Lyon Pennington, el cuarto conde de Aytoun, es el mayor y el heredero de los hermanos Pennigton.A raíz de un trágico accidente en el que falleció Emma, su esposa, y de cuya muerte se le acusa, Lyon quedó tullido y confinado a una silla de ruedas.
Millicent Wentworth es una joven de veintinueve años que ha pasado por un amargo matrimonio de cinco años con el despótico propietario de una plantación de azúcar. Después de vivir semejante calvario, se jura a sí misma tras la muerte de éste, que nunca volverá a casarse. El objetivo de su vida se convierte en tratar de ayudar a aquellos que, en cierto modo, se han convertido en su única familia: los actuales empleados y ex-esclavos de su difunto marido.
La brutalidad y las numerosas deudas de su difunto marido provocaron que muchos de los esclavos de la plantación fuesen a parar a manos de Jasper Hyde, el propietario de otra plantación de azúcar con quien Millicent, a causa de Wentworth, posee innumerables deudas. Entre todos los esclavos, Hyde persigue a una anciana africana: una mujer, Ohenewaa, a quien responsabiliza de un doloroso mal que le aqueja, pues cree que le lanzó una maldición. Con el fin de comprar a esta esclava, no duda en hacer todo cuanto esté en su mano.
Inesperadamente Millicent recibe una carta de Beatrice Pennington, la viuda vizcondesa y madre de Lyon. Ésta le propone un acuerdo: ella se hará cargo de todas sus deudas a cambio de que Millicent se case con su hijo Lyon.
La mujer, débil y enferma, teme que tras su muerte, su hijo pase a manos de instituciones mentales o al mismo Bedlam. Habiendo oído hablar de la bondad de Millicent y su compromiso para los desamparados, cree que ella es la mujer adecuada para ser la nueva condesa de Aytoun y ayudar en la recuperación de su primogénito.
Millicent no está dispuesta a acceder a un nuevo matrimonio, pero tras meditarlo profundamente, llega a la conclusión de que podría hacer mucho bien con la ayuda de la viuda vizcondesa. Además su matrimonio con el conde de Aytoun será sólo de nombre, ya que su minusvalía le impide ejercer “sus derechos maritales.
Celebrado el matrimonio, Millicent está decidida a lograr la recuperación de su marido, o al menos mejorar su calidad de vida, y para ello despide sin contemplaciones al último de una larga lista de médicos que sólo han mantenido a Lyon sedado y drogado bajo ingentes cantidades de láudano.
Al despertar del estupor inducido por las drogas, Lyon se topa con una realidad que lo asusta: está casado con una extraña que no deja de dar órdenes alrededor de él y que trata por todos los medios de volverle loco, ¿cómo explicar sino ese afán por mantenerlo despierto, lúcido y coherente? Él sólo desea seguir sumido en ese estado que le ayuda a olvidar su desastroso pasado, sus errores y la culpa que lo aguijonea.
Millicent cuenta con la inestimable, aunque arisca, ayuda de Ohenewaa, la ex-esclava a quien salvó de las garras de Hyde. A través de sus conocimientos en hierbas, plantas y curaciones, logran arrancar a Lyon de las garras de la dependencia al láudano. Poco a poco, Lyon va recuperando su lucidez mental, lo que representa sólo el primer paso.
Pero esta recuperación es un arma de doble filo: su carácter se vuelve más endemoniado y al saberse confinado a una silla de ruedas no deja de mostrarse arisco y malhumorado. Pero Millicent no se dejar amilanar por sus estallidos de ira, pero lo peor es que pese a su aspecto hosco, a esa tupida barba que oculta sus rasgos y cabellos descuidados, no puede evitar sentirse atraída por la intensidad de los ojos azules del hombre, ni evitar sentir las emociones que se apoderan de ella en su cercanía con éste.
Lyon descubre a su vez que. pese a que en principio viera en su mujer a una joven insulsa y anodina -además de insufriblemente autoritaria en su afán por obligarle a recuperarse-, ésta le atrae poderosamente. Se siente impelido a molestarla y aguijonearla y lo que es peor, se da cuenta que tal como un día necesitara el láudano, necesita verla, oírla y sentirla cerca.
Poco a poco ambos van enamorándose, lo que les hace plantearse si tal vez no se merezcan una segunda oportunidad para encontrar el amor y la felicidad. Pero para ello cada uno deberá sincerarse y desnudar sus miedos al otro, sus debilidades y su confianza.
Pero Jasper Hyde trata de recuperar a Ohenewaa a cualquier precio y su presencia se interpone en la felicidad de la pareja.
En mi opinión, el rasgo más significativo de Sueños prestados radica en la carga emocional que transmite y el carácter de sus protagonistas.
Ambos poseen un traumático y duro pasado a sus espaldas, pero ambos ven como la vida les ofrece una segunda oportunidad de ser felices, aunque para ello deban luchar contra sus propios demonios.
Millicent es una joven que ha vivido toda clase de humillaciones y ultrajes a manos de su primer marido. A su familia jamás le importó qué era de ella, sólo querían casarla y deshacerse de ésta. Millicent esperaba ser una buena esposa, tal como le habían enseñado a ser, pero se topó con un hombre despótico y cruel para quien ella no era nada más que una posesión, al igual que sus tierras, caballos o esclavos.
La verdad sobre la muerte de éste es un secreto que guarda celosamente con los antiguos esclavos y es algo que los une en un vínculo de complicidad y lealtad.
Lyon es un hombre devastado por los errores y mezquindades de su pasado. Se casó con una joven que conocía de toda la vida, pero por la que sus hermanos también sentían cierto enamoramiento. Pero Emma, decidida a casarse con el heredero de Baronsford, la propiedad de los Pennington, se decantó por el dueño del título de conde. Enseguida Lyon descubrió que su matrimonio no era lo que creía, pero tal como se esperaba de él, se mantuvo decidido a soportarlo. La muerte de Emma lo arroja ante la mirada acusadora de mucha gente, entre ella sus propios hermanos.
Paulatinamente y bajo los cuidados de Millicent y los consejos de Ohenewaa, Lyon va recuperando la movilidad de sus piernas y brazos.
Pese a su discapacidad, la relación entre Millicent y Lyon va haciéndose cada vez más íntima y profunda. Hasta el punto que ambos se dan cuenta que desean tener un matrimonio en toda regla. Pero para ello ambos deben ahuyentar las sombras de sus pasados y … evitar que Jasper Hyde destroce sus vidas.
Sueños prestados es una novela intensa y conmovedora en la que asistimos al nacimiento y madurez del matrimonio de la pareja protagonista. La transformación es tan asombrosa.
Al inicio de la trama es una pareja que oculta un gran dolor y que se niega la posibilidad de realizar una vida normal. Más aún si tenemos en cuenta que Lyon, el protagonista, es un hombre confinado a una silla de ruedas y cuya lucidez mental está eclipsada por la continuada ingesta de láudano.
Pero la evolución de esta pareja es increíble. A través de escenas que nos describen los cuidados y esfuerzos de Millicent por lograr la recuperación de Lyon, asistimos al nacimiento del amor entre ambos. Son unas escenas cargadas de emociones, unos diálogos intensos y sin medias tintas, las discusiones y tiras y afloja entre la pareja son intensos.
Incluso, podemos avistar algunas pinceladas de humor. Es algo que sorprende, sobre todo al tratarse de un hombre tan arisco, herido e incluso lisiado.
En cuanto a los personajes secundarios, remarcar que todos están perfectamente descritos y presentados: desde la joven Violeta al propio Hyde, un hombre amargado y supersticioso, pasando el interesantísimo personaje de Ohenewaa. El papel de esta mujer es fundamental en muchos tramos de la novela, así como el de Beatrice Pennington, la madre de Lyon.
La novela está descrita de una manera magistral, describiendo la esclavitud y la vida a que eran degradadas las personas que las sufrían. El papel de los antiguos esclavos y los vínculos que establecen entre sí y Millicent es conmovedora y es parte de la humanidad que destila esta novela.
El libro contiene elementos, a mi parecer, que confieren a la historia de gran calidad: unos protagonistas intensos con un pasado doloroso que logran dejar atrás, sin agobiar al lector con escenas y descripciones detalladas de sus miedos e inseguridades; una ambientación muy bien descrita y lograda, tanto en Londres, al narrarse las escenas de la plantación como en referencia al pasado de Ohenewaa, sin olvidar los capítulos transcurridos en Escocia.
Un aspecto que, sin duda, da mayor lustre a la novela es que aborda un reto increíble para los autores de la otra: un protagonista minusválido. El tema está abordado con exquisitez y cuidado, con un respeto increíble y desde un factor muy humano sin enrevesadas explicaciones médicas. Eso unido al papel de los esclavos en la novela, le otorgan una visión más humana y realista de la época.
Millicent Wentworth es una joven de veintinueve años que ha pasado por un amargo matrimonio de cinco años con el despótico propietario de una plantación de azúcar. Después de vivir semejante calvario, se jura a sí misma tras la muerte de éste, que nunca volverá a casarse. El objetivo de su vida se convierte en tratar de ayudar a aquellos que, en cierto modo, se han convertido en su única familia: los actuales empleados y ex-esclavos de su difunto marido.
La brutalidad y las numerosas deudas de su difunto marido provocaron que muchos de los esclavos de la plantación fuesen a parar a manos de Jasper Hyde, el propietario de otra plantación de azúcar con quien Millicent, a causa de Wentworth, posee innumerables deudas. Entre todos los esclavos, Hyde persigue a una anciana africana: una mujer, Ohenewaa, a quien responsabiliza de un doloroso mal que le aqueja, pues cree que le lanzó una maldición. Con el fin de comprar a esta esclava, no duda en hacer todo cuanto esté en su mano.
Inesperadamente Millicent recibe una carta de Beatrice Pennington, la viuda vizcondesa y madre de Lyon. Ésta le propone un acuerdo: ella se hará cargo de todas sus deudas a cambio de que Millicent se case con su hijo Lyon.
La mujer, débil y enferma, teme que tras su muerte, su hijo pase a manos de instituciones mentales o al mismo Bedlam. Habiendo oído hablar de la bondad de Millicent y su compromiso para los desamparados, cree que ella es la mujer adecuada para ser la nueva condesa de Aytoun y ayudar en la recuperación de su primogénito.
Millicent no está dispuesta a acceder a un nuevo matrimonio, pero tras meditarlo profundamente, llega a la conclusión de que podría hacer mucho bien con la ayuda de la viuda vizcondesa. Además su matrimonio con el conde de Aytoun será sólo de nombre, ya que su minusvalía le impide ejercer “sus derechos maritales.
Celebrado el matrimonio, Millicent está decidida a lograr la recuperación de su marido, o al menos mejorar su calidad de vida, y para ello despide sin contemplaciones al último de una larga lista de médicos que sólo han mantenido a Lyon sedado y drogado bajo ingentes cantidades de láudano.
Al despertar del estupor inducido por las drogas, Lyon se topa con una realidad que lo asusta: está casado con una extraña que no deja de dar órdenes alrededor de él y que trata por todos los medios de volverle loco, ¿cómo explicar sino ese afán por mantenerlo despierto, lúcido y coherente? Él sólo desea seguir sumido en ese estado que le ayuda a olvidar su desastroso pasado, sus errores y la culpa que lo aguijonea.
Millicent cuenta con la inestimable, aunque arisca, ayuda de Ohenewaa, la ex-esclava a quien salvó de las garras de Hyde. A través de sus conocimientos en hierbas, plantas y curaciones, logran arrancar a Lyon de las garras de la dependencia al láudano. Poco a poco, Lyon va recuperando su lucidez mental, lo que representa sólo el primer paso.
Pero esta recuperación es un arma de doble filo: su carácter se vuelve más endemoniado y al saberse confinado a una silla de ruedas no deja de mostrarse arisco y malhumorado. Pero Millicent no se dejar amilanar por sus estallidos de ira, pero lo peor es que pese a su aspecto hosco, a esa tupida barba que oculta sus rasgos y cabellos descuidados, no puede evitar sentirse atraída por la intensidad de los ojos azules del hombre, ni evitar sentir las emociones que se apoderan de ella en su cercanía con éste.
Lyon descubre a su vez que. pese a que en principio viera en su mujer a una joven insulsa y anodina -además de insufriblemente autoritaria en su afán por obligarle a recuperarse-, ésta le atrae poderosamente. Se siente impelido a molestarla y aguijonearla y lo que es peor, se da cuenta que tal como un día necesitara el láudano, necesita verla, oírla y sentirla cerca.
Poco a poco ambos van enamorándose, lo que les hace plantearse si tal vez no se merezcan una segunda oportunidad para encontrar el amor y la felicidad. Pero para ello cada uno deberá sincerarse y desnudar sus miedos al otro, sus debilidades y su confianza.
Pero Jasper Hyde trata de recuperar a Ohenewaa a cualquier precio y su presencia se interpone en la felicidad de la pareja.
En mi opinión, el rasgo más significativo de Sueños prestados radica en la carga emocional que transmite y el carácter de sus protagonistas.
Ambos poseen un traumático y duro pasado a sus espaldas, pero ambos ven como la vida les ofrece una segunda oportunidad de ser felices, aunque para ello deban luchar contra sus propios demonios.
Millicent es una joven que ha vivido toda clase de humillaciones y ultrajes a manos de su primer marido. A su familia jamás le importó qué era de ella, sólo querían casarla y deshacerse de ésta. Millicent esperaba ser una buena esposa, tal como le habían enseñado a ser, pero se topó con un hombre despótico y cruel para quien ella no era nada más que una posesión, al igual que sus tierras, caballos o esclavos.
La verdad sobre la muerte de éste es un secreto que guarda celosamente con los antiguos esclavos y es algo que los une en un vínculo de complicidad y lealtad.
Lyon es un hombre devastado por los errores y mezquindades de su pasado. Se casó con una joven que conocía de toda la vida, pero por la que sus hermanos también sentían cierto enamoramiento. Pero Emma, decidida a casarse con el heredero de Baronsford, la propiedad de los Pennington, se decantó por el dueño del título de conde. Enseguida Lyon descubrió que su matrimonio no era lo que creía, pero tal como se esperaba de él, se mantuvo decidido a soportarlo. La muerte de Emma lo arroja ante la mirada acusadora de mucha gente, entre ella sus propios hermanos.
Paulatinamente y bajo los cuidados de Millicent y los consejos de Ohenewaa, Lyon va recuperando la movilidad de sus piernas y brazos.
Pese a su discapacidad, la relación entre Millicent y Lyon va haciéndose cada vez más íntima y profunda. Hasta el punto que ambos se dan cuenta que desean tener un matrimonio en toda regla. Pero para ello ambos deben ahuyentar las sombras de sus pasados y … evitar que Jasper Hyde destroce sus vidas.
Sueños prestados es una novela intensa y conmovedora en la que asistimos al nacimiento y madurez del matrimonio de la pareja protagonista. La transformación es tan asombrosa.
Al inicio de la trama es una pareja que oculta un gran dolor y que se niega la posibilidad de realizar una vida normal. Más aún si tenemos en cuenta que Lyon, el protagonista, es un hombre confinado a una silla de ruedas y cuya lucidez mental está eclipsada por la continuada ingesta de láudano.
Pero la evolución de esta pareja es increíble. A través de escenas que nos describen los cuidados y esfuerzos de Millicent por lograr la recuperación de Lyon, asistimos al nacimiento del amor entre ambos. Son unas escenas cargadas de emociones, unos diálogos intensos y sin medias tintas, las discusiones y tiras y afloja entre la pareja son intensos.
Incluso, podemos avistar algunas pinceladas de humor. Es algo que sorprende, sobre todo al tratarse de un hombre tan arisco, herido e incluso lisiado.
En cuanto a los personajes secundarios, remarcar que todos están perfectamente descritos y presentados: desde la joven Violeta al propio Hyde, un hombre amargado y supersticioso, pasando el interesantísimo personaje de Ohenewaa. El papel de esta mujer es fundamental en muchos tramos de la novela, así como el de Beatrice Pennington, la madre de Lyon.
La novela está descrita de una manera magistral, describiendo la esclavitud y la vida a que eran degradadas las personas que las sufrían. El papel de los antiguos esclavos y los vínculos que establecen entre sí y Millicent es conmovedora y es parte de la humanidad que destila esta novela.
El libro contiene elementos, a mi parecer, que confieren a la historia de gran calidad: unos protagonistas intensos con un pasado doloroso que logran dejar atrás, sin agobiar al lector con escenas y descripciones detalladas de sus miedos e inseguridades; una ambientación muy bien descrita y lograda, tanto en Londres, al narrarse las escenas de la plantación como en referencia al pasado de Ohenewaa, sin olvidar los capítulos transcurridos en Escocia.
Un aspecto que, sin duda, da mayor lustre a la novela es que aborda un reto increíble para los autores de la otra: un protagonista minusválido. El tema está abordado con exquisitez y cuidado, con un respeto increíble y desde un factor muy humano sin enrevesadas explicaciones médicas. Eso unido al papel de los esclavos en la novela, le otorgan una visión más humana y realista de la época.
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