Cuando Sarah St. James viaja desde Inglaterra a la Guayana Británica, donde su padre es el gobernador, espera reencontrarse con él y anunciarle su compromiso con un joven británico de muy buena familia. Pero en su lugar recibe la noticia de su muerte, aparentemente accidental. Más tarde, los allegados y amigos del gobernador le informan que, en realidad, bien podría haberse tratado de un suicidio, cometido ante la humillación que sintió al haber sido embaucado por Roberto King, uno de los barones del caucho, propietario de extensas plantaciones. St. James no sólo fue engañado vilmente por King, sino que perdió el dinero que tanto él como sus socios invirtieron. St. James opta por el suicidio pero al hacerlo destroza la vida de su hija.
Tras el impacto inicial que le provoca la noticia y el dolor que la acompaña, Sarah se enfurece cuando sabe del engaño del que fue víctima y padre. Así que planea incursionar en la selva del Amazonas, llegar a la plantación de caucho de King en Jarupá y robarle las semillas por las que su padre pagó y murió. Por supuesto para ello necesita un guía, un hombre que conozca el territorio y que esté lo suficientemente loco como para querer aventurarse en las tierras de King -acompañado de una mujer- que son inexpugnables.
Se dice que hay un hombre que según la leyenda es el boto, un norteamericano de nombre Morgan Kane que, cuentan los indios, huyó en una ocasión de las garras de King y que, por tanto, conoce el terreno como nadie.
Sarah acude a él pero Kane rechaza ayudarla. La joven insiste una y otra vez hasta que éste, finalmente, accede a acompañarla a cambio de una importante suma de dinero.
Aunque el nombre de Morgan Kane está rodeado de leyenda y heroicidad, nadie conoce en realidad quién es ni cuál es su origen. Odiado por los hombres por el magnetismo que parece atraer a las mujeres, que lo idolatran y desean en la oscuridad, pero repudian bajo la luz del sol, nadie conoce en realidad a Morgan Kane. Sólo Henry Longfellow, el pigmeo que fue educado como caballero inglés y que es su más leal amigo.
Un pasado en común con Roberto King, un vínculo jamás desvelado a nadie, es el arma de doble filo que esconde y que, por un lado, puede utilizar contra su acérrimo enemigo, pero por otro, lo hace débil ante él.
La venganza es el motor que empuja tanto a Sarah como a Morgan a adentrarse en la selva del Amazonas, donde animales letales, tribus, enfermedades tropicales y otros peligros se agazapan tras las sombras, empujándolos el uno hacia el otro, dando origen a una atracción y pasión desconocida para ambos.
Amor, pasión, peligros y aventuras son el marco en el que se desarrolla Juegos en las sombras, novela de la autora Katherine Sutcliffe.
Aunque esta escritora tiene en su haber una prolífica bibliografía, son sólo dos las novelas suyas publicadas en nuestro país. Hasta ahora no había las había leído y debo confesar que han sido una gran y agradable sorpresa, sobre todo Juegos en las sombras.
Sin duda uno de los mayores atractivos de esta novela histórica, cuya acción transcurre a finales del S. XIX, es la ambientación. La selva del Amazonas, rodeada de peligros, leyendas y magia es el marco en el nace la historia de amor de Sarah St. James, una joven y altiva dama inglesa, y Morgan Kane, aventurero e intrépido para unos, un dios en la tierra para otros, un seductor e intrigante norteamericano.
La personalidad de la pareja protagonista, con las enormes diferencias que los separan, tanto en clase social como principios, no suponen un obstáculo para que la atracción estalle entre ellos.
Morgan Kane es un hombre que miente por costumbre, miente sobre sí mismo, sobre lo que piensa, siente y sobre las acciones que lleva a cabo. Pero a pesar de ello su palabra es ley. Venerado por los indios del Amazonas que lo ven poco menos que un Dios y lo consideran el boto, en referencia al delfín rosado común en el Amazonas que lo sacó de las aguas salvándole la vida, son muchas las leyendas que rodean su figura. Pero la realidad esconde un alma herida y atormentada que va viendo la luz poco a poco y que solo la mano cálida y el amor desinteresado de una mujer como Sarah puede sanar.
Me ha parecido preciosa la historia de amor entre Sarah y Morgan. Debo confesar que cuando empecé a leer la imagen que me creé de éste no se corresponde en absoluto con la que vas descubriendo después. Creo que eso, sin duda, era lo que la autora pretendía.
A medida que se internan en la selva del Amazonas, encarando infinidad de peligros que les obligan a confiar y depender los unos en los otros, un vínculo muy especial nace entre él y Sarah. Algo surge dentro de él, unos sentimientos que le asustan y lo hacen sentir vulnerable, algo que teme, odia y contra lo que lucha.
Detrás de sus gestos hoscos, su carácter malhumorado, las mentiras que dice sin remordimientos se esconde un hombre vulnerable y herido que te enamora sin remedio.
El personaje de Sarah me encanta. A menudo mientras leía la novela me la imaginaba como la protagonista de una película antigua, donde una dama envuelta en volantes, sombrilla y peinado muy recatado levanta la nariz con gesto altanero ante el rudo aventurero que, casualmente, necesita la guíe a través de la selva. Pues como en una de esas películas, poco a poco la pulcra y refinada dama inglesa, va perdiendo su elegancia, su altanería y aprendiendo a sobrevivir a la vez que descubre que el hosco y malhumorado seductor que la acompaña es el hombre necesita y que le descubre el amor en todos sus prismas.
Aventuras, traición, secretos y una lucha constante por sobrevivir son sólo algunos de los elementos contra los que deben luchar Sarah y Morgan para que el amor triunfe.
No puedo dejar de destacar a varios personajes, por un lado Henry Longfellow, el pigmeo que es el único apoyo y amigo con el que, realmente, Morgan ha contado en su vida y que, de igual modo, se convierte en un confidente para Sarah. En cierto modo, él y Morgan aunque diferentes en el aspecto físico, carácter y raíces, tienen mucho en común y el lazo que los une llega a límites indescriptibles. Para mí es uno de los “grandes” personajes de Juegos en las sombras, no sólo por el papel tan relevante que juega en la trama, sino por lo esconde este pequeño hombre en su interior: amor, lealtad y entrega sin fin.
Y, por supuesto, no puedo acabar esta crítica sin mencionar al antagonista de la novela: Roberto King. Seductor y atractivo, su aspecto físico hace pensar de él en un ángel dorado, pero tal es el veneno que esconde que, a su modo, es un personaje que odias pero tiene un punto que te gana. Malvado sin redención, cruel, déspota... creo que no me dejo ni un calificativo para describirlo, es mucha la oscuridad que esconde. Una obsesión ha guiado su vida desde el día que conoció a Morgan y un secreto, compartido entre ambos, ha forjado un vínculo que nada parece poder romper... tal vez, sólo la muerte.
En definitiva, Juegos en las sombras me ha parecido una novela soberbia, pues cuenta con una trama que te seduce, una historia de amor pasional y sensual, unos protagonistas con carisma, secundarios que te llegan al alma, un antagonista de los malos malos y un marco mágico, seductor y peligroso bajo el que todo se desarrolla.
Una novela estupenda que pasa desde ya a formar parte de mis favoritas.
Tras el impacto inicial que le provoca la noticia y el dolor que la acompaña, Sarah se enfurece cuando sabe del engaño del que fue víctima y padre. Así que planea incursionar en la selva del Amazonas, llegar a la plantación de caucho de King en Jarupá y robarle las semillas por las que su padre pagó y murió. Por supuesto para ello necesita un guía, un hombre que conozca el territorio y que esté lo suficientemente loco como para querer aventurarse en las tierras de King -acompañado de una mujer- que son inexpugnables.
Se dice que hay un hombre que según la leyenda es el boto, un norteamericano de nombre Morgan Kane que, cuentan los indios, huyó en una ocasión de las garras de King y que, por tanto, conoce el terreno como nadie.
Sarah acude a él pero Kane rechaza ayudarla. La joven insiste una y otra vez hasta que éste, finalmente, accede a acompañarla a cambio de una importante suma de dinero.
Aunque el nombre de Morgan Kane está rodeado de leyenda y heroicidad, nadie conoce en realidad quién es ni cuál es su origen. Odiado por los hombres por el magnetismo que parece atraer a las mujeres, que lo idolatran y desean en la oscuridad, pero repudian bajo la luz del sol, nadie conoce en realidad a Morgan Kane. Sólo Henry Longfellow, el pigmeo que fue educado como caballero inglés y que es su más leal amigo.
Un pasado en común con Roberto King, un vínculo jamás desvelado a nadie, es el arma de doble filo que esconde y que, por un lado, puede utilizar contra su acérrimo enemigo, pero por otro, lo hace débil ante él.
La venganza es el motor que empuja tanto a Sarah como a Morgan a adentrarse en la selva del Amazonas, donde animales letales, tribus, enfermedades tropicales y otros peligros se agazapan tras las sombras, empujándolos el uno hacia el otro, dando origen a una atracción y pasión desconocida para ambos.
Amor, pasión, peligros y aventuras son el marco en el que se desarrolla Juegos en las sombras, novela de la autora Katherine Sutcliffe.
Aunque esta escritora tiene en su haber una prolífica bibliografía, son sólo dos las novelas suyas publicadas en nuestro país. Hasta ahora no había las había leído y debo confesar que han sido una gran y agradable sorpresa, sobre todo Juegos en las sombras.
Sin duda uno de los mayores atractivos de esta novela histórica, cuya acción transcurre a finales del S. XIX, es la ambientación. La selva del Amazonas, rodeada de peligros, leyendas y magia es el marco en el nace la historia de amor de Sarah St. James, una joven y altiva dama inglesa, y Morgan Kane, aventurero e intrépido para unos, un dios en la tierra para otros, un seductor e intrigante norteamericano.
La personalidad de la pareja protagonista, con las enormes diferencias que los separan, tanto en clase social como principios, no suponen un obstáculo para que la atracción estalle entre ellos.
Morgan Kane es un hombre que miente por costumbre, miente sobre sí mismo, sobre lo que piensa, siente y sobre las acciones que lleva a cabo. Pero a pesar de ello su palabra es ley. Venerado por los indios del Amazonas que lo ven poco menos que un Dios y lo consideran el boto, en referencia al delfín rosado común en el Amazonas que lo sacó de las aguas salvándole la vida, son muchas las leyendas que rodean su figura. Pero la realidad esconde un alma herida y atormentada que va viendo la luz poco a poco y que solo la mano cálida y el amor desinteresado de una mujer como Sarah puede sanar.
Me ha parecido preciosa la historia de amor entre Sarah y Morgan. Debo confesar que cuando empecé a leer la imagen que me creé de éste no se corresponde en absoluto con la que vas descubriendo después. Creo que eso, sin duda, era lo que la autora pretendía.
A medida que se internan en la selva del Amazonas, encarando infinidad de peligros que les obligan a confiar y depender los unos en los otros, un vínculo muy especial nace entre él y Sarah. Algo surge dentro de él, unos sentimientos que le asustan y lo hacen sentir vulnerable, algo que teme, odia y contra lo que lucha.
Detrás de sus gestos hoscos, su carácter malhumorado, las mentiras que dice sin remordimientos se esconde un hombre vulnerable y herido que te enamora sin remedio.
El personaje de Sarah me encanta. A menudo mientras leía la novela me la imaginaba como la protagonista de una película antigua, donde una dama envuelta en volantes, sombrilla y peinado muy recatado levanta la nariz con gesto altanero ante el rudo aventurero que, casualmente, necesita la guíe a través de la selva. Pues como en una de esas películas, poco a poco la pulcra y refinada dama inglesa, va perdiendo su elegancia, su altanería y aprendiendo a sobrevivir a la vez que descubre que el hosco y malhumorado seductor que la acompaña es el hombre necesita y que le descubre el amor en todos sus prismas.
Aventuras, traición, secretos y una lucha constante por sobrevivir son sólo algunos de los elementos contra los que deben luchar Sarah y Morgan para que el amor triunfe.
No puedo dejar de destacar a varios personajes, por un lado Henry Longfellow, el pigmeo que es el único apoyo y amigo con el que, realmente, Morgan ha contado en su vida y que, de igual modo, se convierte en un confidente para Sarah. En cierto modo, él y Morgan aunque diferentes en el aspecto físico, carácter y raíces, tienen mucho en común y el lazo que los une llega a límites indescriptibles. Para mí es uno de los “grandes” personajes de Juegos en las sombras, no sólo por el papel tan relevante que juega en la trama, sino por lo esconde este pequeño hombre en su interior: amor, lealtad y entrega sin fin.
Y, por supuesto, no puedo acabar esta crítica sin mencionar al antagonista de la novela: Roberto King. Seductor y atractivo, su aspecto físico hace pensar de él en un ángel dorado, pero tal es el veneno que esconde que, a su modo, es un personaje que odias pero tiene un punto que te gana. Malvado sin redención, cruel, déspota... creo que no me dejo ni un calificativo para describirlo, es mucha la oscuridad que esconde. Una obsesión ha guiado su vida desde el día que conoció a Morgan y un secreto, compartido entre ambos, ha forjado un vínculo que nada parece poder romper... tal vez, sólo la muerte.
En definitiva, Juegos en las sombras me ha parecido una novela soberbia, pues cuenta con una trama que te seduce, una historia de amor pasional y sensual, unos protagonistas con carisma, secundarios que te llegan al alma, un antagonista de los malos malos y un marco mágico, seductor y peligroso bajo el que todo se desarrolla.
Una novela estupenda que pasa desde ya a formar parte de mis favoritas.
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