglesa…
Su carácter tampoco ayuda, puesto que es impulsiva, audaz, descarada y un tanto alocada. Pese a saber que los nobles ingleses buscan en su futuras esposas rasgos como la dulzura, la sumisión o la candidez -sin olvidar ser sumamente silenciosa- Lillian es sencillamente incapaz de cerrar la boca y opinar sobre cualquier cosa.
Con tal panorama, Lillian sabe que su última esperanza reside en encandilar a un noble venido a menos que, ávido por conseguir la nada desdeñable dote de la joven Bowman, pase por alto esos defectillos sin importancia.
Por lo que Lillian sabe que contar con el respaldo de una respetable matrona de la sociedad londinense sería un regalo caído del cielo, que le allanaría el camino hacia el altar, y que cual hada madrina las introdujera y presentara en sociedad tanto a ella como a su hermana Daisy.
Mientras que da comienzo la nueva temporada, Lillian está dispuesta a no perder el tiempo e ir observando posibles maridos. ¿Para qué perder el tiempo cuando éste apremia?
Ahora que Annabelle es una joven casada y socialmente bien colocada, puede presentarle a algunos buenos partidos. Lástima que Simon Hunt, el marido de Annabelle, tengo el mal gusto de tener como amigo a ese antipático e intratable Lord Westcliff al que por desgracia tiene que ver con asiduidad.
Marcus, Lord Westcliff, es el actual conde de una de los títulos más antiguos y respetados de Inglaterra. Sabe que su principal obligación para un hombre de su posición es casarse y engendrar al próximo heredero.
Tras las bodas de sus hermanas, Aline y Livia, la presión que la condesa viuda ejerce sobre él para que escoja prometida se hace mayor. La anciana, abochornada y decepcionada por los maridos elegidos por las hermanas Marsden, tiene la esperanza puesta en su primogénito y único hijo varón.
Lord Westcliff es un hombre austero, rígido y de firmes principios y, aunque no piensa en el matrimonio de momento, tiene claro que la candidata para ser su condesa deberá ser sumisa, dulce y encantadora, y sobre todo ser capaz de desempeñar y adaptarse sin problemas a su papel como Lady Westcliff.
¿Entonces por qué diablos saltan las chispas cada vez que se cruza con esa entrometida de Lillian Bowman?
Si el hecho de que Lord Westcliff fuese socio de su padre ya le resultaban incómodamente molesto, el que además se amigo de Simon, el marido de su queridísima amiga Annabelle, ya es más de lo que Lillian puede soportar.
Sus caminos no dejan de cruzarse y una animadversión mutua reside entre ambos. Eso es incuestionable.
Marcus la considera respondona, impertinente y irrespetuosa; Lillian lo tilda de autoritario, dominante y un snob aristócrata que mira a todos por encima de la nariz, sin olvidar que es aburrido a más no poder.
Pero, como suele decirse, los polos opuestos se atraen. Como muestra Sucedió en otoño.
Sucedió en otoño es el segundo libro de la saga de las chicas florero. Es una novela amena y divertida de principio a fin, donde predomina el choque de voluntades de un hombre y una mujer obstinados por no entenderse, sin poder ignorar la atracción que los consume.
Si bien ya pudimos atisbar una muestra de cuál era el carácter impetuoso de Lillian en Secretos de una noche de verano, a Marcus lo hemos ido conociendo a lo largo de varias novelas de Lisa Kleypas, tal como El precio del amor, donde tuvo una breve aparición, y La antigua magia, cuyo papel fue mucho más relevante. En cualquier caso, es en este libro en el que descubrimos al verdadero Marcus Marsden, el hombre que se oculta tras las normas sociales, los deberes propios de su título y su posición influyente en la sociedad inglesa.
Como digo, por los libros previos tenía una concepción de Marcus del típico noble estirado y soso, aunque también apreciamos retazos de su buen corazón y aguda inteligencia, pero es aquí donde se nos desvela su otro yo: un hombre paciente, apasionado, decidido y tenaz.
La novela está repleta de diálogos irónicos y divertidos, enfrentamientos memorables entre Westcliff y Lillian, con el paso de los cuales somos testigos de cómo se desmoronan las barreras que alzan contra el otro, de cómo bajo esa furia incandescente que los consuma late algo más simple: pasión y…. ¿quizá amor?
Aun y con todo estas pinceladas de humor, la historia de amor de esta pareja rezuma dulzura, pasión y una lucha contra sus propios corazones. Ambos son reacios a aceptar lo que sienten por el otro. Son totalmente incompatibles, ¿no? Entonces… ¿por qué Lillian empieza a verlo con otros ojos, y a pensar en él como el hombre perfecto para ella? y¿ por qué Marcus se plantea que quizá, después de todo, Lillian no es tan inadecuada para convertirse en su condesa?
No obstante aún deben enfrentarse a un enemigo más poderoso que la propia ceguera y tozudez de ambos: el rechazo de la sociedad y el de la mismísima condesa viuda, la madre de Westcliff que no ve con buenos ojos que esa joven americana, sin clase ni una pizca de sangre noble, sea la futura Lady Westcliff.
Lisa Kleypas es una de mis escritoras preferidas. Sus novelas, ambientadas en la regencia, me enamoraron de la primera a la última, pese a que no todas tengan la misma calidad, pero con las chicas florero nos descubre otra vertiente de su ingenio. Una novela más fresca, fluida y divertida que aunque carece de la profundidad de otras de sus obras, a mí particularmente me ha sorprendido muy gratamente por el ingenio de sus diálogos y la dulzura y la pasión de sus historias de amor.
Después de todo, si las novelas de la regencia están repletas de jóvenes casaderas cuya principal problema es cazar un buen marido, ¿por qué puede Kleypas ofrecernos esta visión diferente, peculiar y emotiva de tal “cacería“?
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