Acusado de asesinato, condenado por perder un partido a propósito por órdenes de la mafia, Griff Brukett, antigua estrella del equipo de fútbol americano de los Dallas Cowboys, ha pasado cinco años en una cárcel federal. Ahora que es libre, este quarterback fracasado, carece de expectativas –y lo que es peor, carece de perdón- en Texas, un estado obsesionado por el fútbol. Sin embargo, hay alguien dispuesto a pagar millones por los servicios de Griff: el director general de una compañía aérea, Foster Speakman, y su esposa Lauta. Su oferta de trabajo es tan provocadora y lucrativa que Griff no puede rechazarla, y lo único que le piden a cambio es que mantenga el trato en absoluto secreto. Pero en medio de ese juego tan arriesgado, Griff se enamora de Laura e intenta proteger a ambos como sea de un enemigo sin escrúpulos que surge de su pasado. Ahora, de nuevo en el punto de mira de la sospecha y con el cronómetro en su contra, el futuro de Griff y su vida dependen totalmente de una última jugada maestra.
El “negocio” que Speakman propone a Griff es extraño, pero le va a sacar de la miseria en la que se encuentra después de salir de la cárcel. Solo tiene dos problemas, se enamora de la mujer del magnate y el pasado le persigue.
Desde el primer momento sabemos quién es el bellaco de la historia y vemos, con horror, cómo va tendiendo una trampa al protagonista a pesar de que éste se la espera. Sandra Brown es una maestra en este sentido, no deja tregua, sabe crear la suficiente ansiedad en el lector para mantenerlo en vilo de principio a fin.
El suspense está asegurado y en este caso la historia de amor también tiene importancia, porque que Griff se enamore de Laura da un giro radical a su manera de luchar contra el peligro, además de sacar de dentro de él la nobleza que creía que había perdido cuando se convirtió en un tramposo que flirteaba con la mafia.
Y es que los protagonistas de esta autora han cambiado con respecto a sus antiguas novelas, ya no son aquellos hombres sinvergüenzas, vividores y arrogantes. Son, sin lugar a dudas, más humanos y confiados, pero no por ello menos atractivos. Curiosamente, Brown, siguiendo su línea habitual, no nos lo describe, es un antiguo deportista, alto, atlético y rubio, pero nada más. Tampoco nos dijo nunca cómo era Cash…
Si lo que buscáis es un libro que os tenga en vilo de principio a fin, Juega sucio es una buena opción, conmigo lo ha conseguido.
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