LA HIJA DEL VICARIO Obligada a abandonar su hogar en la vicaría, orgullosa y resuelta, Olivia Sherwood encuentra trabajo en Ravenwood Hall, donde preparan la llegada del nuevo conde, que ya está de camino. Desde el primer momento, Olivia se queda impresionada ante el gallardo galán de ojos oscuros y brillantes bajo la luna. Aunque sus orígenes están ensombrecidos por los secretos, y Olivia no se atreve a confiar en un hombre al que apenas conoce, queda embriagada por él.
EL CONDE OSCURO Al cruzar el umbral de su nuevo hogar, Dominic St. Bride, el conde de Ravenwood, ve desconfianza en los rostros de todos los que le rodean, ya que su servidumbre sabe de su nacimiento ilegítimo y su dudoso pasado. Sin embargo, el radiante rostro de una bella sirvienta le intriga. Aunque muestra en sus ojos el mismo recelo que los demás, Dominic detecta también en ellos un deseo ardiente y se decide a reclamarlo. Pero ¿podrá esa alma apasionada ganarse la improbable devoción de una doncella desafiante y redimirse así con su incondicional amor?
Dominic St. Bride es hijo de una gitana que amó profundamente a su padre, el que fuera conde de Ravenwood. Un hombre cruel y despiadado que al enterarse del embarazo de la gitana de la cual se encaprichó en su momento, la echó con cajas destempladas y se desentendió de ella y del fruto de su unión, no sin antes recibir una maldición en la que la gitana lo condenó a no tener más descendencia que la que ella llevaba en su vientre.
Después de tres matrimonios y sin haber tenido ningún hijo, el conde fue a buscar a la gitana para reclamar a su vástago. Habían pasado trece largos años y sólo a través de Dominic podía perpetuar su especie, su título y sus propiedades.
Según consiguió llevarse a su hijo lo metió un internado para que lo educaran y jamás le prestó la más mínima atención. Dominic creció rebelde y amargado, separado de su madre y de su gente. Cuando llegó a la edad adulta y tras la muerte de su padre heredó cuanto le correspondía. Su madre había muerto y desde el día que lo apartaron de ella nunca más volvió a verla. Es y se siente mitad de cada raza y entre ninguna de las dos se encuentra cómodo ni ellos lo terminan de aceptar. Es conocido como El conde gitano.
Decide trasladar su residencia a la casa de campo en la que su madre disfrutara de su idilio con su padre y allí conoce a una criada, Olivia, que por circunstancias de la vida, se ve obligada a desempeñar ese trabajo. El padre de Olivia murió apaleado por un gitano. A consecuencia de la muerte de su padre, su hermana, Emily, perdió la vista. Así que Olivia se ve obligada a trabajar para mantenerlas a las dos.
La novela, aunque se centra en la historia de Dominic y Olivia, cuenta una historia secundaria entre Emily y Andre, dando como resultado dos relatos de amor en un solo libro. Esto podría ser absolutamente maravilloso si no fuera porque la novela está tan plagada de tópicos y estupideces varias, que me ha resultado cansino hasta la saciedad.
La autora pretende (o al menos eso creo) hacer un canto contra el racismo y los prejuicios y, para ello, entre otras cosas, nos presenta a una protagonista secundaria ciega que se enamora perdidamente de un gitano y al que rechaza cuando recupera la vista y se da cuenta de la raza a la que pertenece.
La novela tiene de todo lo que hemos leído miles de veces en montones de libros: un hombre amargado y rechazado por los habitantes del pueblo en el que vive. Un hombre guapísimo que quita el sentido. Un hombre amante de los niños. Un hombre que se juega la vida para salvar a otros cuando todos los de alrededor son unos cobardicas y sólo él es capaz de tamaña hazaña, y al pobre, aún así, lo siguen rechazando. Además, este dechado de virtudes, perdona honorarios a sus empleados… Una joven buena, guapa y trabajadora que cuida de su hermana, pelea contra todo un pueblo para defender las injusticias que se le hacen al conde gitano, y que enseña a escribir, en sus ratos libres, a los niños del pueblo. Un joven bien posicionado que no duda que Olivia se muere por sus huesitos y algún día se casará con él. Por supuesto, este joven, ridiculiza a los gitanos y tiene ese carácter típico que se le suele dar en las novelas “al otro”. La historia cuenta también con un malo que, hacia el final de la novela comete la típica fechoría – escudándose en una tristísima historia de su pasada infancia (que tiene que ver con los gitanos, ¡cómo no!)- para que la protagonista, inocente ella, caiga en sus garras y el prota vaya a salvarla, convirtiéndolo así en un héroe y ganándose el corazón del pueblo y de su heroína. Por supuesto la hermana, recupera, además de la vista, la cordura, y termina siendo feliz y comiendo perdices con su adorado Andre, y su cuñado, el conde, les regala una casita estupenda para que inicien una vida juntos sin pasar penurias ni calamidades. Ah, que no se me olvide el perro, ¡por favor! gracias a él, porque es un sabueso, consiguen encontrar a la chica y la historia tiene un final feliz.
Todo esto es trillado, repetitivo hasta la hartura y sabes, casi en todo momento lo que va a suceder después. Y podría tolerarse si no fuera porque el libro me ha parecido un mal borrador hecho por una escritora aficionada. Supongo que será de las primeras novelas de la autora, y digo yo, que se podían haber ahorrado el comprarla, traducirla y publicarla. Me resulta muy curioso que historias similares a la que nos ocupa, escritas por autoras de nuestro país que quieren hacerse un sitio en el mundo de la escritura y que a lo mejor el día de mañana, con la práctica, llegan a ser lo que hoy es Samantha James, se les rechacen sus manuscritos sin darles una oportunidad (a ver, que lo comparto, porque el libro, desde mi punto de vista, es malo), y a las autoras consagradas fuera de nuestras fronteras, se les admita todo y nos lo vendan tan ricamente. Es obvio que la vara de medir no es la misma para el producto nacional que para el extranjero.
En fin, que no lo recomiendo para nada.
EL CONDE OSCURO Al cruzar el umbral de su nuevo hogar, Dominic St. Bride, el conde de Ravenwood, ve desconfianza en los rostros de todos los que le rodean, ya que su servidumbre sabe de su nacimiento ilegítimo y su dudoso pasado. Sin embargo, el radiante rostro de una bella sirvienta le intriga. Aunque muestra en sus ojos el mismo recelo que los demás, Dominic detecta también en ellos un deseo ardiente y se decide a reclamarlo. Pero ¿podrá esa alma apasionada ganarse la improbable devoción de una doncella desafiante y redimirse así con su incondicional amor?
Dominic St. Bride es hijo de una gitana que amó profundamente a su padre, el que fuera conde de Ravenwood. Un hombre cruel y despiadado que al enterarse del embarazo de la gitana de la cual se encaprichó en su momento, la echó con cajas destempladas y se desentendió de ella y del fruto de su unión, no sin antes recibir una maldición en la que la gitana lo condenó a no tener más descendencia que la que ella llevaba en su vientre.
Después de tres matrimonios y sin haber tenido ningún hijo, el conde fue a buscar a la gitana para reclamar a su vástago. Habían pasado trece largos años y sólo a través de Dominic podía perpetuar su especie, su título y sus propiedades.
Según consiguió llevarse a su hijo lo metió un internado para que lo educaran y jamás le prestó la más mínima atención. Dominic creció rebelde y amargado, separado de su madre y de su gente. Cuando llegó a la edad adulta y tras la muerte de su padre heredó cuanto le correspondía. Su madre había muerto y desde el día que lo apartaron de ella nunca más volvió a verla. Es y se siente mitad de cada raza y entre ninguna de las dos se encuentra cómodo ni ellos lo terminan de aceptar. Es conocido como El conde gitano.
Decide trasladar su residencia a la casa de campo en la que su madre disfrutara de su idilio con su padre y allí conoce a una criada, Olivia, que por circunstancias de la vida, se ve obligada a desempeñar ese trabajo. El padre de Olivia murió apaleado por un gitano. A consecuencia de la muerte de su padre, su hermana, Emily, perdió la vista. Así que Olivia se ve obligada a trabajar para mantenerlas a las dos.
La novela, aunque se centra en la historia de Dominic y Olivia, cuenta una historia secundaria entre Emily y Andre, dando como resultado dos relatos de amor en un solo libro. Esto podría ser absolutamente maravilloso si no fuera porque la novela está tan plagada de tópicos y estupideces varias, que me ha resultado cansino hasta la saciedad.
La autora pretende (o al menos eso creo) hacer un canto contra el racismo y los prejuicios y, para ello, entre otras cosas, nos presenta a una protagonista secundaria ciega que se enamora perdidamente de un gitano y al que rechaza cuando recupera la vista y se da cuenta de la raza a la que pertenece.
La novela tiene de todo lo que hemos leído miles de veces en montones de libros: un hombre amargado y rechazado por los habitantes del pueblo en el que vive. Un hombre guapísimo que quita el sentido. Un hombre amante de los niños. Un hombre que se juega la vida para salvar a otros cuando todos los de alrededor son unos cobardicas y sólo él es capaz de tamaña hazaña, y al pobre, aún así, lo siguen rechazando. Además, este dechado de virtudes, perdona honorarios a sus empleados… Una joven buena, guapa y trabajadora que cuida de su hermana, pelea contra todo un pueblo para defender las injusticias que se le hacen al conde gitano, y que enseña a escribir, en sus ratos libres, a los niños del pueblo. Un joven bien posicionado que no duda que Olivia se muere por sus huesitos y algún día se casará con él. Por supuesto, este joven, ridiculiza a los gitanos y tiene ese carácter típico que se le suele dar en las novelas “al otro”. La historia cuenta también con un malo que, hacia el final de la novela comete la típica fechoría – escudándose en una tristísima historia de su pasada infancia (que tiene que ver con los gitanos, ¡cómo no!)- para que la protagonista, inocente ella, caiga en sus garras y el prota vaya a salvarla, convirtiéndolo así en un héroe y ganándose el corazón del pueblo y de su heroína. Por supuesto la hermana, recupera, además de la vista, la cordura, y termina siendo feliz y comiendo perdices con su adorado Andre, y su cuñado, el conde, les regala una casita estupenda para que inicien una vida juntos sin pasar penurias ni calamidades. Ah, que no se me olvide el perro, ¡por favor! gracias a él, porque es un sabueso, consiguen encontrar a la chica y la historia tiene un final feliz.
Todo esto es trillado, repetitivo hasta la hartura y sabes, casi en todo momento lo que va a suceder después. Y podría tolerarse si no fuera porque el libro me ha parecido un mal borrador hecho por una escritora aficionada. Supongo que será de las primeras novelas de la autora, y digo yo, que se podían haber ahorrado el comprarla, traducirla y publicarla. Me resulta muy curioso que historias similares a la que nos ocupa, escritas por autoras de nuestro país que quieren hacerse un sitio en el mundo de la escritura y que a lo mejor el día de mañana, con la práctica, llegan a ser lo que hoy es Samantha James, se les rechacen sus manuscritos sin darles una oportunidad (a ver, que lo comparto, porque el libro, desde mi punto de vista, es malo), y a las autoras consagradas fuera de nuestras fronteras, se les admita todo y nos lo vendan tan ricamente. Es obvio que la vara de medir no es la misma para el producto nacional que para el extranjero.
En fin, que no lo recomiendo para nada.
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